Hoteles con historia (IV)

La cuna del lujo en Madrid fue un hospital durante la Guerra Civil y ahora prepara su enésima reencarnación

Personalidades de la talla de Marie Curie o Michael Jackson se relajaron bajo la emblemática cúpula del Westin Palace de Madrid, la misma que sirvió como techo de un improvisado quirófano para las tropas republicanas

Entrada principal (no por mucho tiempo) del Westin Palace.

Entrada principal (no por mucho tiempo) del Westin Palace. / Marriott International

Madrid siempre ha querido asociar su nombre al lujo, tanto que lo ha intentado infinidad de veces a lo largo de la historia. Para algunos lo ha conseguido, pero otros siguen opinando que le falta un paso para acercarse al estatus de Londres o París. Esto se ve con claridad en la cantidad de hoteles de cinco estrellas disponibles en la capital: hay casi 40 alojamientos de estas características en funcionamiento, incluyendo el Rosewood Villamagna, el Four Seasons, el Mandarin Oriental Ritz… y el Hotel Palace, oficialmente denominado The Westin Palace. Tras casi 25 años con el mismo nombre, pronto será rebautizado una vez más. Así lo ha decidido su empresa propietaria, Marriott International, que está decidida a hacer de este establecimiento el emblema de la modernidad en el entorno del Triángulo del Arte, donde la competencia es despiadada. Lo quiere hacer, eso sí, sin renunciar a su extensa historia.

Volviendo al asunto del lujo, lo cierto es que este emblemático edificio se levantó con la voluntad (y la misión) de acoger a los huéspedes más distinguidos entre las élites. El proyecto surgió por un capricho de Alfonso XIII, que se propuso contar con un alojamiento a la altura de su coronación, para la que se desplazarían a Madrid las personalidades más relevantes de la alta sociedad europea de la época. Si bien habilitarlo con tan poco margen fue imposible, el deseo sí acabó haciéndose realidad. En concreto, según los escritos de la época, el 12 de septiembre de 1912 fue oficialmente inaugurado.

Su puesta a punto supuso toda una revolución. No solo por su imponente fachada, por sus modernas entrañas (fue uno de los primeros edificios de la época en construirse con hormigón armado) o por su sobrecogedora cúpula de vidrio tintado, sino por las comodidades, hasta entonces inéditas, que escondían sus habitaciones. Cada cubículo contaba con un teléfono, un interfono y un inodoro propio, algo no visto hasta ese momento en Europa. No es difícil pensar que a principios de la década de 1910 eso era auténtico lujo.

Pero la tranquilidad (y el lujo) duró poco. En uno de los periodos más convulsos de la historia de Europa las clases se igualaron y alojarse en establecimientos de categoría pasó a ser casi una utopía. Estos dejaron de existir como tal y al Palace le tocó reinventarse. Aunque mantuvo su fachada, los muros interiores mutaron de embajada soviética a hospital de sangre para el bando republicado durante la Guerra Civil. Y otras tantas cosas más. Lo explica con detalle David Mathieson en su libro El frente de Madrid, publicado por Ediciones La Librería. La misma cúpula que hoy ve elegantes trajes y vertiginosos tacones reunirse los fines de semana para tomar un brunch fue testigo de los nervios de un quirófano improvisado en el que se quedaron demasiadas vidas.

Una historia por habitación

Pese a que muchas veces se dice que el lujo viene en frascos pequeños, en el Hotel Palace la tendencia se rompe. Cuenta con 470 habitaciones deluxe, premium, executive, grand premium y varios tipos de suites. La más top es la suite Neptuno, con vistas a la fuente que le da nombre. Para el último fin de semana de agosto, por ejemplo, las tasas por noche publicadas en su página web van desde los 376 hasta los 1.591 euros. Eso sí, las comodidades varían: en la más barata el hotel ofrece servicio de entrega de periódico y en la más cara, apertura de cama. Eso sí que es lujo.

Sobre las historias vividas en cada una de ellas podrían correr ríos de tinta. Y algunos números han quedado para la historia: la 181 era la preferida de Pablo Picasso, en la 383 vivió durante trece años Julio Camba y en la 586 Michael Jackson pidió instalar una pista de baile para practicar su característico moonwalk. También se comenta que en un arrebato de creatividad Salvador Dalí pintó una de las paredes de su habitación, una obra imposible de disfrutar ahora porque el personal de limpieza la confundió con suciedad. Si esto ocurrió de verdad o es un simple mito queda a criterio del lector.

Más recientemente, han cruzado las imponentes puertas del número 7 de la Plaza de las Cortes Luciano Pavarotti, Phil Colins, los Rolling Stones al completo o Bruce Springsteen. Las mismas que sus promotores aseguran que atravesaron Marie Curie, Albert Einstein o el Dalai Lama. Eso sí, el tiempo vuela, y tener mucho dinero en la cuenta del banco no garantiza vivir paso a paso su misma experiencia: la entrada principal del Westin Palace cambiará próximamente de emplazamiento y se trasladará a la Plaza Cánovas del Castillo. Entonces mirará de frente a su 'máximo rival', el Hotel Ritz. Dejará de ser testigo de las eternas jornadas en el Congreso de los Diputados, pero seguro que le costará olvidar el 23 de febrero de 1981.

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