Alberto Álvarez a su regreso a España tras el tiroteo de su bus en Ecuador: “No vuelvo a trabajar allí”

“Tato” llegó con otros cinco compañeros más al aeropuerto de Peinador a las 08.00 horas

”Fuimos a Guayaquil en autocar, con dos coches con gente armada delante y dos atrás, y aún así, cuando pasaba una moto, temblabas”

Alberto Álvarez delante de su casa en Cangas

Alberto Álvarez delante de su casa en Cangas / Julio Santos Álvarez

Juan Calvo

Tras once horas de viaje, Alberto Álvarez “Tato” (47 años) llegaba a Madrid. Eran cerca de las 05.00 horas del domingo cuando el vecino de Cangas, que, junto a otros 33 gallegos (tes cangueses más y uno de Marín) y un vasco que viajaban en el autobús que fue tiroteado la semana pasada en Ecuador, cuando realizaba el trayecto de Posorja-Playas, llegaba al aeropuerto de Adolfo Suárez-Barajas.

En ese momento nos anunciaba su pronta llegada a Vigo. Una hora y media de transbordo y ya estaba al aeropuerto de Peinador a las 08.00 horas aproximadamente. Fue su hijo de 20 años quien lo fue a recoger. No había honores, ni autoridades. Todo fue en el más estricto anonimato. Eso sí, “Tato” comenta que algunos compañeros cuando llegaron a Madrid “hicieron como el Papa, besaron el suelo”.

Esta vez en el trayecto que realizaron en autobús para llegar al aeropuerto de Guayaquil no hubo ningún tipo de asalto. El vehículo iba escoltado como si se tratase del coche oficial del presidente de EE.UU: dos coches por delante con gente armada y dos por detrás. Dentro del autobús, también escolta privada, relata Alberto Álvarez. Comenta que, aún así, no estabas tranquilo: "Veías pasar unas motocicletas y ya te ponías nervioso. Pensabas que el asalto se podía repetir”.

Deshaciendo las maletas nos iba comentando su peripecia, la pena que por una parte le produce dejar así el barco, pero está convencido de que la decisión tomada de regresar fue la adecuada. “Nos ofrecieron quedarnos en una villa que tiene la empresa. Pero eso sería como una cárcel. Ya era difícil vivir siempre rodeado de escoltas y que si salías del hotel era por tu cuenta y riego, como para hacerlo en una villa”.

Alberto Álvarez tiene seguro que no repite la experiencia. “No tengo ningún propósito de regresar allí. Lo que ocurrió fue como en una película. Al principio no eres consciente de lo que estaba pasando. Escuchaba impactos de balas de ametralladoras en el autobús y, sin bien, parecía que los disparos de los tres motoristas que trataban de asaltar el autobús, no se dirigían hacia nosotros, sino contra el conductor y contra las ruedas, fueron 15 minutos de persecución terribles. No dabas crédito a lo que pasaba. Nos salvamos por los escoltas, pero también por la pericia que demostró el conductor, que a él si le pasaban las balas silbando. Los escoltas le gritaban, ¡arróllalos, arróllalos!”.

Ahora pienso en darme un capricho e ir unos días de vacaciones

Recuerda que el día que tuvo lugar el asalto, el autobús recorría una carretera secundaria, muy oscura. Afirma que es un país de contradicciones. “La gente que de allí que trabajaba con nosotros es encantadora, como los que nos trataban en el hotel. Se desvivían para hacernos la vida agradable. Sin embargo después te encuentras con estas bandas que se dedican a extorsionar a las empresas. Hay muertos casi todos lo días. El día anterior al asalto del autobús habían matado a dos policías. Conocíamos casos de españoles a los que les habían obligado a ir al cajero y sacarles todo el dinero que podían. Lo fácil es que si salías del hotel por tu cuenta estuvieras poniendo en peligro tu vida. Nosotros, los españoles, somos un caramelo para estas bandas. Y son gente muy joven quienes forman parte de la banda. Lo pudimos comprobar en el asalto al autobús", explica.

“Tato” asegura que la empresa armadora les pedían que se quedaran : “¿Con qué ánimos te vas a quedar allí?Es imposible. Todos nos negamos. Vas allí a ganar cuatro duros y una bala mal tirada te puede matar” , manifiesta el Alberto Álvarez, que ya está tranquilo en su casa de Cangas.

Nos avisa de que aún no tuvo tiempo, pero que tiene pensado pegarse un capricho y, también, coger unas pequeñas vacaciones, para olvidar un poco lo que sucedió en Ecuador, aunque aún rebota en su memoria

El grueso de la expedición llegó por Oporto

Prácticamente nadie quiere hablar de lo sucedido. El cangués Alberto Álvarez es uno de los pocos que se atreve a hacerlo. Hay como una especie de ley del silencio.

“Tato” considera que debe hablar de lo que pasó. Él que es de un pueblo marinero, nos recordaba lo que pasaba con los piratas en el Índico, donde los barcos tenían que llevar también escoltas, hasta que se hizo público lo que allí ocurría y los asaltos piratas descendieron.

Dentro de lo malo, ningún obrero de los que viajaban en el autobús resultó herido. Son trabajadores del naval, en su mayoría de Vigo, también alguno de Ribeira, de empresas de carpintería naval, mecánica, electricidad y pintura del muelle de reparaciones de Bouzas y del polígono de Caramuxo que trabajan habitualmente en Ecuador.

Alberto Álvarez es autónomo. “Tato” y cinco trabajadores más llegaron a Vigo a través de Madrid por la mañana.

El resto, según comenta el cangués, estaba previsto que lo hicieran por Amsterdam y de allí al aeropuerto de Oporto. La hora prevista de llegada era las 18.00.

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