Opinión

Parir y a competir

Ana Peleteiro sigue haciendo historia

Ana Peleteiro sigue haciendo historia / AP

Voló y lo logró. Ahí está ese oro europeo que, a pocas semanas de los Juegos, la coloca prácticamente en el podio olímpico. No creo que en ese momento se le pasara por la cabeza que, diecinueve meses antes, había parido una criatura que estaba viéndola en brazos de su padre. Recuperarse de una cesárea, poner su cuerpo y su cabeza en ‘mode on’ y multiplicar por diez ese carácter competitivo que la caracteriza fue mucho más que un reto para Ana Peleteiro: era una necesidad. Ama lo que hace, se crece en la adversidad y le pone todo lo que tiene aristas. Ya está ella para pulirlas.

La medalla de oro fue la culminación de un camino que, pocos días antes, se encargaron los de siempre de intentar amargarle la fiesta. Esos que, por desgracia, se retroalimentan, se multiplican y cuentan con el apoyo de un sector de la sociedad. Racistas y machistas que la cuestionan por ser mestiza cuando ella, contenta, luce la equipación del equipo nacional. La atleta reconoció que le había sorprendido porque, hasta el momento, muy pocos la habían cuestionado en este sentido. Ahora son más, se sienten poderosos y la atacan sin disimulo. “¿No hay atletas blancas o qué?”, escribía uno de estos cafres a los que Ana visibilizó para mostrar la realidad de su día a día.

Ana no resulta cómoda porque no se veta. “Calladitas estáis más monas”, titulaba yo este verano un artículo dedicado a las futbolistas de La Roja en esta ‘contra’. Cuando deciden no enmudecer, atragantan a los mismos que las agreden. Si además rompen barreras desde la excelencia deportiva, más rabia dan. Entre las que lograron ese oro en el Mundial de Fútbol, también se alineaba una madre, Irene Paredes. Una de las demandas de ese grupo reclamaba la conciliación, un ‘día después’ de lo anteriormente sufrido: mientras seas futbolista, no puedes quedarte embarazada. Una claúsula no escrita pero siempre implícita antes de la firma de cualquier contrato. Una realidad asumida por todas las partes hasta que dijeron #seacabó.

La atleta gallega, una de las grandes esperanzas de medalla en París, se ha currado el retorno a la pista desde la pasión y la razón. Parió a Lúa y eso tanto la empoderó como le quitó horas de sueño. La imagen con la niña en brazos y la bandera española envolviendo a ambas es una bofetada con la mano abierta a la irracionalidad, al racismo y a la caspa.

En Río de Janeiro, en los JJ.OO de 2016, Gemma Mengual se lanzaba al agua. Junto a Ona Carbonell nadó el dúo y por muy poco no consiguió el metal. Pero visibilizó el retorno de una madre de dos niños que, en ocho meses, se había puesto a punto para competir en la élite. “El estrés deportivo lo controlaba pero el maternal, que es maravilloso, resultaba nuevo para mí. Conciliar fue muy difícil”, explicaba ayer en la Casa de l’Esport de Terrassa. Lo hizo en la conferencia ‘Esport d’elit i maternitat’ junto a la tenista Carla Suárez, la futbolista Olga García y la haltera paralímpica Montse Alcoba. Todas ellas madres y deportistas. Todas ellas conscientes de que una de cada tres atletas abandonan la competición tras la maternidad. Si a ello unes racismo e intolerancia, la proporción se triplica. Suerte que tenemos a Peleteiro y a su triple salto para compensar.