Opinión

Las estaban esperando

Jenni Hermoso en el partido contra Brasil de los Juegos

Jenni Hermoso en el partido contra Brasil de los Juegos / EFE

Desde que España ganó el Mundial y, sobre todo, desde que finalmente cayó Rubiales, había mucha -demasiada- gente esperándolas. Esperando ese mal día, ese mal partido, ese error que algún día tenía que llegar, porque no se puede ganar siempre. Tras la derrota ante Brasil en una noche horrorosa para el fútbol español, empezaron a llover comentarios en tono de burla y con sarcasmo. “Esto con Vilda no pasaba”, “Que vuelva Vilda”, “¡Vilda ‘out’!”.

En redes sociales, en masa, en los comentarios en las publicaciones de las jugadoras, y también a nosotros, los y las periodistas que cubrimos la actualidad del fútbol femenino. Todo el mundo sabe que con Vilda tampoco se hubiese ganado este partido, pero este ya es otro tema. 

Es lo de siempre. Ansiaban un fracaso de la selección, porque preferían que perdiesen ellas, que representan a su propio país, por todo lo que habían ganado dentro y fuera del campo en el último año. Porque calladitas están más guapas. Y porque se cargaron a los todopoderosos Vilda y Rubiales, cuando en realidad fueron ellos mismos quienes cavaron su propia tumba. 

Una cosa no quita la otra. El partido ante Brasil fue calamitoso. Por el planteamiento, por los errores individuales y colectivos, por la falta de ideas, por el cansancio, por la incapacidad para reaccionar -que llegó tarde-. Y tampoco fue casualidad, porque el torneo de España en los Juegos no estaba siendo bueno. La imagen del equipo distaba demasiado de la que había llegado a ser en el Mundial o la Nations. No fue el qué. Todo el mundo puede perder, también las mejores. Fue el cómo.

Las primeras jodidas -perdón por la palabra- por la noche del pasado martes son ellas. Las lágrimas de Cata, de Salma, de Alexia, de Aitana, de Teresa, de Mariona, son las lágrimas de unas futbolistas que querían seguir escribiendo la historia, pero también de unas personas que vieron cómo se apagaba un sueño que quizás es de esos de una vez en la vida. “No podemos irnos de aquí sin una medalla”, dicen, y ahora van a pelear por el bronce. Las conocimos perdiendo y mira hasta dónde han llegado. Y lo que queda.

Cata ya reconoció sus errores y pidió perdón públicamente por ello. Hay que hacer autocrítica. Todas. También Tomé, que tras la debacle seguía justificando la mala gestión con Alexia ante Brasil. Así no se mejora.

Ellas son las primeras que quieren medalla, aunque no sea del metal que tanto deseaban. Y el odio masivo que están recibiendo es tan doloroso como injusto, pero refleja la realidad de una gran parte de la sociedad que exige más a las mujeres y que celebra sus fracasos.

Pero, sorpresa: perder no es un fracaso. Fue un mal partido y una decepción. Pero ya está. Todavía queda el bronce y van a ir a con todo a por ello. Y si se logra, allí estaremos para celebrarlo