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¿Cómo se medía la distancia antes de que existieran los GPS?

Publicado por
Ángel Rubio
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¡Bienvenidos a un viaje al pasado, a esos tiempos prehistóricos (bueno, no tanto, al siglo XX) cuando los corredores eran intrépidos guerreros sin la ayuda de los relojes GPS!

Sí, estamos hablando de esos días gloriosos en los que medir la distancia recorrida no era tan simple como mirar tu muñeca. Aquí exploraremos algunas de las técnicas y herramientas ancestrales que se utilizaban para saber cuántos kilómetros habías dejado atrás.

Mapas y rutas marcadas: la era del cartógrafo moderno

Imagina a nuestro corredor de antaño, armado con un mapa de carreteras o un mapa topográfico, con una regla en mano. Este método requería no solo una buena capacidad física, sino también habilidades de navegación dignas de un explorador del siglo XV: trazar la ruta y medirla en un mapa a escala era una forma bastante precisa de determinar la distancia.

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Para los más sofisticados, existían (y las siguen habiendo para las homologaciones), las ruedas de medición.

Kilómetros marcados: los postes milenarios

Correr por carreteras con marcadores kilométricos era como recibir pequeños obsequios. Estos postes, generalmente ubicados cada kilómetro, eran el alivio de muchos para medir el ritmo de manera confiable. Imagínate corriendo y encontrando cada poste como si fuera un viejo amigo, saludándolo mentalmente y agradeciendo su existencia mientras te acercabas más y más al final: “¡Solo cinco más y habré terminado esta tortura!”.

Cuentakilómetros del coche: cuando eran aliados

Antes de que los corredores fueran los reyes de la carretera, sus coches eran sus fieles escuderos. Medir la distancia de una ruta conduciendo con el coche era una técnica bastante popular. La logística de esto era simple: subías al coche, conducías por el camino y anotabas la distancia.

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Pistas de atletismo: la constancia de la ovalada

Ah, las pistas de atletismo. Santuarios de sudor y esfuerzo que tienen una gran ventaja: la certeza. Con una distancia estándar de 400 metros por vuelta en pista reglamentaria, sabes exactamente cuánto has corrido sin necesidad de gadgets tecnológicos. Después de unas cuantas vueltas se vuelve un poco monótono, pero eso solo hace que desarrolles una resistencia mental envidiable…

[Te puede interesar: La precisión en los relojes-gps: entendiendo los errores más comunes.]

Computadores de bicicleta u odómetros:  tecnología sobre ruedas

Para aquellos que también disfrutaban del ciclismo, los cuentakilómetros eran una bendición: imán, sensor, cable y display. Estos dispositivos, instalados en las bicicletas, medían la distancia recorrida, permitiendo tener una referencia precisa. También existían las amistades estratégicas con ciclistas: “Oye, ¿puedes acompañarme en tu bici y decirme cuánto hemos corrido?” Era un win-win de época: compañía y precisión.

Métodos tradicionales de estimación: el arte del ritmo

Y cuando todas las tecnologías y ayudas físicas fallaban, siempre quedaba el método de la vieja escuela: estimar la distancia basada en el tiempo y el ritmo de carrera. Los corredores sabían que si mantenían un ritmo constante, podían calcular la distancia con bastante precisión. “Si corro a 5 minutos por kilómetro y llevo corriendo 30 minutos, eso significa… 6 kilómetros”, orgullosos de sus matemáticas. Este método también fomentaba una auto-conciencia sobre el propio cuerpo y ritmo, algo que muchos corredores de hoy envidian.

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Hoy en día, los relojes GPS hacen todo esto y más, permitiéndonos medir distancias, ritmos, elevaciones y hasta nuestras pulsaciones con mucha precisión. Pero hay algo romántico en cómo se hacía antaño, donde se combinaban habilidades cartográficas, tácticas automovilísticas y pura intuición para medir.  Quizás, la próxima vez que salgamos a correr con nuestro GPS, podríamos intentar un día de “desintoxicación tecnológica” y correr al natural, recordando que, al final, lo importante no es solo la distancia, sino el viaje y el esfuerzo.

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Ángel Rubio