Opinión

Ciudadano Mbappé

Mbappé llama a votar en Francia: "Espero que aun estemos orgullosos de esta camiseta el 7 de julio"

Kylian Mbappé, en una rueda de prensa con la selección, llama a la gente a votar en las elecciones de Francia / PERFORM

Mbappé, ejerciendo su derecho a la libertad de expresión, tuvo a bien no pasar de puntillas por encima de la realidad de su país. Insisto: tuvo a bien. Porque si esta contraportada es un espacio de opinión libre que este periódico también tiene a bien ofrecer al lector, quien esto firma considera que el jugador francés “va fer santament”, que diría mi abuela. Un ejercicio de compromiso, de sinceridad y, sobre todo, de ciudadanía que automáticamente generó las críticas tan esperadas por él como por la arriba firmante.

Salirse del registro del ‘futbolista tipo’ tiene un precio y Mbappé decidió pagarlo con gusto. Él, que puede. Seguro que pensó -y con ello, ejerció de líder también- en todos aquellos compañeros y compañeras de profesión que cuentan con menos patrocinadores, cobran una miseria en comparación con él, quizá tengan miedo ante las represalias si deciden ‘mojarse’ políticamente y cogió la bandera que también enarbolaron antes Thuram y Dembélé para dar voz a los y las que piensan lo mismo que él.

La estrella de Francia encendió la luz para iluminar algo más que el terreno de juego. Le dio una patada al balón de la falta de respeto y la intolerancia, invitó a formar equipo contra ello a los más jóvenes de su país y, consciente de que “muchos dicen que no hay que mezclar política y deporte, pero en situaciones así la política es más importante que el partido de mañana”, se puso el brazalete de capitán de un colectivo.

Del grupo de ‘los muchos que dicen’, tuvo también a bien pronunciarse Unai Simón. El portero opta en su día a día por una postura tan respetable como la de Mbappé, la de no opinar. Pero cuando cuestionas que otro compañero de profesión lo haga, opinas. Esto es así.

Bienvenido a la Liga y a una sociedad que le recibe con los brazos abiertos como persona

Llegó otro día D para Kylian, el que lo estrenaba en esta Eurocopa como capitán de Francia. Digeridas mejor o peor sus palabras más allá del césped, el jugador saltaba al campo con un tsunami de aplausos y críticas previas. Aquí estaba yo atenta y focalizada en La Castellana. Porque en la capital no ha acabado de gustar que su nueva estrella se haya salido de los márgenes del guion.

“Con el escudo del Real Madrid en el pecho, esto no lo dice”. “Uno de los nuestros no habla de estos temas”. “Aquí, no”. Lo escuché, lo leí y lo interpreté entre líneas sin temor a equivocarme. Que vaya tomando nota el francés cuando sea presentado, levante la mirada hacia el palco (de los hilos estoy convencida no, segura, que sabe perfectamente cuáles son y sus colores) y le cuenten lo que se comenta en ciertos círculos. Conoce perfectamente el contexto y me da la sensación de que esa personalidad, esa capacidad de liderazgo y ese posicionamiento claro contra la ultraderecha no encaja, de entrada, en un colectivo acostumbrado a priorizar las glorias deportivas a ciertas miserias humanas.

Ciudadano Mbappé, sea usted bienvenido a la Liga. Pero, por encima de cualquier otra cosa, a una sociedad que tiene a bien recibirlo con los brazos abiertos como persona y con la rivalidad lógica como deportista. A muchos ya les ha ganado en este primer envite. Larga vida a los que, como usted, no regatean la realidad social.