Queridos runners urbanitas, aquellos que guiáis vuestros pasos día tras día entre los coches, el asfalto y los viandantes de la civilización; vosotros que con destreza trazáis la ruta más corta que os lleve hasta un suelo de arena cuando esto es posible, a este alarde de adaptación evolutiva van brindados los párrafos de hoy.
Tal como decía una tal aquarius en alguna campaña, el ser humano es extraordinario, y si hablamos de supervivencia es como una cucaracha en el mejor de los sentidos. Y así pueden ser sus voluntades, que barriéndolas hacia el deporte pueden resolverse en auténticas gestas. Sin tratar de relajar la imaginación sobre las mismas, pondré algún ejemplo que dará color a mi planteamiento.
Érase un marinero que sintiéndose atrapado en un barco decidió no entregarse al hachís para pasar el trago, y eligió correr por la cubierta como alternativa. Hablo de Juan Francisco Romera, récord de España de maratón en 1990 con 2h10’48”. Este corredor tan auténtico comenzó así su bagaje por el atletismo, entrenando por los contenedores de cubierta cuando estaban alineados, haciendo caso omiso de las reprimendas de su capitán.
Y habiendo sacado el tema de los barcos no podía dejar en el tintero la historia de José Alcalá-Zamora, un malagueño que escribía el siguiente artículo digno de recordar en la edición de Abril de 1997 de la revista Mapoma: “Me inicié en la maratón casi a los cuarenta años […]. Desde entonces he corrido cerca de cien mil kilómetros y en unas doscientas cincuenta ocasiones he cumplido los 42km, en competición o entrenamiento, una de las veces en la bodega de un barco, navegando a la altura de las bahamas”.
No propongo como algo loable o como “la senda del bien” esto de las ultras, para mí es una modalidad más. Sin embargo algunas historias parecen de ciencia ficción, como la de Enzo Caporaso, que posee un récord Guinness por haber corrido en una semana 7 ultramaratones de 100 kilómentros cada una.
Y no hace falta irse tan lejos. Historias de barrio. Recuerdo la figura de un corredor popular bonachón y entrañable. El pobre sufrió el ataque de un perro mientras corría y aquello le afectó de tal forma que en adelante cambiaría sus hábitos atléticos. Barril (Francisco Javier Barril) decidió entrenar protegido, con lo cual a partir de entonces todas sus sesiones se harían en la pista de atletismo, la de Azuqueca de Henares, que por aquel entonces sería de tierra o ceniza. El problema es que entrenaba maratón y algunas sesiones desafiaron a la razón al alcanzar la friolera de 70 vueltas a la pista. Sus tobillos se convirtieron en ejes de camión, y a mí me dio una idea cercana y muy clara de lo que era la fuerza de voluntad.
Vivir en una gran ciudad puede ser un obstáculo para practicar deporte… o no. Sirvan las anteriores pinceladas para justificar el querer es poder en un alcance realista de la expresión, y que son muchas las alternativas para montárselo de una forma muy decente para conseguir entrenar disfrutando casi como el que vive en el campo. Aquí van algunos tips: