Opinión

Cuando coinciden la velocidad y las tortugas

Mbappé junto a Florento Pérez

Mbappé junto a Florento Pérez / SPORT.es

Recuperándome aún de 48 horas de celebraciones en la capital, me dispongo a escribir este artículo con los ecos de la fiesta de la Eurocopa y de la llegada de Mbappé. Lo hago desde la altura y la perspectiva que me conceden la ubicación y la edad, respectivamente. Mi hotel está al pie de la estación de Atocha y convivo con la resaca del ‘Cucurella que se bebe una Estrella’ y los ríos de seres humanos que se dirigen al Santiago Bernabeu. Un abrazo cariñoso a la empresa cervecera catalana que ha inspirado al ‘tiktoker’ y un reconocimiento a la firma capilar que, rápida, contrató al jugador e inventó un estilismo que privó a ciertas masas de la icónica melena del catalán teñida de rojo.

En menos de doce horas, Madrid recibió a los ganadores del torneo europeo y al nuevo galáctico de Florentino. Todo a coste cero. Como el poder disfrutar de los éxitos de La Roja, con millones de espectadores que no han tenido que pagar por seguir a este combinado de futbolistas cada uno de su padre y de su madre y de calidad contrastada. Acceder de forma gratuita a las redes sociales y a los partidos de la selección orquestada por Luis de la Fuente ha conseguido algo que no se producía desde los éxitos de los Puyol, Xavi, Iniesta, Piqué o Cesc. Si el fútbol es el opio del pueblo, colocados y colocadas (interesante el dato de la participación femenina en las celebraciones) no han querido perderse la fiesta. Florentino Pérez colgó el cartel del ‘sold out’ en el sonoro Bernabeu cuando ofreció a coste cero acceder a la presentación del profesional del fútbol que más le ha hecho esperar para rubricar una firma. Nunca es tarde para vivir la realidad del pueblo llano, presidente.

Pocas horas han separado los montajes de la presentación del jugador que se enfrentó a la extrema derecha francesa y la de los futbolistas de la selección española. Amparados estos por La Cibeles, el alcalde de la capital y los invitados reales y de a pie que acogió Almeida en las bambalinas del Ayuntamiento, aparecieron en el escenario los protagonistas de la Eurocopa. Me debatí entre la vergüenza ajena y la empatía, yo confieso. Eso sí, siempre dentro de ese mismo ‘pantone’ en el que no todos los que aplaudieron el éxito deportivo se sienten identificados. El maestro de ceremonias, Alvaro Morata, a la par que presentaba el acto firmaba su contrato con el AC Milan. Visibilizó lo duro que ha sido el camino en España, sus problemas de salud mental y su agradecimiento a Iniesta y Bojan. A toda velocidad ha salido del Atleti pero abanderó, micrófono en mano, la alegría del triunfo y, sobre todo, visibilizando la convinencia tan positiva que ha sumado en pos del éxito y la pluralidad que caracteriza a este equipo que hizo que, de forma natural, engancharan con mucha gente. También a toda velocidad. Porque fue en cuestión de días (y de resultados) que los Lamine Yamal, Nico Williams y demás se convirtieran en el perejil de todas las salsas. Ellos y lo que representaban más allá del césped.

A otro ritmo, infinitamente más lento, ha aterrizado Mbappé en Madrid. La ‘tortuga’ ha llegado a un ritmo que solo pueden justificar los allegados. Cinco años (siete, desde el ‘flechazo’) y un ‘tic tac’ que ha marcado esos tiempos desde ‘El Chiringuito’ de Josep Pedrerol ha sido el ‘via crucis’ vivido por el madrismo hasta poder ver al francés vestido de blanco. Las paradojas de la vida y del destino hacen que, en el calendario, coincidan tres personas que cuentan con un pasado muy duro y un presente que los coloca en el primer plano de la realidad social y de un proceso digestivo que en el distrito 08025, que es el mío, llevamos la mar de bien.