Crisis en Washington

Biden insiste en mantener su candidatura en una rueda de prensa sólida pero salpicada de lapsus que no calma la crisis

"Soy la persona más cualificada", dice el demócrata de 81 años, que en un desliz verbal confunde a la vicepresidenta Harris con Trump

Biden se refiere erróneamente a Zelenski como "presidente Putin"

Europa Press

Idoya Noain

Los demócratas, Washington, Estados Unidos y el mundo se han quedado este jueves con el alma en vilo, sin respuestas claras ni definitivas sobre cuál va ser el futuro de la candidatura del presidente Joe Biden a la reelección.

En una esperada rueda de prensa que representaba una prueba de fuego para el demócrata de 81 años, cuyas capacidades físicas y cognitivas llevan en el centro de un sísmico debate político desde su desastroso debate frente a Donald Trump, el mandatario ha insistido una y otra vez, con firmeza y distintos argumentos, en que no piensa retirarse de la carrera para las presidenciales de noviembre. “Soy la persona más cualificada para optar a la presidencia”, ha dicho. “Le gané (a Trump ) una vez y volveré a hacerlo”.

Ese mensaje no elimina las amplias dudas sobre su continuidad, el intenso escrutinio ni la enorme presión para que abandone. Y tampoco lo hace su actuación durante la rueda de prensa de casi una hora, indudablemente mejor que la del debate y con puntos a su favor pero también salpicada de lapsus.

Su desliz más destacable fue: decir “vicepresidente Trump” cuando quería hablar de su número 2, Kamala Harris. Y ese error llegaba después de que poco antes, en el último acto de la cumbre de la OTAN, presentara al presidente de Ucrania Volodímir Zelenski como “el presidente Putin” (aunque en este caso, a diferencia de en el de Harris, se dio cuenta y se corrigió rápidamente).

En la cuerda floja

Biden, que más allá de sus ocho minutos de declaración oficial leyendo una declaración tuvo sus momentos más sólidos en la parte de preguntas explayándose en respuestas sobre política exterior, defendiendo los logros legislativos durante su mandato o atacando a Trump, puede haber ganado algo de tiempo. Para quienes preferirían que abandonara, solo prolonga una agonía que ven dañina para el partido. Porque su candidatura, indudablemente, sigue en la cuerda floja.

Poco después de que concluyera la rueda de prensa, que era su primera en solitario en ocho meses y que ofrecieron en directo las principales televisiones y medios del país, tres congresistas demócratas más, e iban 18 a la hora de escribir estas líneas, le instaban públicamente a tirar la toalla. El miedo a que pueda perder frente a Trump y que lastre con ello a otros demócratas en las carreras para las cámaras sigue siendo real.

Lo expresaba en CNN el congresista Brad Schneider, uno de los que le han pedido pasar el testigo: “No podemos tener una situación en que estamos cada día conteniendo la respiración, sea en una rueda de prensa, un debate o un mitin”, decía.

Ajeno a las preocupaciones

Biden se extendió, a veces con respuestas que se enredaban en exceso pero con las que buscaba exponer su comodidad y manejo en cuestiones de política internacional, sobre Israel y la guerra en Gaza, Rusia y la guerra de Ucrania y China, entre otros temas. Pero de las 17 preguntas que le plantearon 11 periodistas, una mayoría estuvieron centradas en sus capacidades físicas y cognitivas, en su determinación a seguir y en las crecientes llamadas a que se retire, tanto de congresistas como de figuras importantes para la recaudación de fondos demócrata como George Clooney.

Ahí Biden sigue enrocado en negar que tengan base las preocupaciones que exponen no solo miembros de su partido, estrategas o donantes sino, también, como muestran las encuestas, un enorme número de votantes. Solo admitía que “es importante que calme los miedos”, apostando para hacerlo con una intensa agenda de actos públicos, electorales o mediáticos con los que demostrar su capacidad. Negaba haber dicho que tiene que acabar antes su horario de trabajo para dormir más, y solo decía que “sería inteligente moderar el ritmo mejor”. Y no cerraba la puerta a realizarse una prueba neurológica si se lo recomendaran sus médicos, pero aseguraba que no lo ven necesario.

Le preguntaron también en un par de ocasiones por qué no ha cumplido lo que prometió en campaña en 2020: ser un presidente puente, de transición a nuevas generaciones de líderes. Y a eso replicó que hay “mucho en juego”. “No estoy en esto por mi legado”, dijo también. “Estoy para completar el trabajo que empecé”.

La opción de Harris y la convención

La vicepresidenta Harris, que el consenso ve como relevo natural de Biden en caso de que abandonara, también ocupó parte de la rueda de prensa. Y el demócrata hizo una encendida defensa de su número 2 y dijo que “no la habría escogido si no pensara que estaba cualificada para ser presidenta”, pero también alejó la opción de pasarle el testigo si las encuestas mostraran que ella tiene más opciones de ganar a Trump que él (algo que ya hacen varios sondeos). Solo lo haría, explicó, si las encuestas le dijeran que no tiene manera de ganar al republicano. “Nadie está diciendo eso”, afirmó.

Biden también tuvo que abordar la cuestión de si dejaría que los delegados que acumuló en las primarias, el 95% de los casi 4.000, votaran por otro candidato en la convención demócrata, que se celebra en agosto en Chicago. “Son libres de hacer lo que quieran”, aseguró, reconociendo la realidad de que esos delegados solo están obligados a votar “en buena conciencia” por el ganador de las primarias. Pero Biden afirmó también que tiene un “apoyo abrumador”. “Si todo el mundo en la convención dice que quiere a otro, será un proceso democrático”, dijo, antes de añadir: “no va a pasar”.