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Álvaro Martín: aquí te necesitamos

Publicado por
Alfredo Varona
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El atleta español más brillante se retira a los 30 años tras conseguir lo que quería en los JJOO de París.  Pero hay un problema: el atletismo no puede prescindir de su cabeza. 

Todavía nos tiembla la sangre al recordar los 20 km marcha de París. Álvaro Martín subió al podio por un segundo. A Massimo Stano le faltó un segundo para impedirlo. Así que la agonía fue indomable, como para tomarnos un mes de vacaciones. Pero el resultado lo reparó todo. Fue el último gran servicio de Álvaro Martín al atletismo español.

El sábado por la noche su despedida vino a buscarnos desde el Teatro Romano de Mérida. Uno estaba tan tranquilo en casa y se encontró con que Álvaro Martín estaba contando a sus paisanos que se retira, que se va a los 30 años en el mejor momento de su vida después de haber sido medallista olímpico en París, porque, a partir de ahora, “hay otras cosas que conquistar más allá de una pista de atletismo”.

Él ganó y se ha dado cuenta de que ganar ya no es imprescindible. Y ése es su mensaje en un mundo enloquecido de resultados. Pero afortunadamente siempre nos quedará Álvaro Martín, que seguramente podría seguir ganando. De hecho, fue el medallista más joven en el podio de París. Pero ganar ¿qué es ganar? ¿hipotecar toda tu vida, hasta los domingos por la tarde, para un solo día? Y él, que ya ha conocido esa sensación, no quiere quedarse a vivir en ella. Y necesita explorar otras vidas.

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Álvaro Martín no tiene la gigantesca popularidad de un cantante ni de un futbolista. Seguramente algún amigo o conocido mío leerá este artículo y hasta me preguntará:

-Oye, ¿y quien es este Álvaro Martín?

-Pues un fuera de serie, un tipo que ha sido un fuera de serie en lo suyo -le contestaré.

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Y en el viaje los que amamos el atletismo tuvimos la oportunidad de conocer a una persona programada para hacerte pensar y para recordarte que hay poca gente como él en la vida. Pero Alvaro es uno de esos tipos que antes de preguntarte, “¿qué  hay de lo mío?”, te pregunta por el grupo.

Recuerdo el día en el que pidió voluntariamente ir a dar una charla a la cárcel de Badajoz.

– Yo entré en la cárcel para hablar con presos y acabé estando con personas. Con sus fallos y errores, pero son personas.

Le dieron una paliza jugando al ajedrez. Pero lo importante es que su presencia logró que durante un momento hubiese luz en un lugar “lleno de oscuridad”. Y les recordó a los presos que sus éxitos vinieron después de múltiples fracasos.Y quién sabe si les convenció o, como minimo, les hizo pensar.

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Pero anécdotas como esas hay muchas, fuera y dentro de las redes sociales, no creo que haya un solo compañero del atletismo que pueda tener queja de él. Porque Álvaro siempre utilizó el poder o la importancia que le dieron sus éxitos como un cepillo de dientes para defender a los demás, para llamar la atención a los poderosos y para llenar el mundo de sentido común.

No soy el único que lo ve así porque hay legiones de gentes que ya han pensado en él como futuro presidente de la Federación Española de Atletismo. En el concurso de méritos, su candidatura puntúa alto e importante. Graduado en Ciencias Políticas y en Derecho, los libros y apuntes le acompañaban en cada viaje en los que siempre recordaba que hacia lo que debía hacer: “Las competiciones son tan importantes como los exámenes”.

He entrevistado a muchos atletas en estos últimos  años. Pero con Álvaro Martín nunca se dio la cosa. Supongo que eso también hoy me concede distancia.  Y, en cualquier caso, la noche del sábado entendí que debía escribir de él y que este es el artículo más importante del año.

Se va un mito de nuestro atletismo. Se va el mejor sindicalista que ha conocido este deporte. Y se va como vino: en las antípodas de la vanidad. Sin presumir de nada que no sea su esfuerzo y con la sensación de que lo que ha hecho él lo puede hacer cualquiera que se esfuerce.

Todo eso lo dijo en el teatro Romano la noche del sábado. En el día de su despedida. En traje y corbata. Y en un relato espectacular en el que cada palabra había cumplido la mayoría de edad. Sin querer, Álvaro  nos invitó a dos de las mejores cosas a las que nos puede invitar el ser humano: a llorar y a aplaudir. Y hoy lo hacemos gozosos como si fuese la fiesta de graduación de nuestros hijos.

Se va alguien muy importante.  Se va algo más que un campeón. Se va un tipo con cara y ojos de los que da gusto escribir. Se va un hombre al que le puedes confiar tus secretos porque tienes la sensacion de que no te dejará en la estacada por un cargo o por un puñado de billetes. Y, sobre todo, se va un hombre del que te daría pena divorciarte.

Al fondo quedan los recuerdos, repartidos por todo el mundo. Y quedan las emociones que respetaron las normas. Y las lágrimas que emborronaron las letras de aquella postal desde París este último verano.  Pero, sobre todo, el medallista olímpico que llegó a tiempo, antes de que se fuese el tren. Y lo fue por un segundo.

Como decía Clint Eastwood en ‘Poder absoluto’, “mañana no está asegurado para nadie”. Pero nosotros queremos seguir contando con Álvaro. El atletismo puede prescindir de sus medallas pero no de sus ideas. Por eso sólo me falta recordarle que en un deporte como este, en el que la precariedad es tan alta, hace falta un sindicato. Los atletas del día de mañana lo agradecerán y tú y yo conservaremos a uno de los nuestros.

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Alfredo Varona