Opinión

Contagiar felicidad, el concepto

Dani Olmo debutó en Vallecas con el Barça

Dani Olmo debutó en Vallecas con el Barça / LAP

Abracémonos a la alegría y al desenconsertamiento que destila la Grada Jove del vestuario del Barça. Dicen los expertos que no hay nada mejor que respirar aire limpio, caminar a buen paso y evitar ingestas físicas y emocionales negativas para limpiar las arterias y la mente. La sangre que corre por las venas de unos jóvenes que apenas rozan la mayoría de edad, su puesta en escena desacomplejada y los conductos libres de grasa enquistada son, hoy por hoy, lo más sano que puede respirarse en Can Barça. Aún cuando subir la montaña de Montjuïc pueda significar una décima más de aire puro, el barcelonismo no se adapta al espacio y sabe que regresar al Camp Nou supone volver a casa y revolver las emociones dormidas. El estadio sumará aún más puntos. Paciencia.

Los que no la tienen son los chavales, que ven en la oportunidad el escaparate merecido a su trabajo. Ayer, la media de edad del banquillo del Barça no superaba los veinte años. Ahí estaba también Dani Olmo, que el sábado veía el partido desde la grada y acabó debutando tras el descanso debido a las carencias del equipo en la primera mitad. Casi le pitan un penalti, estrelló un balón en el travesaño, marcó un gol y le dio alas a un equipo que estaba prácticamente KO. Otro producto de La Masía que, con veintiseis años, ha vuelto a casa tras buscarse la vida más allá de la frontera. La conexión con sus compañeros fue total. Ha respirado el mismo aire dentro y lo ha enriquecido fuera. Se le ve feliz y, como el resto de esta generación con la que vamos a convivir los próximos tiempos, contagia felicidad y es sano como una manzana.

Juventud, divino tesoro. Otros se impresionarían, enloquecerían, perderían el norte o se abrazarían a las farolas de la fama puntual. Los que ya llevan un tiempo de calidad con Flick, los que han saltado al campo como titulares o con minutos más tarde y los que ya atesoran títulos personales y grupales a nivel internacional tienen muy, muy, muy claro que el presente del Barça pasa por ellos. Mención aparte merece Marc Bernal, que un partido más cuajó una actuación notable. Su segunda mitad ante el Rayo fue un escándalo. Detalles de clase, control y buena toma de decisiones fueron la tarjeta de presentación que regaló a Vallecas. Dejó al equipo con diez por culpa de una lesión en la rodilla que nos dejó a todos con el corazón encogido e hiperventilando por mor de ese final de infarto.

No podemos decir lo mismo de otro post adolescente, Vitor Roque, que ha pasado un vía crucis y se marchó llorando a Sevilla. El Betis le ha recibido con los brazos abiertos y, con un poco de suerte (lo escribo como si me lo dictara Deco), el barcelonismo olvidará una de las operaciones más lamentables de los últimos años. Tiempo tiene el chaval -y ahora, también espacio- para demostrar, cuando menos, una tercera parte de la inversión. Nadie le echará de menos, máxime cuando los de Flick llevan nueve puntos de nueve posibles a pesar de tener que remar contra corriente y de pasajes futbolísticos infumables. Pero algo ha cambiado y no me refiero solo al físico, que también. Unos a otros se contagian ilusión, solidaridad y son conscientes que esta temporada va ser de mucho sacrificio y poca belleza. Eso sí, nos está dejando momentos como el vivido ayer con Dani Olmo por los que vale la pena sufrir antes para ser tan felices después.

Carme Barceló

Periodista

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