Opinión

El elefante enseña la trompa

El socio parece haber dicho basta y empieza a alzar la voz pidiendo explicaciones

Lamine Yamal sigue en Rocafonda

Núñez y Laporta tuvieron sus más y sus menos

Núñez y Laporta tuvieron sus más y sus menos / JAVI FERRÁNDIZ

Toda, absolutamente toda la presión es para Hansi Flick. Sobre sus espaldas recae el futuro de Joan Laporta, como en el pasado Núñez se puso en manos de Johan Cruyff. Con una economía destrozada y un club que se aguanta con pinzas a nivel institucional y social, la única esperanza que tiene el presidente de silenciar el ruido del entorno, cada vez más intenso, es la pelotita. Por eso no puede permitirse el lujo de explicar la realidad del club ni, por supuesto, comentarle a Deco que su trabajo sirve de poco porque no hay un duro para ejecutarlo. Todo está en manos de un técnico alemán que llega a Barcelona, afortunadamente, sin saber nada de lo que se cuece aquí porque, de lo contrario, no se habría subido al avión. Si Flick gana, como pasó con Bartomeu en 2015, Laporta respirará tranquilo.

Para que ello ocurra, la plantilla necesita reforzarse con futbolistas que, pese a no garantizar títulos, sí garantizan sacar pecho durante el verano ilusionando a la afición a la que le importa un pimiento la economía o el modelo de propiedad. Nico Williams es uno de ellos. El Barça no tiene ni el dinero para pagar su cláusula (¡el Athletic no negocia!) ni para competir con, por ejemplo, la Premier a la hora de ofrecerle una ficha atractiva (a no ser que, como con Lewandowski, sea creciente). Con el 1:1 o sin él, la única fórmula que tiene k para hacer posible lo imposible es la misma que usó para firmar a Koundé, al propio Lewandowski o a Vitor Roque: seguir gastando un dinero que el Barça aún no ha cobrado o, lo que es lo mismo, activando palancas.

Ronaldinho y Laporta, homenajeados como estrellas de Hollywood en Castelldefels

Ronaldinho y Laporta, homenajeados como estrellas de Hollywood en Castelldefels / DANI BARBEITO

Como la de Libero, cuyo empresa inversora sustituta, cuando llegue, servirá para tapar el agujero generado. El socavón financiero es tan grande que ni siquiera el actual perfil amable de Tebas sirve para evitar sentir escalofríos viendo cómo el club sigue descapitalizándose de ingresos futuros cuando, lo sabe cualquier economía familiar (así dijo Laporta que se debe gestionar el club), debería estar ahorrando hasta el último céntimo para no caer en manos de sus acreedores. Insistir en vender el club a trozos es seguir caminando hacia el abismo que supone la Sociedad Anónima Deportiva. 

Nuñez y Laporta, en una imagen de archivo

Nuñez y Laporta, en una imagen de archivo / JAVI FERRÁNDIZ

Y eso es tanto como decir que el Barça ha muerto. Por eso sus socios, que es el mejor capital que tiene el club, han dicho basta. Por eso son cada vez más las voces críticas con la forma en la que Laporta está gobernando la entidad, de forma autoritaria y sin la más mínima capacidad de delegar. Por eso Víctor Font sigue haciendo oposición y por eso nacen nuevos grupos de opinión como Suma mientras otros están más vivos que nunca. Por eso nacen nuevas plataformas, como la de Camprubí. Hasta en eso empieza Laporta a parecerse a Núñez, al que en 1986 el elefante empezó a mostrarle la trompa y en 2000 la vio entera.