Opinión

Flick solo tiene una obligación

El banquillo del Barça es una silla eléctrica que se activa con los vaivenes de la entidad

Flick, enamorado de Barcelona

Hansi Flick, durante un entrenamiento en la Ciutat Esportiva

Hansi Flick, durante un entrenamiento en la Ciutat Esportiva / DANI BARBEITO

Mientras el club está centrado en ordenar todo lo que tiene que ordenar para que todo aquello que tiene previsto se haga realidad, Hansi Flick sigue a su bola, que es de lo que se trata. Se le vio codo con codo con Deco frente a un portátil y posando junto a Laporta. Y saludando a Balde en sus primeros días en la Ciutat Esportiva, donde también coincidió con Araujo y Pedri. O descubriendo la jerarquía de Iñigo Martínez en cada entrenamiento.

Flick, que no tiene previsto hablar castellano a corto plazo, sí ha tenido tiempo de empezar a entender qué es lo que se cuece en un mundo tan extraño como el blaugrana para alguien que no pertenece a él: “¿Debo explicárselo a todo el mundo?”, cuestionó en su primera entrevista en ‘Barça One’ cuando le preguntaron por su estilo de juego. Sí, Hansi, así es. Incluso habrá gente que lo más redondo que ha visto es un piano que se atreverá a decirle cómo debe jugar su equipo. Todos sus predecesores, posteriores a Pep Guardiola, han sufrido la soberbia de quien se cree más sabio que los profesionales del balón.

Cuando deje de sorprenderse, lo mejor que podría hacer es es apagar el móvil y salir a cenar con sus colegas, que también son sus ayudantes en el Barça. Hansi no habla castellano ni falta que le hace. Tampoco quienes han probado fortuna en Qatar o China hablaban árabe o mandarín cuando llegaron allí porque quienes les firmaron lo hicieron para que introdujeran matices que el idioma autóctono no reconoce. Con el balón, no ante la prensa. 

Porque de eso y nada más que de eso se trata. El relato de Flick es el de alguien limpio de ismos, oxigenado, sin toxicidades corrosivas. En ese sentido, Hansi recuerda un poco a Frank Rijkaard, que duró poco, seguramente demasiado poco, en un Barça por el que pasó dejando una huella imborrable. Suya es la segunda Champions, catorce años después de la primera en Wembley. Suyo es el mérito de ser uno de los pocos entrenadores que el entorno respetó. En parte porque siempre dio la sensación de estar de paso. Como si el resto pudieran eternizarse en el cargo en un club tan inestable como el Barça. 

Rijkaard duró poco porque los entrenadores en el Barça deben durar poco. Así está escrito a lo largo de los 125 años de historia de la entidad. El técnico más longevo fue Jack Greenwell (nueve temporadas y media de enero de 1913 hasta el final de la temporada 1922-23 y dos temporadas más de 1931 a 1933). Le sigue Johan Cruyff, que estuvo ocho temporadas (de 1988 a 1996, cuando fue cesado a dos jornadas para acabar el curso). El banquillo del Barça es una silla eléctrica que se activa con los vaivenes de un club en constante ebullición. Asumida esta realidad, lo único que no puede permitirse Hansi Flick es no ser fiel a sí mismo.