Opinión

Messi, Lamine, Nadal, Alcaraz

Alcaraz, campeón de Wimbledon 2024

Alcaraz, campeón de Wimbledon 2024 / AP

Todos, absolutamente todos, decíamos que nunca jamás veríamos lo que hemos visto. Lo de Leo Messi no se puede borrar de nuestras retinas, decenas de momentos mágicos en los que lo paranormal se hacía habitual. De la locura a la tristeza, que se hizo realidad con su partida hacia París. Aunque todos fuimos argentinos durante el mundial del año pasado. Deseamos su redención. Tan solo pretendíamos que en los anales del balompié se dejara manifestamente claro que el ser humano menos humano, en toda la historia de este deporte, era el pequeño pibe argentino. Incluso sucumbieron los irreductibles argentinos que dudaban todavía de él por un exceso maradonismo irresoluble. La Copa América de ayer, con sus lloros, cierra definitivamente la carpeta.

Lo de Lamine Yamal empieza a tener síntomas de repetición de un milagro imposible. Además, la semana pasada, cuando se descubre la foto del astro con el bebé, la mano de Dios bañándolo justo al nacer, nos conduce a la imposibilidad de justificarla desde la suerte estadística, llevándonos a creer en algo sobrenatural y provocando que nos asomemos al vértigo de la necesidad abrazar la fe de forma definitiva.

Si el Messi imberbe generó la sensación de que, como Moisés, sería capaz de abrir las aguas de los terrenos de juego, Lamine lo hace más pronto todavía. El joven astro de Rocafonda, desde el puro mestizaje que genera una inmigración que se amontona en suburbios periféricos de ciudades dormitorio, antes de finalizar el bachillerato, ha sido capaz de ser uno de los líderes de la roja para ganar una Eurocopa. Messi, a su edad, aún no había acabado de convencer a Rijkaard para debutar en el primer equipo.

Alcaraz, Carlitos, ha decidido que, también, viene a romper los paradigmas establecidos en el tenis. En la sociedad más clasista, la inglesa, anteayer rompió los estrictos códigos anglosajones y se zampó a Novak en tres cortos sets antes de la hora del té. No lo duden, no se puede comprender al murciano sin la existencia de Rafa Nadal. El morro y la valentía del joven jugador nace de alguien que ha visto, desde la normalidad, como el mallorquín destrozó los estereotipos de que, más allá de la arcilla, los españoles podían trascender en el deporte de la raqueta en cualquier superficie.

No se entendería a Lamine sin Leo, no se puede entender a Alcaraz sin Nadal. Me encantan los caminos, me fijo en las trayectorias, solo se puede empezar a pensar en grande si alguien te ha enseñado a hacerlo. Ahora si, no nos vengamos demasiado arriba, las trayectorias de Messi y Rafa, cerca de la cuarenta ambos, se explican más allá del talento. Se decodifican desde la constancia, la perseverancia, el trabajo y el control de su círculo más próximo de los pasos a seguir. Celebrémoslo, pero no corramos demasiado, lo tienen todo, pero aún no han hecho nada más que llegar y demostrar que pueden hacerlo sobradamente. Dependerá de ellos y de su entorno que sigan quemando etapas, pero seamos conscientes de la complejidad y magnitud de las expectativas que nos están generando.