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La italiana de la que nos hemos enamorado este verano

Nadia Battocletti culminó en la final olímpica de 5.000 su maravilloso verano e, incluso, durante unos minutos fue bronce olímpico.

 

Cuando ya se había acabado todo, Nadia se convirtió en medallista olímpica. Duró sólo unos minutos. Pero da igual. De decepción, nada. Ni para ella ni para nosotros, cuya admiración no la supeditamos  a un resultado (faltaría más a estas alturas de la vida).

Si ha habido alguna atleta de la que nos hemos enamorado (en el buen sentido de la palabra) este verano ha sido la italiana Nadia Battocletti. Creo que nadie puede contradecirme. Ayer, en la final olímpica de 5.000, vivimos las diez de últimas. Nadia desafió todos los límites posibles en la última recta. Rebasó a Kipkemboi y a Taye y, valiente, marchó en busca de Hassam. Necesitaba tiempo. Y ya no quedaba ni un filete en la carnicería.

Pero dio absolutamente igual. Battocletti logró una marca de ensueño (14’31) y, después,  la crónica de sucesos hizo de las suyas. La prematura descalificacion de Kipyegon concedió a Nadia la medalla de bronce lo que tampoco parecía lo más sensato. Así  no. Kipyegon apeló y la justicia le dio la razón. Bien hecho.

Para entonces, ya nadie podía cambiar lo que habíamos vivido juntos. En la corte de Chebet, Hassam o la propia Kipyegom, todos nos convertimos en Batocletti, una piedra preciosa de 24 años que disparó la emoción a nivel mundial. Recordamos entonces que hace un mes fue campeona de Europa de 5.000 y 10.000 en Roma frente a su público. Allí, Nadia se convirtió en su país en una celebridad. Ahora lo es en casi todo el mundo.

La revalida, efectivamente, eran los JJOO: ¿hasta qué punto estaba preparada para luchar con las diosas africanas? Ayer se resolvieron las dudas, y se resolvieron a su favor en una carrera letal que sólo se repite cada cuatro años. Y es ahí donde se establece la gran diferencia entre las buenas y las mejores.

Nadia ha superado la criba. Hace tres años ya amenazó en los JJOO de Tokio donde fue sexta. Pero lo de anoche en París fue el reflejo más puro de la grandeza. Una de esas actuaciones para toda la vida que demuestran que Nadia, la hija de Giuliano, puede ser algún día oro olímpico. Tendrá que esperar cuatro años hasta Los Ángeles 2028. Pero la paciencia forma parte de la familia.

Giuliano, su padre, fue un buen fondista, cuya carrera, eso sí, finalizó por un positivo por nandrolona. Pero eso fue ayer. Y los errores de los padres no se tienen por qué extrapolar nunca a los hijos.


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