En el reino de Jacobs, se ha presentado en sociedad Guillen Crespí, la nueva sensación de la velocidad española. Ha sido sexto en la final de 100 metros contra todo pronóstico.
Un monstruo ha venido a vernos. Dicho de otra manera: acabamos de conocer a un niño que ha nacido con dientes. Un niño que, sin avisar, nos ha pedido matrimonio. Y ése niño se llama Guillem Crespí y ha elegido un escenario prodigioso como el Olímpico de Roma donde el atletismo también es cultura. Allí, este muchacho de 21 años ha presentado el inicio de una nueva era. Ha sido sexto en la final, ha hecho marca personal y ha luchado sin complejos frente a tiburones en la materia. Así que Bruno Hortelano ya puede descansar tranquilo: ya tiene heredero.
También nosotros, porque Guillem Crespi, con esa pinta de surfista, nos ha ofrecido una confianza total. Y eso es lo que tenemos que explicar esta noche por encima del oro de Jacobs (10.02), la plata de Chituru Ali (10.05) y el bronce de Romell Glave, que para nosotros es casi anécdotico. De quien estamos deseando escribir es de Crespí que, lejos de mostrar una mirada asustada en Hollywood, se ha comido el mundo con la mirada. Así que tenemos derecho a venirnos arriba porque no contábamos de ninguna manera con un velocista español en la final de 100 metros.
No quiero exagerar, pero es como si nos hubiese tocado un buen pellizco de la Lotería. Guillem Crespí trae la excelencia de serie. Por eso estamos como chicos con zapatos nuevos. Máxime en una prueba como los 100, donde nos quejábamos de un índice de absentismo tan elevado.
Y, de repente, lo ocurrido en Roma nos abre las puertas del paraíso. Y, para que no haya ninguna duda, les dejo con los números. Crespí ha hecho 10.25 en la primera ronda y 10.19 en semifinales. Pero aun así le quedaba más energía para la final donde bajó hasta 10.18. Y, naturalmente, es una noticia sensacional a las puertas de los JJOO.
