Opinión

Gündogan merece respeto

Si el Barça necesita venderle, presionar por detrás no es el mejor camino

Ilkay Gündogan, celebrando un gol con sus compañeros

Ilkay Gündogan, celebrando un gol con sus compañeros / JAVI FERRÁNDIZ

Fue feo escuchar la respuesta que dio Flick el día de su presentación a la pregunta sobre el futuro de Sergi Roberto. Ver al técnico despachar el tema con un frío “no es jugador del Barça” fue desagradable. A su lado, Laporta no intervino porque quizá le cogió el tema por sorpresa, pero era evidente que alguna pregunta sobre el canterano aparecería en una comparecencia tan extensa. Alguien debió avisar de ello como lo hicieron con otras cuestiones que Flick respondió sin problemas.

Alguien debió explicar al alemán quién es Sergi Roberto porque no es normal que quien acaba de aterrizar despida de tal manera a un canterano que llegó en 2006, con catorce años, al fútbol base y que, de forma ininterrumpida, ha completado dieciocho años como blaugrana convirtiéndose, además, en el último capitán de la primera plantilla. Había muchas formas de respetar su trayectoria y de agradecerle que, en momentos de máxima dificultad económica, aceptara cobrar como si jugara en el filial. Ninguna de ellas apareció en la rueda de prensa de un Flick que, por supuesto, no tiene ninguna culpa de lo sucedido.

Sergi Roberto celebra el ascenso del Barça Atlètic de 2010

Sergi Roberto celebra el ascenso del Barça Atlètic de 2010 / FCB

Lo cierto es que las urgencias financieras están dejando a la vista las costuras de un vestido que se cae a trozos. Y en la vida se puede ser pobre, pero nunca perder la dignidad. La falta de sensibilidad hacia Sergi Roberto, al que dijeron que espere en la cola y, si queda algo del pequeño pastel a repartir, será para él, es seguramente la más significativa, pero no la única. El pasado verano (y hace dos) De Jong se sintió como una mercancia cuando el club presionó para que abandonara el Camp Nou. El holandés tiene un contrato absolutamente fuera de mercado y eso pesa hoy demasiado, por supuesto. Fue Bartomeu quien le firmó el primero y también su renovación hasta 2026 en 2020. Siendo muy generosos, podría entenderse que a Frenkie el club le enseñe de forma decorosa la puerta de salida. 

No tiene ningún sentido, en cambio, que la historia, como parece, se esté repitiendo con Ilkay Gündogan, un futbolista que llegó bajo el paraguas de Laporta, que no costó ni un euro de traspaso y que tiene contrato hasta 2025 con opción a otro año más. Cuidar la imagen del Barça es cuidar también a sus futbolistas, que son su gran capital. Las ofertas recibidas por el Barça y aireadas para presionar al jugador no son la mejor forma de ir de cara con el capitán de la selección alemana. Que sea Flick, como ocurrió con Sergi Roberto, el que se coma el marrón y le pregunte qué planes tiene es cobarde. Si el Barça necesita venderle, la forma más sencilla es hablarlo directamente y buscar soluciones. Ir por detrás no es el camino.