Opinión

La extinción de los fieles

Joan Laporta, en el palco antes del FC Barcelona Rayo Vallecano

Joan Laporta, en el palco antes del FC Barcelona Rayo Vallecano / Valentí Enrich

Creer es un acto de fe. Yo, que me dedico a construir marcas, siempre digo que la Iglesia católica, en occidente, es la mejor marca que se ha creado. El mejor relato, la biblia. Un espectacular punto de venta, sus iglesias. Un gran logo, la cruz. Un uniforme corporativo impresionante, la vestimenta de los curas. Pues el Barça, como muchos otros grandes equipos de fútbol, podrían acercarse a ese relato siendo pequeñas sectas. Sus estadios, camisetas, escudos y dirigentes se han construido con casi la misma diligencia y significado que las religiones. Porque el fútbol en sí mismo, para muchos, es un credo. El Barça, més que un club.

Ese acto tan irracional que nos hace ser de un equipo de futbol de forma tan aférrima como creemos en un Dios confiere a los mandatarios un áurea de semidioses. Ahí es donde Laporta siempre había reclutado la mayor parte de sus fieles, entre los que creen que el amor a unos colores es un acto dogmático y los que piensan que sus presidentes son los pontífices de los clubes. Obviamente, no hay como tener el altar para someter a los creyentes con homilías semanales y arengas continuas a los que no siguen su ideología. Jesús Gil, Lopera, Del Nido o Lendoiro construyeron ese relato en otra época. Mejor no volver a ese fútbol, ni a su significado. En el fútbol actual, los directivos o los accionistas pierden protagonismo frente a los entrenadores o los deportistas. Nadie sabe quién es el presidente del United, del City o del Chelsea, cuesta saberlo del Bayern o del Leverkusen, y de la nueva era, el que va peor, el PSG, es el más reconocible en ese sentido.

A los tres meses de la victoria de Laporta, si a los culés nos hubieran hecho decidir entre Messi y Jan, ¿qué habríamos elegido? Si nos volvieran a preguntar hoy ¿sería el resultado muy distinto? En una encuesta publicada esta semana, a los culés ya les preocupaba más la economía de la entidad y el mismísimo presidente que ningún otro aspecto del Barça. Añadan un artículo de Manel Pérez, siempre veraz, bien informado y diligente en temas económico-empresariales, una pluma que deja la sección de economía para saltar a las páginas de deporte cuando suficientemente importante, alertaba de como se había parapetado la operación de la salida a bolsa de Barça Studios, que finalmente ha acabado en un fiasco que, por cierto, era bastante previsible.

La situación económica, pese a las promesas de cuadrar los números de esta temporada, no pinta bien, subterfugios aparte. La gestión profesional es inexistente en todos los ámbitos. Vamos a ver como evolucionan las obras del estadio. Las secciones están en deconstrucción selectiva. No ha empezado la temporada y es difícil ser creyente, que entre la pelotita gracias al liderazgo de un niño de 16 años, parece que será la única opción que puede mantener a Laporta hasta el fin de mandato.