Opinión | Tuercebotas

Barça y Madrid: Guerra de guerrillas contra el imperio blanco

Flick debe liderar en medio del caos de gestión del club un nuevo relato futbolístico que plante cara al del neogaláctico Madrid de Mbappé

Flick: "El debut con el Valencia va ser duro"

Hansi Flick habló en rueda de prensa en la previa del partido frente al Valencia / PERFORM

Entre playa, tormentas, fiestas mayores y la apatía estival, ha empezado la Liga. Estas jornadas, que saben a antiguo torneo de verano, son un ejemplo del despropósito organizativo del mundo del fútbol: los puntos valen lo mismo que en otoño, pero hay jugadores de vacaciones, las plantillas no están rodadas y el mercado está abierto hasta final de mes. Los entrenadores saben con qué jugadores cuentan hoy, pero no con quién jugarán después del parón de selecciones de septiembre. Y aun así, hay cuatro jornadas hasta el parón, doce puntos en juego que pueden marcar una tendencia, un estado de ánimo y una (des)ventaja inicial en la clasificación. 

Desde Madrid ya han bautizado este torneo como la Liga de Mbappé. En el arranque, cuesta contradecirlos por el obvio impacto que tiene su fichaje por el Real Madrid. La maquinaria propagandística blanca no necesita, al menos de inicio, desempolvar los vídeos de los arbitrajes de la temporada pasada. Hoy tratan de amedrentar por aplastamiento, contando los goles (aún imaginarios) que marcarán juntos el francés, Vinicius, Bellingham, Rodrygo y las dos joyas imberbes, Güler y Endrick. Es un ejercicio de fútbol ficción, y el primero que lo sabe es Carlo Ancelotti. Ante el Atalanta, única prueba de toque real, el Madrid ganó un título (para variar) y Mbappé marcó (para variar), pero no fue un paseo ni un festival. La memoria es corta, así que, cuando desde Madrid se dibujan ya siete títulos con una hipérbole ronceresca que invita a los rivales casi ni a presentarse, conviene recordar que juntar megaestrellas no es sinónimo de crear un equipo campeón, y que en el fútbol de élite de hoy la victoria es difícil para todos. La reciente Eurocopa, que la ganó una España sin ninguna estrella rutilante capaz de ganar un partido por sí misma, es el ejemplo más reciente, aunque parece que sucedió el siglo pasado

Sin contrapeso

En parte sucede porque el relato eufórico del Madrid no tiene contrapeso. Su interlocutor natural, el Barça, bastante trabajo tiene buscando un relato propio como para construir uno alternativo al del Madrid. Los blancos han ganado mucho más que el Barça en los últimos cinco años, son un club mejor gestionado y saneado, y gozan de una tranquilidad social y mediática en las antípodas de los convulsos tiempos del 1:1 de los azulgranas. El Barça da bandazos, avanza a golpe de riñón, su estrella es el presidente, y Joan Laporta es… Joan Laporta. Tanto ruido, tanta crisis acumulada, tanto esperpento y tan pésima gestión impiden ver árbol a árbol el bosque azulgrana. Lo dijo Hansi Flick en la rueda de prensa previa al debut liguero en Valencia: jugador a jugador, el Barça tiene un muy buen equipo con y sin balón. ¿El mejor de España? A priori no, pero hace dos años ganó la Liga con una plantilla peor. ¿El mejor de Europa? Sin duda no, pero en la Eurocopa hemos visto cómo se puede desenvolver un equipo solidario y bien trabajado en un torneo corto. 

En realidad, nadie sabe a ciencia cierta por qué Xavi no siguió como entrenador, qué fue lo que lo sentenció. Lo de la forma física del equipo es una milonga, humo, y las derrotas y la imagen eran las mismas antes y después de la cena de sushi. El principal debe de su gestión como entrenador quedó en evidencia en el partido de vuelta de la eliminatoria contra el PSG. Tras la expulsión de Araújo, y con dos goles de ventaja en la eliminatoria, el equipo se desplomó, se borró, se quedó sin alma, sin juego y sin relato. Se podía perder, sin duda, pero no enmudecer, entregarle la cuchara al rival y despedirse con un encogimiento de hombros. 

Emboscadas en todo el campo

Eso es lo que busca el abrumador relato madridista hoy: que el Barça ni comparezca en la Liga. ¿Para qué? La resistencia es fútil. Más allá del resultado en Mestalla, tan sólo el primer paso, este es el gran reto de Flick: que el Barça tome de nuevo la palabra, que se presente en el campo y que compita los 90 minutos. Ante el imperio blanco, un bien engrasado combate de guerrillas con emboscadas en todo el campo. Que sepa divertirse con el viento a favor y que sepa sufrir cuando caigan los golpes. El espíritu de equipo, el relato de quiénes somos y a qué jugamos (el real, el del día a día, no el grandilocuente del ADN) es lo que debe escribir Flick, aunque sea con los renglones torcidos de este delirante Barça de Laporta. Si lo logra, habrá Liga, pese al indiscutible poderío blanco y su impresionante maquinaria propagandística.