Guerra en el este de Europa

Los jefes militares aspiran a contar con una reserva de 80.000 españoles sin que vuelva la mili

Un soldado, en los preparativos del desfile del 12 de octubre de 2022.

Un soldado, en los preparativos del desfile del 12 de octubre de 2022. / Eduardo Parra

Juan José Fernández

Juan José Fernández

Ya es un debate entre uniformados en España el mismo que se plantea en otros países de Europa a la luz -o a la sombra- de las lecciones de la guerra de Ucrania: si para defender el país en el inestable paisaje internacional basta hoy con el ejército profesional. O sea, si ha llegado la hora de preparar a contingentes de civiles.

Todos los gobiernos de la OTAN comparten que la fuerza profesional es la mejor fórmula para manejar la alta exigencia técnica y táctica de los sistemas de armas modernos. Y en todos se da por probado que un ejército masivo de reemplazo, a la antigua, proporciona más problemas que soluciones. Pero en buena parte de esos aliados -Suecia, Reino Unido, Alemania, Francia, Noruega, las repúblicas bálticas, Polonia...- se debate ahora sobre sus reservas, el retorno o ampliación de formas de servicio militar más o menos obligatorias.

Los militares españoles no son ajenos a la reflexión. “Se piensa en ello”, confirma un alto oficial del Ministerio de Defensa. El motivo, una vez más, es la guerra de invasión rusa contra su vecino. Tras dos años y cinco meses, han caído muertos o incapacitados para volver tantos soldados como la suma de los que los dos bandos tenían alistados antes de la invasión, según se calcula en la Escuela de Guerra y Liderazgo del Ejército de Tierra. En el Seminario Internacional de Seguridad y Defensa, organizado a finales de junio en Toledo por la Asociación de Periodistas Europeos (APE), el general Carlos Javier Frías, director de la Escuela de Guerra, confirmó: “Muy probablemente, el ejército ucraniano y el ejército ruso ya han sufrido más bajas que la totalidad de sus plantillas en tiempo de paz”.

Eso implica más de 400.00 muertos y heridos sin retorno. La lección: en una guerra de alta intensidad prolongada, las fuerzas profesionales tienen una duración limitada, y al cabo se necesitan tropas de reemplazo. Y cuanto más dura la guerra, más se complica el reclutamiento: a las bases de instrucción de reclutas ucranianos en Toledo y Sant Climent Sescebes han comenzado a llegar hombres de 35 años de edad.

Modelo nórdico

El modelo preferido por los militares españoles no es el retorno de la mili, sino la reserva al estilo nórdico, como la que describió en el Seminario de Seguridad y Defensa el coronel José Luis Calvo, jefe de la División de Coordinación y Estudios del Ministerio de Defensa, en el panel ‘Lecciones de Ucrania y Gaza: repercusiones en Occidente’: “Ese retorno al servicio militar obligatorio que se está produciendo en los países escandinavos, y que se está pensando Alemania, en realidad no es el que algunos aquí han conocido. Allí sigue habiendo un núcleo de profesionales, y de los jóvenes disponibles cada año se elige una parte muy pequeña, un 5 o un 7%”.

El debate entre militares no ha subido aún al nivel político. Es una “reflexión teórica” entre altos oficiales, “y no se está haciendo nada para materializar algo así”, explica la fuente consultada en Defensa. Se habla principalmente en el Ejército de Tierra, allí donde se percibe con más sensibilidad la necesidad de contar con una masa de reemplazo voluntaria e instruida.

Todas las fuentes militares consultadas coinciden en que para España sería adecuada una reserva de un tamaño similar a entre el 60% y el 70% de 120.000 efectivos, que es el personal activo hoy en las Fuerzas Armadas. O sea, 80.000 españoles preparados para una movilización.

El modelo nórdico, de referencia para la cúpula militar española, es “un servicio en teoría obligatorio, pero en la práctica voluntario”, explica uno de los altos oficiales que participan en la reflexión. Eso permite la selección de un porcentaje del contingente, al que dar incentivos laborales y económicos a cambio de entre seis meses y un año de instrucción. “Con los que se van incorporando cada curso, al cabo de los años se forma una reserva de personal instruido y movilizable”, describe.

Primero los técnicos

“Potenciar una reserva voluntaria es una de las grandes asignaturas pendientes de la reforma de los ejércitos en democracia”, responde EL PERIÓDICO uno de los generales al frente de misiones internacionales españolas.

En opinión de este jefe del Ejército de Tierra, más acuciante que una reserva de soldados entrenados para acudir a las trincheras es “una reserva voluntaria de médicos, ingenieros, especialistas en electrónica y comunicaciones, operadores de dron, técnicos de logística… profesionales que están deseando incorporarse como reservistas pero no pueden porque hoy el número permitido es muy corto”.

Ese contingente de profesionales civiles resultaría clave para “tareas a 20 kilómetros del frente. Desde la guerra de Vietnam se sabe bien que por cada soldado en primera línea es necesario un montón de personal en la retaguardia”.

Desfile de la Armada en una entrega de Despachos en la Escuela Naval de Marín, en julio de 2023. Al fondo, la ministra de Defensa, Margarita Robles.

Desfile de la Armada en una entrega de Despachos en la Escuela Naval de Marín, en julio de 2023. / Armada

El aumento del gasto en equipamiento de defensa emprendido por España no basta si no se invierte en personal. Hay una gran desproporción entre los momentos de guerra y de paz. Ucrania, un país de 38 millones de habitantes, tiene hoy más de 400.000 ciudadanos movilizados para su ejército. España, con 47 millones, tiene 65.000 en el Ejército de Tierra.

Subraya el dato este alto jefe militar acostumbrado a la falta de personal en Tierra. Las compañías, teóricamente, tienen 140 componentes, pero no reúnen más de 100. Por libranzas y conciliación, cuando llegan unas maniobras, el capitán no saldrá al campo con más de 70. Ocurre en un Ejército de Tierra en el que también un tercio de los diplomados de Estado Mayor están fuera del colectivo.

Modelo USA

España tiene también un contingente de veteranos, los militares profesionales que han salido de las Fuerzas Armadas al cumplir los 45 años, con instrucción muy precisa en trabajos castrenses.

Desde 2018 son más de 1.000 al año los soldados y marineros que despide Defensa cada año al cumplir los 45. Para 2036, según fuentes del ministerio, sumarán ya 50.000. El problema no es en este caso el conocimiento, sino la edad. En cierto modo, el mismo que afecta a toda la Confederación Interaliada de Suboficiales en la Reserva, una entidad de militares OTAN, expertos recuperables en caso de necesidad... siempre que la edad lo permita.

“La instrucción básica, formar soldados para que sean capaces de unirse en una compañía y coger un fusil, es relativamente sencillo, cuestión de unos meses. El problema al constituir una reserva es formar oficiales y suboficiales”, tercia en el debate un oficial superior de la Armada.

Quizá la solución pase por recuperar las viejas escalas universitarias de complemento, el antiguo IMEC de alféreces y sargentos, han apuntado dos de los consultados, pero para este jefe de Infantería de Marina es preferible el modelo de incentivos norteamericano: civiles que entran por unos años en las Fuerzas Armadas a cambio del pago de sus estudios y de otros mecanismos para ascender socialmente, con facilidades de integración posterior en el mundo laboral. Las distintas promociones de licenciados van sumando una reserva, bajo el concepto All Volunteer Force, muy bien formada y movilizable.

El debate está en Europa, encendido por la previsión de distintos servicios de inteligencia de que Vladimir Putin no se detenga en Ucrania, pero todos los consultados coinciden en que esta legislatura en España no es momento para un debate político sobre el asunto. Lo aventura la fuente de Defensa: “No creo que se haga nada", dice, pero con una salvedad: "A menos que la situación empeore o se hagan recomendaciones en ese sentido desde la OTAN o la UE”.

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