"No sabía que podía volver a hacerlo". "No quería que me vieran lo derrotada que estaba". "Yo sólo oía silencio. Como si estuviera sorda". "Me sentía avergonzada". Todas esas frases retumbaron dentro de Simone Biles cuando tuvo que abandonar los Juegos de Tokio. Se levantó. "Porque yo quería acabar a mi manera". Y en París, donde pudo dar portazo a tantos miedos, donde tuvo que reponerse a una caída en la final de la barra de equilibrio y a dos salidas de pista en la final de suelo que le costaron dos oros cuando volvían a obligarle a que fuera una diosa, solo una diosa, no "una simple chica a la que le gusta dar volteretas", sonrió otra vez.

Simone Biles es tan diosa como humana: adiós a los Juegos con tres oros y una plata (leer noticia)