De Azerbaiyán al mundo

El Qarabag FK, con sede en Bakú, es la representación de un territorio que lucha por hacerse un hueco en la esfera internacional. Jugar en Europa es clave

Azerbaiyán se identifica con el Qarabag y es su principal símbolo patriótico en Europa

Futbolistas del Qarabag celebrando un gol

Futbolistas del Qarabag celebrando un gol / EFE

Adrià Soldevila

Adrià Soldevila

"Los azeríes se han dado cuenta recientemente de que Azerbaiyán era un país invisible”. Albert Espinal, historiador catalán afincado en Bakú desde 2019, puede hablar libremente y ser crítico con las instituciones y el funcionamiento de Azerbaiyán. Sabe que nunca le van a investigar, ni siquiera le pondrán una multa por desorden público, algo habitual y ciertamente arbitrario en el día a día de la capital del país.

Aunque sea oficialmente una democracia, Azerbaiyán tiene limitada la opinión pública. “Incluso te puedes poner en un problema si haces fotos por la calle”, dice. Pero ese estricto control no se aplica a los extranjeros como Albert. Para el Gobierno la imagen internacional es sagrada. No se puede dar un paso en falso a estas alturas. No sin antes situar al país entre los más influyentes del mundo.

Azerbaiyán trabaja sin cesar para hacer llegar su bandera a todo el planeta. Pretende ganar poder en la esfera internacional, tal y como han hecho Catar o Arabia Saudí en las últimas décadas, y lo hace sin inventar nada nuevo.

Aplicando las mismas estrategias que sus países próximos, el Gobierno azerí utiliza el deporte para traspasar fronteras. “No sabremos nunca cuánto dinero destina la administración pública a las federaciones deportivas”, cuenta Espinal. Y es que, para esta república, el deporte es lo único que los puede hacer reconocidos en el extranjero en un periodo de tiempo relativamente corto.

Es por ello que Azerbaiyán se volcó hace poco más de una década en el Qarabag Futbol Klubu, el único club del país capaz de participar asiduamente en las competiciones más importantes de Europa. Además, el Qarabag no es un club cualquiera. De hecho, su nombre lo debe a la región caucásica del Karabaj.

Su parte más montañosa, el Nagorno Karabaj, es un territorio fronterizo con Armenia convertido por los armenios en país de facto al que llaman Artsakh, pero oficialmente reconocido como una región de Azerbaiyán.

Desde este martes 13 de septiembre, Armenia y Azerbaiyán vuelven a estar en guerra por su soberanía. Una guerra que tuvo su punto más crudo entre 1988 y 1994 y que en 2020 revivió tras una larga época de tensión.

Ese repunte de 2020 duró poco menos de dos meses y no tuvo afectación fuera del territorio del Nagorno Karabaj. “La diferencia con aquel otoño es que los bombardeos se produjeron allí. Ahora ya se bombardean entre menia y Azerbaiyán”, comenta el historiador catalán.

Precisamente, el Qarabag FK es originario de esa zona. Nació en Agdam, una de las principales ciudades del Karabaj, en 1951, bajo la denominación de Mehsul. Pero el conflicto bélico por el Nagorno Karabaj le obligó en 1993 a exiliarse a la capital, Bakú, y lo convirtió en un club refugiado y con un gran simbolismo.

Desde su primera presencia en competiciones europeas, en 1996, el Qarabag es el orgullo de Azerbaiyán. No solamente por llevar al país a competir por todo el continente, sino porque con su nombre –adoptado en 1987– reivindica un territorio que los azeríes consideran robado.

EXILIO EN 1993

A nivel internacional, el Nagorno Karabaj es oficialmente azerí. De hecho, su nombre está escrito en ruso y turco. Nagorno significa “montañoso” en ruso, mientras que Karabaj se traduce del turco como “jardín negro”.

Con la caída del Imperio Ruso en 1917, Georgia, Armenia y Azerbaiyán se independizaron. Los dos últimos se declararon la guerra por el Nagorno Karabaj casi al instante, un conflicto que duró hasta la creación de la Unión Soviética en 1922.

Fue precisamente Moscú quién decidió que el Nagorno Karabaj se adscribiera a Azerbaiyán pese a tener una población mayoritariamente armenia. Ante la debilidad de la URSS, en 1988, armenios y azeríes volvieron a la carga. Esta vez de una forma brutal. La guerra dejó más de un millón de refugiados y provocó el éxodo de azeríes en territorio armenio y de armenios que vivían en Azerbaiyán.

Fue entonces cuando Agdam, la ciudad en la que disputaba sus partidos el Qarabag FK, quedó destruida. El equipo seguía jugando partidos en el estadio de Imaret bajo el sonido de los misiles. Incluso alguno cayó cerca del recinto. Pero el 23 de julio de 1993, Agdam desapareció. Las bombas armenias la arrasaron por completo y provocaron la huida de más de 40.000 azeríes, incluido el Qarabag, su principal representante deportivo. De hecho, acababa de ganar la liga de Azerbaiyán y no lo pudo celebrar ante su afición por la escalada bélica que había destruido por completo su ciudad.

En ese momento, el Qarabag se marchó a Bakú, una capital que lo recibió con los brazos abiertos y que lo impulsaría años después a ser la referencia del país. “El Gobierno se agarra al Qarabag FK como una de sus grandes atracciones a nivel internacional”, comenta Espinal.

DEPORTE COMO MARCA

Una de las estrategias de Azerbaiyán para ganarle el relato internacional a Armenia se basa en la expansión del deporte local a escala mundial. “Armenia actúa en otros frentes”, explica el historiador.

Pero los armenios iniciaron su hoja de ruta mucho antes y por ello les llevan ventaja. “Desde la disolución de la URSS, los armenios han hecho piña y frente común. Luchan por una misma causa. Y lo hacen aportando fondos desde cualquier parte del mundo. Los azeríes no han hecho nada, siempre han sido más individualistas”, manifiesta Espinal, que considera que Azerbaiyán llega muy tarde a la batalla por el relato: “La causa armenia siempre ha trabajado en una misma línea: defender que el Nagorno Karabaj es armenio. Los azeríes, hasta hace relativamente poco, no se han dado cuenta de que no estaban jugando sus cartas en la arena internacional. Estaban muy acomplejados y se pasaban el día hablando del lobby armenio, hasta que se dieron cuenta de que Azerbaiyán era un país invisible”.

A partir de la celebración del festival de Eurovisión de 2012, tras ganar en 2011 con la canción Running Scared de Ell and Nikki, Azerbaiyán reivindica su lugar en el mundo. De la misma forma que hizo Catar con los Juegos Asiáticos de 2006, el Mundial de Balonmano de 2015, algunas Supercopas de Italia o la próxima Copa del Mundo de fútbol, Azerbaiyán también ha luchado por convertirse en la sede de varias competiciones deportivas.

Los expertos en diplomacia lo llaman ‘sports place branding’, es decir, marca de lugar deportiva. Crearon los Juegos Olímpicos Europeos, a la vez que los Islámicos, pese a que ninguno de los dos tuvo repercusión internacional, y alcanzaron su mayor éxito albergando la final de la Europa League 2018-19 entre el Chelsea y el Arsenal. Un partido marcado, precisamente, por el conflicto con Armenia. Hasta el punto de que Henrikh Mkhitaryan, centrocampista armenio en aquel momento en el Arsenal, decidió no viajar por razones de seguridad.