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Nos vemos dentro de 20 años

Publicado por
Alfredo Varona
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El 15 de junio volveré a asistir a la media maratón del Camino de Santiago, pero antes quería contaros lo que me ha ocurrido esta noche.

 

Hoy he tenido un sueño. Cuando he despertado el calendario marcaba el 15 de junio de 2044. De repente, he envejecido 20 años. Ni mis piernas ni mi cabeza funcionan igual. Pero la motivación por estar aquí es la misma que hace 20 años. Y gracias a esta noche he confirmado que la ilusión puede durar toda la vida. Es una maravillosa manera de despertar.

Estoy en Melide, un pueblo del Camino de Santiago que hoy está uniformado de atletas. Y, entre todos ellos, sigo viendo a Jose Antonio al que hace 20 años le esperaba en la meta su hija Leire, que entonces era una niña y hoy, en 2044, ya es una mujer que fue la primera de su promoción en la universidad, que sale a correr entre semana por el paseo marítimo de Riazor y que, por supuesto, participa en la carrera.

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-Mi padre me ha trasladado el amor por correr -me dice, porque yo sigo preguntando.

Pero los años no han detenido mi afán de curiosidad. Es innato. Nací y moriré con él, como sigo repitiendo en casa cuando me censuran que lo pretendo saber todo.

Pero esta es la vida, la vida que hoy te sorprende 20 años después en el mismo sitio, donde vive Xabi, que ya es pensionista y que sigue siendo el líder de los organizadores. Sus hijas, que vienen a Melide a verle los fines de semana, colaboran felices con él. Ayer le acompañaron a recoger al tinte la alfombra azul de la línea de meta. Ahora, Xabi está ajustando cada metro al suelo.

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El 15 de junio de 2044 David tampoco es ese joven de hace 20 años pero sigue llevando las redes sociales de la carrera con el mismo valor añadido de entonces: las fotografías siguen siendo insuperables.

En realidad, todos los organizadores se quejan de que ya están mayores, pero yo les veo igual de sonrientes que siempre.

Sí es verdad que alguno pone de excusa una artrosis en la cadera o en la rodilla para no correr esta tarde. Pero quizás sea la resaca que todavía les dura del título de Liga del Depor que justo, 50 años después del penalti fallado por Djukic,en 1994, ganó la semana pasada.

No pudo elegir un año más apropiado y la celebración, claro, fue muy exigente por las calles de Coruña y hasta de Santiago, donde vive Pampin que, por cierto, hoy volverá a entregar el último dorsal. Y después se pondrá a correr, porque él sí va a correr, a él los años no le detienen.

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Porque esta vez nos han metido de golpe 20 años que yo contemplo atónito desde el silencio que, sin previo aviso, he fabricado esta madrugada. Un silencio que parece sabio en el que las cosas siguen tal y como nos hubiese gustado hace 20 años.

Porque el 15 de junio de 2044 la carrera es exactamente la misma que la de 2024.

Sale a la misma hora, a las 18,30, sale en el mismo sitio, en la Praza de Palas del Rei, y en el viaje hasta la pancarta de meta no ha cambiado ni una piedra de sitio: el Camino tal vez se hubiese enfadado.

Solo han cambiado las bandas musicales, que ahora las lideran los hijos y los nietos de los de entonces.

Pero todo lo demás sigue igual. Hasta hay voluntarios de entonces, que hoy siguen en pie, y, como entonces, el recepcionista del hotel tiene guardado su dorsal que es un amuleto frente al cansancio.

Y, nada más terminar la jornada a mediodía, como hacía hace 20 años, irá a casa, comerá, se vestirá de atleta y cogerá el autobús de la organización hasta Palas del Rei, el pueblo donde empieza la carrera.

Porque han pasado 20 años pero aquí no ha cambiado nada. El tiempo se ha detenido voluntariamente como si fuese un capítulo de Los Simpson. Los 750 dorsales se siguen agotando en un segundo y los atletas que vienen te responden con una sonrisa cuando les preguntas que hacen aquí. Pero ése es el acuse de recibo de toda esta historia.

Yo no me mudé a vivir a Melide supongo que porque no tiene mar, pero como sigue repitiendo mi amigo Noel, que a los 70 años se conserva como si fuese Julio Iglesias:

-Qué parajes, Alfredo, qué maravilla para correr entre diario.

Y esa es la magia que un día nos atrapó y nos condujo hasta aquí sin miedo al día siguiente. Porque la carrera es dura como una roca. Pero es una dureza de las que interesan, de las que te prometen felicidad.

Son 21 kilómetros que te miran a los ojos. Una media maratón con dientes de sierra que en 2044 tendrá un artículo de admiración hasta en el ‘New York Times’.

-No hemos visto una carrera igual -empezará el texto escrito por el corresponsal, que ya sabe lo que es correrla porque “este es el paraíso “, terminará diciendo.

Mientras tanto, nosotros seguimos estando y seguimos tocando como recuerda Levoso Touceda, que ya ni se sabe los años que tiene pero que conserva ese motor diésel que un día le prometió acompañarle hasta el fin del mundo.

Quizás dentro de 20 años Levoso ya haya terminado ese Máster. Pero eso me lo tendrá que contar entonces,  porque me doy cuenta de que ahora mismo no es posible. Se lo tendría que imaginar y por hoy la imaginación ya pide un descanso.

Yo acabo de regresar a la vida real. Son las siete de la mañana y acabo de despertar y el futuro tendrá que esperar. Pero, si se puede elegir, ojalá sea como me lo he imaginado esta noche y el 15 de junio de 2044 esta carrera siga siendo organizada por los mismos (Peles, Filgueira, Iván,  David…) y siga sacando lo mejor de cada uno de los que la amamos. Por suerte, hay tiempo de sobra para entrenarse.

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Alfredo Varona