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El enviado especial más joven que cubrirá los JJOO de París

Publicado por
Alfredo Varona
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El 25 de julio, a las 11 de la mañana, llegará a París como enviado especial de El Confidencial para cubrir los JJOO. Se llama Rafa La Casa, tiene 24 años y hace cinco que se trasladó a Madrid desde Alcalá de Guadaíra.

A pesar de la diferencia de edad, he hecho amistad con él. A pesar de su edad, Rafa no es de whattssap sino de llamadas de teléfono como si fuese un periodista de los de antes. Porque, para él, el periodismo es eso. Un animal indomable donde se organiza la calle, la curiosidad, el teléfono y una agenda que cada día pesa más.  Ahora, sólo le falta encontrar historias en París que marquen la diferencia. De momento, no se separa de la acreditación que lo hará posible.

¿Y cómo te dijeron, ‘Rafa, vas a los JJOO’?
Yo volvía de vacaciones. Me sonó el teléfono y era mi jefe que, de repente, me dijo que íbamos a ir dos enviados especiales a los JJOO y que yo sería uno de ellos. En ese momento no lo procesé. No me dio tiempo ni a gritar de alegría. Después, cuando colgué el teléfono, me acordé de todo lo que he tenido que pasar en estos nueve años que llevo dedicado al periodismo.

Tienes 24 años. 
Pero empecé con 15 haciendo las crónicas del equipo cadete del Alcalá de Guadaíra que entonces publicaba en una web que creé yo mismo.

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Con 15 años
Y me parece que empecé tarde. Con 12 o 13 años ya tenía que haber hecho cosas. Pero ya no se puede volver atrás. Así que me quedo con lo que hay. Con 18 años me mudé a Madrid para estudiar Periodismo y Derecho. Y un día le presenté mi web de jóvenes promesas a Juanma Trueba, que era el director de ‘A la contra’. Y me permitió empezar a trabajar con él. Y la fortuna es que, en vez de un director, descubrí un segundo padre. Juanma fue, para mí, un profesor de la vida. Me enseñó literatura, me enseñó historia, me enseñó escritura. Pero, además, encontró tiempo para preocuparse por mí en una ciudad que no era la mía.

Y fichas por El Confidencial.
En el verano de 2021. Una beca de verano. Gracias a Trueba ya tenía un estilo. Supongo que eso ayudó a que la vida en ese momento se pusiese a mi favor.

¿Y cómo se trabaja con el viento a favor?
No lo sé, porque cada día vuelvo a empezar. Yo intento hacer lo diferente, preguntar cosas que se salgan de carril. Me considero, sobre todo, una persona de momentos. Quizá eso me ayuda a escribir lo que pretendo. O, por lo menos, a intentarlo, porque sé que me queda camino.  Pero supongo que eso es la vida.

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En los JJOO serás el enviado especial más joven.
Al final, los niños sueñan con ir a Disney. Yo soñaba con ir a unos JJOO y voy a cumplir este sueño. Era lo que quería. Quiero que sea una gran experiencia. Voy a hacer lo posible. Mi misión será aprovechar cada momento y contar las cosas que vea como me las contaban a mí en los primeros JJOO que recuerdo que son los de Pekín. Tenía ocho años. Estaba en la playa con mi padre y con mi abuela.

Escribir también es emocionar. 
Nunca quise ser otra cosa que periodista. No hay argumentos racionales porque soy periodista. Es verdad que a veces la precariedad te invita a marcharte. Pero, en mi caso, no se puede cambiar de pasión porque para mí el periodismo lo es todo: pasado, presente, futuro. A menudo, voy a la hemeroteca o a la Biblioteca Nacional para leer los periódicos de antes.

Para aprender.
Si me diesen a elegir, yo quisiera ser Juanma Trueba. Yo quisiera escribir como él, hablar de la vida como habla él y quedar cada semana con él. Yo vi que los ojos se le iluminaron cuando le dije, ‘mira, Juanma, que voy a ir a los JJOO’ y se le iluminaron como si fuese la alegría que un hijo le da a un padre. Y perdona que insista, pero Juanma es como mi padre en el oficio.

¿Y tu padre biológico? 
Él se dedica a otra cosa, pero también vive cada cosa que hago y, por supuesto, cuando me enteré que iba a los JJOO, le llamé a él, a mi madre y a mis hermanos para celebrarlo. Sólo nos faltó la tarta de cumpleaños. Por teléfono no se puede. Pero es que cada uno estábamos en un sitio.

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Santiago Segurola envidia al que no le cueste escribir. Dice que escribir es muy difícil. 
Yo también lo pienso. Me cuesta y me ha costado mucho. El papel en blanco es muy exigente. Pero mi forma de reducir la distancia es leer, como mínimo, dos libros al mes. Mi padre siempre me dice, ‘lee a los clásicos, Rafa’, y yo leo a los Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Hemingway…

El otro día cuando quedé contigo te presentaste con el libro de Hemingway recién comprado: ‘París era una fiesta’.
Pero eso son escritores con una prosa descomunal. Yo no aspiro a tanto, sino a desempeñar esta profesión con rigor, a poner en práctica lo que he aprendido y lo mejor de mi mismo. Desde el mismo día, que lo tuve claro, quise ser periodista.

Y lo eres. 
Y sigo siendo el mismo chaval que con quince años empezó a escribir del Alcalá. La ilusión se mantiene. La diferencia es que ahora llevo barba y que ya no vivo en un pueblo. Pero, por lo demás, soy el mismo. Tengo la ilusión de hacerlo bien y de que alguien lea una historia mía y me diga: ‘Rafa, bien hecho’.

Ése es el desafío.
Estoy deseando saltar a la pista, sí, disfrutar de la experiencia, viajar y ponerme a escribir, a preguntar como la pasada tarde en la que bajé a la Blume en Madrid a hablar con Marta Pérez e Irene Sánchez Escribano. Hacían 35 grados en Madrid. Pero cuando sientes ilusión por contar historias el calor sólo es una anécdota.

También entrevistaste a Gregorio Parra. 
Me gusta hablar con gente que es mayor que yo. En ese sentido Gregorio es un espejo viviente. Tiene ocho JJOO y ha sido la voz del atletismo. Creía que era un personaje y me encontré con una persona fantástica. Desde entonces, mantenemos contacto. Sé que Gregorio enriquecerá mi vida.

Ahora, ya sólo te falta competir en París. 
En cuanto me baje del avión empezará mi trabajo, sí. No sabes donde puedes encontrar una gran historia. Quiero calle. Necesito calle. Necesito cumplir con las expectativas. No contar lo que la gente verápor televisión o leerá en redes sociales. ¿Cómo? Yo lo voy a intentar.

 

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Alfredo Varona