Opinión | Tuercebotas

Propaganda y realidad en el Barça

Llegó como una estrella y se fue gratis: Gündogan es un ejemplo del caos en la gestión del Barça y de la realidad del club

Gündogan firma autógrafos en su retorno a Manchester

Gündogan firma autógrafos en su retorno a Manchester / ManCityfo

Gündogan, como ejemplo. Hace poco más de un año, İlkay Gündogan fue presentado en el Barça como una estrella. Capitán de la selección alemana de fútbol, hacía poco más de un mes que había levantado la Champions League con el Manchester City. El equipo de Pep Guardiola había intentado retenerlo, pero Gündogan prefirió cumplir su sueño infantil de jugar en el Barça. Llegó al Camp Nou (bueno, a Montjuïc) como el gran fichaje del año, junto a los ‘Joaos’. Lo jugó casi todo (51 partidos, 45 como titular, 4.179 minutos) y marcó cinco goles y dio nueve asistencias. 

En un vestuario de extremos (formado por jugadores o muy jóvenes o muy veteranos, con una clase media de futbolistas que no han demostrado en el campo los galones que ellos mismos y sus voceros se arrogan), el alemán hizo gala de su experiencia, su palmarés y su competitividad extrema. Sus críticas y exigencias enojaron a algunos de sus compañeros. Su sueldo esta temporada descuadraba unas cuentas ya de por sí imposibles. Libra a libra, tal vez era el mejor jugador de la plantilla, con seguridad uno de los mejores. Ha acabado regresando a Mánchester, gratis.

En Barcelona, en lugar de preguntarse por la gestión del club, se publican insinuaciones sobre su dificultad para correr hacia atrás, su supuesta poca predisposición a aceptar el banquillo, su mala relación con Hansi Flick, su edad y su sueldo. Máquina del fango al margen, lo indiscutible es que el fichaje estrella del año pasado, el jugador que lo jugó casi todo con un rendimiento notable, se ha ido del club. Y gratis. ¿Por qué gratis, cuando el City pide millones por Cancelo, por ejemplo? Por el mismo motivo por el que Vitor Roque ha impuesto su voluntad de jugar cedido en el Betis, la peor de las opciones para el Barça: porque el club prima aligerar la masa salarial a ingresar por los traspasos. Y el mercado lo sabe y se aprovecha. 

A una semana del cierre

A falta de los últimos días del mercado, de la plantilla del Barça han salido João Félix, João Cancelo, Oriol Romeu, Marcos Alonso y Gündogan. Sin contar a los canteranos que ascienden al primer equipo, se ha fichado hasta ahora a Dani Olmo y Pau Víctor y han regresado cedidos como Eric García. No puede afirmarse aún si la plantilla es mejor o peor que la del año pasado; el balance corresponderá hacerlo cuando se cierre el mercado, pero a estas alturas sí sabemos algunas cosas: que el Barça sigue sin estar en la regla del 1:1 y que Xavi no mentía cuando dijo que el club no está en disposición de fichar a los jugadores que quiere. Ni Bernardo Silva, ni Kimmich, ni Nico Williams, por citar tan sólo a tres. 

Afirmaciones y opiniones de este tipo son consideradas antibarcelonistas a ojos de la Junta y su abundante claque. De hecho, decir algunas verdades de este tipo fue motivo de despido para Xavi. El Barça de hoy se basa en la exigencia de adhesión sin fisuras y acrítica al líder (Joan Laporta es la auténtica estrella del club), la opacidad informativa (los actos de presentación de entrenador y fichajes parecen ser cosas del pasado) y la difusión de cantidades ingentes de propaganda por tierra, mar, aire y redes. Todo empezó con aquel ‘Ganas de volver a veros’ y después siguió con la madre de los eufemismos, las palancas. Hoy, a una semana del cierre del mercado, aún fuera del 1:1, después de la marcha de Leo Messi, del historial de fichajes de estos tres años, de la larga lista de incorporaciones frustradas, del (mal)trato a Xavi y del caos de gestión que es imposible de ocultar, todavía se escucha y se lee que el optimismo de Jan lo puede todo, que su voluntad no tiene límites, que no hay nada que el presidente no logre. 

Culto a la personalidad

 En política, el culto a la personalidad, la apropiación de la bandera, la opacidad informativa, la exigencia de adhesión acrítica y el uso continuo y pertinaz de la propaganda son rasgos que definen a los regímenes populistas. Son modelos en los que es imposible la rendición de cuentas, se impone el pensamiento mágico, cualquier pequeño logro es presentado como una hazaña y los problemas, o se barren bajo la alfombra o se les pega una patada hacia adelante. El gran líder proveerá. Pero la realidad es tozuda. Y dicta que, detrás de la lona, el Barça hoy es un club decadente que sufre una profunda crisis y que regala a sus mejores jugadores porque no puede permitírselos. Gündogan, como ejemplo.