Opinión

Entre lobos y sanguijuelas

Nico Williams llega a San Mamés

Nico Williams llega a San Mamés / Athletic Club

La inevitable, y por otro lado implacable, irrupción de las redes sociales son una excelente noticia para la libertad de expresión, seguro, pero poco a poco uno va descubriendo que somos tan cretinos, que desgraciadamente no existe libertad si no existe identidad. En lo que a la información periodística se refiere, y en esas redes sociales, encontramos cuatro tipologías de usuarios bien diferenciados:

Dos tipos de emisores y dos tipos de receptores opinadores. En el primer segmento, comunicadores que firman con nombres y apellidos (o marcas periodísticas conocidas), y que, al hacerlo, ponen su buen nombre al servicio del consumidor, y por lo tanto su información queda avalada por su identidad e imagen pública. El segundo informador es el anónimo, una tipología que, al no identificarse, incrementa la posible desconfianza del usuario al desconocer origen y fuente exacta de cuanto vierte.

En el segmento de los que gustan de opinar sobre la información de otros, exactamente igual, encontramos los que lo hacen bajo su propia identidad (pueden ser críticos, pero suelen ser respetuosos al mostrase sin temores), y los que lo hacen desde el anonimato o escondidos en nombre falsos (sin duda el grupo más numeroso) y donde entre algunas buenas personas, se agazapan miles de lobos y sanguijuelas.

Este verano, hemos podido comprobar en todos los ámbitos digitales el grado de crispación reinante, y en lo que a futbol se refiere, y centrándonos en el gran serial de estas vacaciones, el caso Nico Williams, el nivel absolutamente ruin, soez e indecente que vomitan las redes (especialmente del último segmento comentado) cuando las noticias que han ido apareciendo sobre el jugador navarro no eran del agrado del receptor.

Miren, los que informamos del día a día a partir de fuentes del todo fiables, no somos los culpables de su contenido. Un servidor pensaba que ya no vivía en tiempos de Tigranes (que mataba a los mensajeros que le informaban sobre la llegada de Lúculo u otros enemigos), pero me equivocaba, la red es mucho más feroz y sanguinaria que la Grecia descrita por Plutarco, y eso sí, desde el anonimato más ruin y cobarde, los editores debemos acostumbrarnos a recibir de forma impune todo tipo de vejaciones e insultos.

¿Así lo quieren? Así sea, pero todos aquellos que piensen que acallarán la información cierta con insultos y amenazas, que se pongan en fila india de a dos… No solo no nos van silenciar, sino que, al menos en mi caso, aún tengo mucha verdad que compartir.

Y es que, en la armonía del engaño, para algunos, la verdad resulta revolución.

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