Opinión

Turismo, deporte y el síntoma F-1

Madrid ata su Gran Premio por 10 años y la F1 admite negociaciones para ampliar su contrato con Catalunya

Madrid ata su Gran Premio por 10 años y la F1 admite negociaciones para ampliar su contrato con Catalunya

 Esta ha sido la semana grande del turismo en España. No tanto porque hayan llegado millones de visitantes, sino porque estos días se celebraba en Ifema una de las mayores ferias del mundo de este sector. En Fitur uno se podía encontrar de todo, pero sobre todo ha servido para empezar a poner en valor la importancia que puede tener el deporte en la dinamización de la llegada de visitantes a un territorio. Sin ir más lejos, uno podía darse cuenta de cuán fuerte apuestan algunos territorios por ello. Desde la misma Comunidad de Madrid con el anuncio del regreso de la Fórmula 1 precisamente a ese recinto ferial, a una Andalucía que hizo un despliegue de recursos que parecían la guinda a un año en el que se ha llevado la Copa Davis, los Grammy, la Selección y hasta tres equipos de la NBA.

La sensación de uno es que Catalunya decidió perder esa carrera hace tiempo y que los esfuerzos que hoy hace Barcelona de poco servirán si no hay una comunión de intereses más clara. Es habitual ver que la Junta de Andalucía puja por los eventos de la mano de diputaciones y ayuntamientos, como Comunidad y Ayuntamiento de Madrid han hecho para quedarse la Fórmula 1. En Catalunya, en cambio, llevábamos casi una década instalados en un rechazo mayoritario a los grandes eventos, por una errónea percepción de que el retorno es para unos pocos.

Sin entrar en el desaguisado de los Juegos de Invierno, combo de rechazo social minoritario pero mediático, pero también de líos políticos, la tendencia es clara. El polo de la adjudicación de las citas de mayor impacto mediático está virando hacia el centro y sur de España, con ciudades como Valencia construyendo su propia hoja de ruta con el apoyo inestimable de Juan Roig.

La Fórmula 1 como síntoma de una realidad, que sólo el impulso del sector privado y un giro en la política de Barcelona permitió que la Copa América de vela no se fuera a Málaga para apostar por el litoral catalán. Los críticos dirán que como puede ser que haya dinero público para esto y no para otras cosas, olvidando donde impactan todas estas citas. Ya no hablamos del impacto mediático a nivel global, que todos podríamos discutir qué incidencia tiene o si decanta que venga más o menos gente. Lo que sí es un hecho con las miles de personas que vienen aquí o allá por la excusa del espectáculo deportivo, con todo el gasto asociado en restauración, hoteles y ocio que conlleva -sí, somos un país de servicios-. O los impuestos que se abona por parte de deportistas, promotores deportivos y proveedores que si no fuera por estas citas no lograrían ciertos contratos.

Hechos, pese a los críticos: el turismo deportivo generó 5.554 millones de euros de gasto en España durante 2022 por parte de turistas extranjeros que venían exclusivamente a competir o disfrutar de un espectáculo deportivo. Porque no sólo son los grandes eventos en televisión, sino que hay todo un ecosistema de carreras populares, stages de alta competición y campeonatos de élite que dinamizan regiones turísticas cuando ni hay sol, ni hay playa. Y en esos momentos es cuando hay que reivindicar al deporte como algo más que show, como una industria.

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