El Atlético sigue siendo invencible en casa

Los goles de Riquelme y Morata doblegaron al Alavés y elevaron a 14 la racha de triunfos de los rojiblancos como locales

Los babazorros mejoraron tras la entrada de Hagi, pero el gol de Guevara llegó demasiado tarde

Riquelme celebra el tanto inaugural junto a sus compañeros

Alberto Teruel

Jugar en casa es garantía de victoria para el Atlético de Madrid. Los goles de Riquelme y Morata en la primera parte fueron suficientes para conseguir los tres puntos ante el Alavés y elevar a 14 su racha de triunfos como local, igualando el mejor registro de la historia del club. Este resultado, además, permite a los rojiblancos asaltar la tercera posición de la clasificación.

El Atlético, animado por los incentivos que ofrecía la victoria, no se dejó nada en el tintero. Desde el pitido inicial, los ataques de los rojiblancos fueron incesantes, y sólo la falta de acierto pudo retrasar la llegada del tanto inaugural. Mario Hermoso estuvo cerca de conseguirlo a la salida de un córner, y a Saúl se lo quitó de las botas Sedlar con una intercepción providencial.

Pero el fallo más doloroso fue el de Morata que, en boca de gol, mandó su testarazo por encima del travesaño. Lejos de hacerse cruces por la ocasión desperdiciada, el internacional español dio un paso al frente, y terminó siendo protagonista en los dos goles que estaban por llegar antes del descanso.

Primero, se puso el traje de asistente para encontrar a Riquelme en la esquina contraria del área. Pudo parecer que el centro iba algo pasado, pero 'Roro' logró acunarlo con el pecho antes de dar rienda suelta a su calidad. Con el balón ya en su poder, el atacante fintó a Gorosabel antes de superar a Sivera por el palo corto.

Parecía que el Alavés podría contener la hemorragia antes del descanso, pero Morata volvió a hacer acto de presencia, esta vez como actor principal. Aprovechando un buen pase en profundidad de Koke, se deshizo de Sedlar con un recorte antes de imprimir una rosca diabólica en su golpeo, que se clavó en la escuadra izquierda de la portería.

Con el partido bajo control, el Atlético bajó el pistón. Más allá de la electricidad que imprimía Griezmann a cada jugada, apenas se contabilizaron llegadas sobre la portería de Sivera, y el Alavés vio un resquicio en esta pasividad para tratar de revertir el resultado. Hagi, recién entrado al terreno de juego, inquietó por primera vez a Oblak.

La ocasión del hijo del mítico Gheorghe Hagi sirvió como aviso para los rojiblancos, que entendieron que el encuentro no estaba cerrado. La sentencia pudo llegar después de un contragolpe conducido por Llorente y finalizado por Griezmann, pero Muñiz Ruiz señaló falta del español sobre Duarte antes de que la acción finalizase, impidiendo que el VAR pudiese intervenir para rectificar su decisión.

La decisión fue controvertida, y despertó el sonido de viento en el Metropolitano. Las protestas, sin embargo, no se extendieron mucho, pues Nahuel Molina volvió a poner el foco sobre el césped con un zapatazo al que Sivera respondió con reflejos felinos.

El guardameta babazorro volvería a ser protagonista al detener un contragolpe culminado por Riquelme, y el Alavés respondió al instante con una nueva ocasión de Hagi que no acabó en gol de milagro. El partido comenzó a convertirse el un correcalles, por lo que el Atlético aplicó anestesia para que su récord de victorias como local no corriese peligro. Minimizó daños, pero no pudo evitar que el disparo de Guevara en la frontal se convirtiese en gol. Por desgracia para los vitorianos, este llegó demasiado tarde.