Opinión

Cristales tintados

Hansi Flick, en una imagen en la Ciutat Esportiva Joan Gamper

Hansi Flick, en una imagen en la Ciutat Esportiva Joan Gamper / FCB

Los habitantes de Porto Saler, en Formentera, son unos privilegiados. Conocen, coinciden y hablan con Hansi Flick. El nuevo técnico del FC Barcelona tiene allí una casa desde hace varios años y aunque este verano se ha dejado ver poco, es habitual encontrarlo en Sant Ferran, en Sant Francesc e incluso en algún mercadillo local. En la isla no son tantos los que saben quien es, ni tampoco le agobian con preguntas sobre su nuevo trabajo en la ciudad condal. Parece que el club se haya inspirado en el estilo local y nos ha opacado la figura del entrenador del primer equipo masculino de fútbol. Flick ya sabe que el puesto, en este Barça, no solo es factor de riesgo en este despacho sino que en el resto de las secciones, también. El ‘antes de entrar, dejen salir’ en formato elegante ya no se estila. Por lo menos en la entidad azulgrana. Las despedidas no han sido el fuerte de Joan Laporta pero las llegadas, por ahora, pasan por cristales tintados.

Ni sé cuantas veces he escuchado y leído en boca de presidentes, candidatos, ejecutivos, directivos y afines al poder con pedigrí que gestionar el FC Barcelona es subirse a un transatlántico de emociones. En los últimos años, han sumado también el tema económico. Lógico y razonable. Pero siempre se abrazan a lo emocional para dar valor a la singularidad de este club propiedad de sus socios y sus socias. Si los sentimientos generan valor y valores, estas semanas han sido anémicas y asténicas. Nada sabemos de los números que, a 30 de junio, pueden deparar sorpresas, pocas alegrías y muchos dolores de cabeza (dejo escrito aquí que ojalá me equivoque, nada me gustaría más).

Poco conocemos de Flick, más allá de unas fotografías junto a Deco en intensa actitud laboral y algunos nombres que van y vienen en función de cómo sopla el viento de los representantes. El barcelonismo vive de lo que genera esta Eurocopa en la que los más jóvenes copan portadas gracias a su excelente trabajo en La Roja. Lamine Yamal es objeto de deseo de medio mundo -al otro medio no le interesa el fútbol-, Ferran y Fermín pasan a la historia por distintos motivos y veteranos como Gundogan muestran su mejor versión. Multiplicar los éxitos de sus estrellas, algo absolutamente lícito y lógico, es de lo que saca pecho una afición huérfana de ilusión por lo que vendrá. Que sus ‘niños’ sumen en la selección nacional es un ‘plus’ pero no enriquece el ADN de un colectivo que lo que quiere es saber por donde respira el Barça de Hansi Flick.

Pasan los días y este fin de semana se cumplirá un mes del anuncio de la llegada del alemán. Con la premisa de saber que cuenta con lo que tiene y poco más, entiendo que este silencio obedece a tres variables: adaptación al medio; resolución de cesiones, compras y traspasos y cierre económico. ¿Qué hay del transatlántico de emociones? ¿Qué lugar ocupan en el guion? Asumido el ‘es lo que hay’, no estaría de más una inyección de ilusión más allá de la paga doble de verano. Lucir a Lamine Yamal va de la mano de quién le va a llevar de la ídem en la próxima temporada. El sonido del silencio es tan atronador como el de su calidad. Rompan la luna y que se haga la luz.