Opinión

La camiseta como palanca

La hipotética camiseta del Barça con su marca propia

La hipotética camiseta del Barça con su marca propia / SPORT

El Barça fue de los últimos clubes en querer manchar la camiseta con publicidad. Primero pasamos un lustro acostrumbrándonos a lucir un logotipo en ella, aunque sin ánimo de lucro. La honrosa historia de la relación entre el club y UNICEF nos hacía distintos, como nuestro juego lo era también en esa época. Ese acuerdo fue presentado en la sede de la ONU en Nueva York, en lo que fue considerado por el presidente de esa época, el mismo Joan Laporta, como un momento histórico. El mandatario, muy distinto actitudinalmente que el actual, estaba muy alejado de la preocupación por todas y cada una de las operaciones comerciales y económicas, eran otros tiempos y otros objetivos. Su gran rival en ese curioso mundo de los ismos blaugranas, Sandro Rosell, un lustro más tarde, tomaría la primera decisión de su mandato: firmar con Qatar Investments el gran primer contrato comercial. A pesar de que el vicepresidente Faus lo anunciaba como el mejor contrato de la historia del fútbol, se armó la de Dios. Los petrodólares nos compraban el alma. Visto desde hoy, un debate caduco.

Estos días la zamarra vuelve a ser el centro del presente y el futuro del club, pero en esta ocasión no en lo relativo al logotipo que la esponsoriza comercialmente, si no en lo referente al proveedor técnico. A pesar de tener un contrato vigente, desde la directiva se considera que la primera compañía mundial del mercado deportivo, Nike, no ofrece el trato que el FC Barcelona merece, ni económica, ni relacionalmente, incluso van más allá, piensan que les engañan. Las alternativas valoradas parecen ser dos. Empezaremos por la primera, no por otra razón que por ser tan temeraria como irresponsable, es propia de alguien que desconoce la comercialización del mercado de los artículos deportivos. La entidad, por si sola, es incapaz de desarrollar la mínima estructura y capilaridad comercial a nivel global para poder vender el volumen necesario. Esa, simplemente, no puede ser una opción. En Oregon, la sede de la compañía americana, deben estar poniéndose las manos en la cabeza cuando se lo explican. La segunda opción, Puma, que ha vuelto al fútbol sobreinvirtiendo para compensar su alejamiento del deporte rey durante más una década, debería considerarse una alternativa tan sólo si la oferta económica es muy superior a Nike, ya que comercialmente esta a la altura de la compañía que actualmente viste al Barça. Romper con Nike es pagar un coste que dudosamente será recompensado por el diferencial que ofrecería Puma o asumir el riesgo de ir a tribunales por incumplimiento de contrato y seguramente salir trasquilado. Si los intereses son otros, que nos lo expliquen, si en esto pueden ser transparentes. Esta semana es la de la camiseta en forma de palanca, veremos si acaba como algunas otras.

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