ELECCIONES EUROPEAS 9J

El debate de RTVE se convierte en un todos contra Ribera marcado por las tensiones de la política doméstica

Los candidatos se han centrado más en marcar perfil contra los competidores directos de su bloque ideológico y en polarizar con los del contrario que en contrastar propuestas. Los asuntos de la política doméstica o en clave nacional se imponen, pese a un amago de tregua en el caso Begoña Gómez

La campaña de las elecciones europeas ha estado marcada por un acento en clave de política doméstica y el debate electoral en RTVE ha sido una réplica resumida en 120 minutos. Desde el primer bloque, dedicado al modelo de Europa propuesto por las diferentes formaciones, los asuntos que se convirtieron en protagonistas fueron la ley de amnistía, los acuerdos de investidura de Pedro Sánchez o los de PP y Vox y la posición del Gobierno en el conflicto entre Israel y Palestina. El formato a nueve tampoco ha ayudado al contraste de propuestas, con los candidatos más centrados en marcar perfil contra los competidores directos de su bloque ideológico y en polarizar con los del contrario a través de monólogos que en contrastar propuestas de sus programas para la próxima legislatura en el Parlamento Europeo.

En la izquierda, tanto la candidata de Sumar, Estrella Galán, como la de Podemos, Irene Montero, agitaron la condena del "genocidio" en Gaza frente a una candidata socialista que no se atrevió a llegar a tanto. “Quiero pedir una condena firme por el genocidio firme por el genocidio que está sufriendo Palestina”, defendió Galán sin obtener respuesta de la vicepresidenta tercera Teresa Ribera. Tampoco cuando le reclamó no olvidar de la agenda europea la causa saharaui. En fiscalidad y agenda verde también marcó distancias con los socialistas con exigencias de elevar el listón frente a una moderación que asoció a Ribera: "Hay que ser firmes para no beneficiar a grandes oligopolios".

Montero, ataviada con una kufiya palestina, afeó incluso por insuficiente la intervención de España en el proceso contra Israel en la Corte Internacional. De ahí que retase a la cabeza de lista de los socialistas a responder si consideraba o no un genocidio lo sucedido en Gaza. Ribera se negó a responder, se limitó a defender que España “está en el lado correcto de la historia” y, sobre todo, centró su discurso en acusar al PP de sus pactos con Vox para acabar de “convertirse en ultraderecha”.

La cabeza de lista de los socialistas logró ocupar por momentos un lugar central en el debate, siendo objeto de los ataques a derecha e izquierda, y visibilizarse así como la principal competidora en unos comicios que los populares han querido plantear como un plebiscito. Apenas entró a responder a sus contrincantes, pese a las repetidas alusiones, combinó por momentos su perfil técnico con un tono más político y se enfocó en cuestionar al principal partido de la oposición. Desde su bloqueo a la renovación del CGPJ, a su política de alianzas para retroceder a una "Europa en blanco y negro".

Fue la propia vicepresidenta tercera quien sacó de forma indirecta el caso Begoña Gómez al acusar al PP de centrar todo su programa "en una denuncia falsa de un grupo ultraderechista". Pese a protagonizar la recta final de campaña la investigación por corrupción a la mujer del presidente del Gobierno, apenas se convirtió en arma arrojadiza durante el debate electoral.

En la derecha, el candidato de Vox, Jorge Buxadé, trató de marcar perfil frente al PP, a quien acusó de “votar lo mismo el 90% de las veces” en el Parlamento Europeo y ser más duro en sus ataques a los independentistas, principalmente a Junts. “Hace falta un voto patriótico muy fuerte para traer a Puigdemont”, reclamó. La candidata popular, Dolors Montserrat, trató de rehuir los cara a cara con Buxadé y buscarlos constantemente con Ribera. Desde la economía, la regulación migratoria, la fiscalidad o, para darle la vuelta, la máquina del fango: “bulo es mentir a los españoles” por pactar la amnistía “con alguien que tiene lazos con Putin”.

En materia de inmigración, la candidata popular fue contundente defendiendo la “expulsión” de la UE “de aquel que venga a delinquir”. Jordi Cañas, de Ciudadanos, se esforzó en vano por llevar el debate a los “problemas reales” de los españoles y buscó su espacio incidiendo en medidas concretas. La cabeza de lista de Coalición por una Europa Solidaria (PNV, CC, El Pi), Oihane Agirregoitia, fue quien más se preocupó por profundizar en sus ideas fuerza, sin entrar al choque, poniendo el acento en las políticas industriales, fondos europeos y PAC.

Entre ERC y Junts hubo guante blanco hasta el ecuador del debate. La cabeza de lista de Ahora Repúblicas (ERC, EH Bildu, BNG, Mès), Diana Ribas, compitió con los posconvergentes desplegando un discurso más identitario que social, desde su propuesta estrella de defender el derecho de autodeterminación en la UE al uso del catalán como lengua oficial. Ribas también aprovechó los impuestos para marcar distancias con Junts y, sobre todo, en materia de inmigración.

Duelo Junts-ERC

"En temas de inmigración y asilo no nos encontraréis a vuestro lado, no lo compartimos en absoluto", remarcó la candidata republicana. Sarri se limitó a defender una regulación migratoria, a través del reparto de la "carga" de refugiados entre los Veintisiete, y en reivindicar el traspaso a la Generalitat de las competencias en inmigración.

Los posconvergentes estuvieron representados por el número tres de la lista, Aleix Sarri, al no poder acudir por estar huido de la justicia su candidato, Toni Comín, se arrancó defendiendo la Europa “del Tribunal de Derechos Humanos, no la de [Pablo] Llarena”, el juez instructor del 'procés'. Tras ello fijó como idea fuerza la aspiración a convertir a Cataluña en un nuevo miembro de la UE como Estado independiente y trabajar por políticas que "digan no a la represión".

Las principales tensiones se produjeron con Buxadé como con protagonista. Tanto a la izquierda, después de que Montero lo acusase de “fascista” -más tarde lo llamó "racista"-, y con quien tuvo diferentes rifirrafes, como al arco independentista. Tras mostrar una imagen del “casoplón” de Carles Puigdemont en Waterloo y acusarlo de “crímenes contra españoles”, el número tres de la formación posconvergente lo señaló como “un poco franquista”.