Acuerdo histórico

El canje de presos no calmará las tensiones entre Rusia y Occidente

El mayor intercambio de prisioneros desde el final de la Guerra Fría pone de manifiesto que quedan canales abiertos entre Washington y Moscú, aunque nada sugiere que vaya a alterar la confrontación en curso

Rusia libera a tres estadounidenses como parte del intercambio de prisioneros con Rusia

Rusia libera a tres estadounidenses como parte del intercambio de prisioneros con Rusia

En el primer intercambio de prisioneros de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, acaecido en febrero de 1962, casi un año después de que fracasara la invasión estadounidense de Cuba en Bahía de Cochinos, el espía soviético Rudolf Abel fue intercambiado por el piloto estadounidense Francis Powers, capturado tras un accidente del avión espía en el que viajaba. Ocurrió en el famoso puente de Glienicke, también conocido como el Puente de los Espías, por entonces una de las fronteras entre el Este y el Oeste de Berlín, entre el mundo comunista y el capitalista. El canje abrió una larga historia novelesca de intercambios de prisioneros entre ambas capitales, pero no sirvió para atemperar tensiones ni cambiar significativamente el rumbo de la historia. Solo unos meses después, en octubre de aquel año, el mundo asistió a la Crisis de los Misiles en Cuba, posiblemente el momento en que más cerca ha estado de una guerra nuclear.

Tampoco esta vez se espera que el canje de este jueves, por numeroso y complejo que haya sido, vaya a alterar el estado de confrontación entre Occidente y la Rusia de Vladímir Putin. Dos bloques que combaten indirectamente en Ucrania y siguen cortando lazos, a raíz de las masivas sanciones aplicadas contra el Kremlin para penalizar su guerra ilegal de conquista en Ucrania. “No es más que interés mutuo, pura conveniencia”, asegura a este diario Keir Giles, investigador del laboratorio de ideas británico Chatham House especializado en Rusia. Más que marcar un cambio en la relación entre ambos bloques, asegura, lo que hace es confirmar su dirección. “Confirma que Rusia está muy dispuesta a utilizar el chantaje y la extorsión para recuperar a sus espías y asesinos. Y que Occidente, apegado a sus valores, se ve obligado a entrar en el juego y, por el camino, avalar la estrategia rusa

Es la llamada diplomacia de los rehenes, cada vez más utilizada por los regímenes autoritarios de todo el mundo. Desde Irán a Egipto pasando por Corea del Norte o China. Un trueque generalmente asimétrico, como demuestra este último intercambio, en el que Rusia y Bielorrusia han liberado principalmente a periodistas, disidentes y activistas de los derechos humanos condenados en juicios descritos como políticos y con cuestionables garantías procesales a cambio de espías, hackers y al menos un asesino convicto. “Con el regreso de la competencia entre grandes potencias estamos viendo también una vuelta a la toma de rehenes como recurso político para utilizarlos como moneda de cambio”, ha explicado a ‘The Wall Street Journal’ Vina Nadjibulla desde el Suafan Center, una consultora que trabaja en temas de seguridad.

Nada igual desde la Guerra Fría

Este ha sido el tercer intercambio de presos entre ambas partes desde el inicio de la invasión de Ucrania. Lo novedoso son sus dimensiones, nunca vistas desde el final de la Guerra Fría, con un total de 24 presos intercambiados y siete países implicados en la puesta en libertad de los reclusos (incluidos también Alemania, Bielorrusia, Noruega, Polonia y Eslovenia). “Hoy es un ejemplo poderoso de por qué es vital tener amigos en el mundo”, ha dicho el presidente de EEUU, Joe Biden, tras celebrar el canje. 

El demócrata había prometido devolver a casa al exmarine Paul Whelan y el periodista Evan Gershokovich y ha cumplido, a diferencia de Barack Obama, que abandonó a su suerte a varios estadounidenses secuestrados y más tarde asesinados por el ISIS en Siria. Es uno de los ganadores de este acuerdo, como lo es Putin, que ha recuperado al coronel del FSB, Vadim Krasikov, al que describió como “un patriota” en su última toma de posesión en febrero. Le servirá para telegrafiar a su aparato de seguridad que la lealtad tiene recompensa. Krasikov había sido condenado en Alemania por matar a balazos en un parque berlinés a un checheno que había luchado contra las tropas rusas en el Caúcaso.

También Turquía, que ha ejercido de mediador y es miembro de la OTAN, se apunta un tanto sonado, cuando algunas cancillerías acusan a Erdogan de ayudar a Moscú a circunvalar las sanciones occidentales. Como ya hizo al mediar en el acuerdo del grano entre Ucrania y Rusia, el islamista ha vuelto a aprovechar su buena relación con Putin para hacer de puente entre ambos mundos.

Figuras notorias de la oposición

La otra novedad de este canje, el más multitudinario entre Moscú y Washington desde 1985, es que el Kremlin haya aceptado liberar a figuras notorias de la oposición como Vladimir Kara-Murza, Ilya Yashin o el confundador de Memorial, Oleg Orlov. Gestos que no deberían cambiar las negras perspectivas de la disidencia organizada a su régimen. “Rusia pasó hace algunos años de controlar a la oposición interna a eliminarla completamente. Y esto demuestra en que está bastante contenta de que se vayan lejos para que dejen de ser un problema”, dice Giles desde Chatham House. “Básicamente ha recuperado a los viejos hábitos soviéticos de mandar a la gente al exilio”.

El canje también ha puesto también de manifiesto que siguen quedando canales abiertos entre ambos bloques, pese al elevado nivel de confrontación que preside sus relaciones, nunca visto desde la disolución de la URSS. Esos contacto existen en el plano militar, pero también a través de terceros en Ucrania, según Giles, como atestiguan los periódicos intercambios de prisionersos allí desde el inicio de la guerra. Son los penúltimos resquicios para resolver asuntos de interés común, por más que nada tenga visos de cambiar pronto.

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