Tiempo efectivo de juego, ¡¡¡ya!!!

¿Queremos un fútbol objetivo?

Bellingham, protestando a Gil Manzano en Mestalla

Bellingham, protestando a Gil Manzano en Mestalla / AP

Enric Jové

Enric Jové

Señores de los despachos, concretamente esos denominados que se sientan en la International Football Association Board, dejen de vivir contemplativamente y tomen decisiones al nivel de velocidad que está cambiando el mundo en todos los mercados y negocios. Seguro que se consideran el senado del fútbol, como los consejos de estado son los guardianes de las constituciones en cada país democrático, pero esto toca cambiarlo ya. Lo del sábado en Mestalla para mi genera dos contradicciones que se convierten en frustaciones y discusiones continuas con esos fans acérrimos de sus equipos que solo saben ver de una forma partidista el deporte, es decir, con el color de sus equipos.

La primera es referente a la limitación de la subjetividad del árbitro. Intenten generar reglamentos que reduzcan lo máximo la interpretación de las reglas, así como la traslación del criterio del colegiado de turno, para que a través de sus decisiones desafortunadas se convierta partido tras partido, como les llamaba José María García, en el trencilla de turno.

La segunda radica en un único foco, el tiempo de juego. La peor pandemia del fútbol es el tiempo de juego efectivo, que nadie lo dude. La constante pérdida de tiempo en todos y cada uno de los partidos que se juegan es lamentable y soporífera. Jugadores alargando saques de banda, porteros yendo a buscar balones fuera del campo para relantizar el saque de portería, pérdidas de tiempo constantes con simulaciones de lesiones tan fictias como propias de malos actores de reparto de serie B. Un sinfin de situaciones cómico grotescas que hacen perder valor al fútbol frente al resto de deportes. No he visto nunca un lesionado haciéndose el medio muerto en ningún deporte que se pare el cronómetro en las interrupciones, miren al más parecido al balompié, el fútbol sala. El tiempo de juego efectivo acabaría con todo aquello que es filibusterismo patético o indicaciones desde el banquillo para afectar negativamente al espectáculo competitivo. Debe tomarse la decisión lo más rápido posible para acabar con esta pandemia de engaños que van en contra del juego.

Volvamos a revisitar el partido del sábado para explicar todo lo que no habría pasado. Primera decisión pseudo-subjetiva, el tiempo de juego añadido por los árbitros, primero siete, posteriormente dos más, es decir nueve. Hay unas normas para ello, pero siempre tienes la sensación que hay una gestión intervencionista de la decisión que favorece a un equipo u otro, al grande o al pequeño, al local o al visitante. Con un cronómetro parado en cada interrupción eso no pasaría. Que queda un segundo para lanzar un saque de esquina, todo el mundo sabría que no hay tiempo suficiente para que la pelota llegue al área y alguién remate, por tanto no se sacaría el corner efectivamente. El final no lo pitaría el árbitro, si no una mesa, como en baloncesto o balonmano, que estaría al control del tiempo. Nadie podría discutir si la decisión de Gil Manzano, su pitido, llegó antes de que el balón cruzara la linia de gol o no o de si debería haber dejado centrar o no, tampoco discutiriamos de si aviso a los jugadores. Obiviamente el colegiado es el problema, pero no la solución, dejemos que la tecnología, como el video en el caso del movimiento de los porteros en el lanzamiento de penaltis, acabe con las decisiones discutibles. Punto y final. De las manos, hablaremos otro día, porque también son telita.