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Abascal: “Bajabas al nivel del mar y es como si te quitaran una mochila”

José Manuel Abvascal, un histórico del atletismo español

(EFE).- El exatleta y primer medallista olímpico de España en 1.500 metros en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, José Manuel Abascal, destacó este jueves que en el deporte y en la vida “hay que ser valiente” y no tener miedo, pero también advirtió de que cuando se está en la elite “lo que no se puede hacer es engañar a nadie y menos a ti mismo”.

“Hay que tener la honradez de saber retirarse, porque si no el repaso te lo dan a ti”, resaltó. José Manuel Abascal participó en el Ateneo de Santander en una charla-coloquio, organizada por el Club Bansander, en la que desgranó los hitos de su carrera y algunos detalles y anécdotas personales que ha vivido en medio siglo dedicado al deporte. El ganador de la primera medalla olímpica española de atletismo en pista contó que empezó a correr “desde pequeñito” y, haciendo un paralelismo con su tierra, fue “escalando montañas” hasta situarse “en la elite mundial”.

Con 15 años lo llevaron a Barcelona, al Centro de Alto Rendimiento Deportivo, con una beca del CSD y de la mano de la Federación Española. Allí tuvo como entrenador a “una persona extraordinaria”, Gregorio Rojo, un “maestro” que dirigió sus pasos hasta el éxito. “Entrenabas multisalto para hacer gemelo y al día siguiente amanecías con todo el hombro morado y nadie se quejaba, no pasaba nada”, recordó. La habitación de Franco A Abascal le gustaba entrenar en altitud, y de hecho se preparó en Áliva, en Picos de Europa, para Juegos Olímpicos, junto a ovejas y vacas, a 1.500 metros de altitud.

“Al subir por encima de 1.500 metros el aire es menos denso, hay menos oxígeno y el organismo acumula glóbulos rojos para defenderse. Luego bajas al nivel del mar y es como si te quitaran una mochila, corres más rápido”, explicó. En esa etapa de entrenamiento vivió una anécdota en el Refugio de Áliva, con su director. Cuando llegó le dieron una litera “de tralla”, de las que usaban los montañeros, pero, tras una visita del periódico regional para entrevistarle e interesarse sobre cómo se estaba preparando para la cita olímpica, el director de esa instalación le dijo: “Perdona que no te he reconocido, te vamos a meter en la habitación de Franco”.

Habitación con aseo propio

Y, “del día a la noche”, pasó de compartir baño en un pasillo a tener una amplia habitación con aseo propio, lo que “hizo mucho mejor la estancia”, comentó entre risas. En cualquier caso, la estancia en Áliva y en Picos le ayudó mucho, le dio “paz interior”. “Me di cuenta de que entrenando en esa campa, rodeado de naturaleza, todo paz, mi espíritu se reforzó, salí mejor y con moral a prueba de todo”, subrayó. La importancia de la moral Abascal insistió en que, aunque parezca tópico, “la moral es clave”.

“Yo he perdido tantas carreras como he ganado, y a veces te desmoralizas, pero no hay que dejarse llevar”, dijo. En Los Ángeles dio muestra de la importancia de la fuerza y la confianza. “Mi entrenador me dijo: ‘Abascal, a falta de 500 metros te tienes que dejar la vida’, y eso hice. A veces la fe mueve montañas”, añadió. De esa carrera histórica extrajo una lección: que “hay que ser valientes, no hay que tener miedo nunca”. “Era difícil tener medalla con el nivel de atletas que había”, con grandes como Sebastian Coe, Stephen Cram, Omer Khalifa o Jim Spivey.

Tras el histórico bronce en 1.500 en Los Ángeles, Abascal se dio cuenta de cómo en España se valoraba ese logro. Él había conseguido la medalla, sabía que era importante, pero hasta que no regresó no se percató de toda la dimensión que conllevaba. Primero, porque al llegar al aeropuerto desde Estados Unidos le rodeó una nube de periodistas que le pedían declaraciones y fotos “mordiendo y besando” el bronce, pese a que en la comitiva española había grandes deportistas que traían oro y plata.

Después, porque al llegar a las 4 de la mañana a la cafetería Picos de Santander los parroquianos se pusieron en pie a aplaudirle, cuando él pensaba que en Cantabria, en una época con solo dos canales de televisión y sin móviles, el seguimiento de la carrera habría sido reducido. Y también porque cuando al fin llegó a casa y pudo acostarse porque “estaba doblado” del viaje, su madre le levantó porque tenía “como a quince periodistas” en el salón. “Fue un año que estuve en una nube, pero en este deporte hay que estar como un espartano todo el día sin descanso. Si no, te pierdes”, advirtió.


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