Categorías: Noticias

La italiana de la que nos hemos enamorado este verano

Publicado por
Alfredo Varona
Publicidad

Nadia Battocletti culminó en la final olímpica de 5.000 su maravilloso verano e, incluso, durante unos minutos fue bronce olímpico.

 

Cuando ya se habían apagado las luces, Nadia se convirtió en medallista olímpica. Duró sólo unos minutos. Pero dio igual. De decepción, nada. Ni para ella ni para nosotros, cuya admiración no la supeditamos  a un resultado (faltaría más a estas alturas de la vida).

Si ha habido alguna atleta de la que nos hemos enamorado (en el buen sentido de la palabra) este verano ha sido la italiana Nadia Battocletti. Creo que nadie puede contradecirme. Ayer, en la final olímpica de 5.000, vivimos las diez de últimas. El 1.000 final le salió en 2’36”. Nadia desafió todos los límites posibles en la última recta. Rebasó a Kipkemboi y a Taye. Y entonces marchó en busca de Hassam. Necesitaba tiempo. Pero ya no quedaba ni un filete en la carnicería.

Publicidad

Dio absolutamente igual. Battocletti logró una marca de ensueño (14’31) y, después,  la crónica de sucesos hizo de las suyas. La prematura descalificacion de Kipyegon por un choque con Tsegay concedió a Nadia la medalla de bronce lo que tampoco parecía lo más sensato. Así  no. Kipyegon apeló y la justicia le dio la razón. Bien hecho.

Para entonces, ya nadie podía cambiar lo que habíamos vivido juntos. En la corte de Chebet,  Hassam, Kipyegom o Tsegay, todos nos convertimos en Batocletti, una piedra preciosa de 24 años que disparó la emoción a nivel mundial con el uniforme azul de Italia. Una atleta en el mejor momento de su vida que hace un mes fue campeona de Europa de 5.000 y 10.000 en Roma. Allí, Nadia se convirtió en su país en una celebridad. Ahora lo es en casi todo el mundo.

El desafío, efectivamente, eran los JJOO: ¿hasta qué punto estaba preparada para luchar con las diosas africanas? Ayer se resolvieron las dudas, y se resolvieron a su favor en una carrera letal que sólo se repite cada cuatro años. Y es ahí donde se establece la gran diferencia entre las buenas y las mejores.

Publicidad

Nadia acabó llorando. De emoción. Todos lloramos con ella. Recordamos que hace tres años ya amenazó en los JJOO de Tokio donde fue sexta (14’46”) en el 5.000. Pero lo de anoche en París desarmó nuestra paz mental. Una de esas actuaciones para toda la vida que confirman que Europa se le ha quedado pequeño y que Nadia puede ser algún día oro olímpico. Tendrá que esperar cuatro años hasta Los Ángeles 2028. Pero la paciencia forma parte de la familia.

De hecho, su padre es su entrenador. Su padre es Giuliano Battocletti. Un hombre de 49 años que en su época fue un buen fondista que fue seis veces campeón de Italia (10.000, media y cross). Eso sí,  su  carrera finalizó por un positivo por nandrolona. Pero eso fue el pasado.  Y los errores de los padres no se tienen por qué extrapolar nunca a los hijos. Y hasta ahora, Nadia lo ha hecho todo bien.

Publicidad
Compartir
Publicado por
Alfredo Varona