Desde que tengo memoria recuerdo la voz aterciopelada de Françoise Hardy susurrando sus melancólicas canciones en el viejo tocadiscos de papá. Tout les garçons et les filles, Comment te dire adieu, Ma jeunesse fout le camp... Aquella chica frágil con su androginia hipnotizante conquistó a Bob Dylan, a Mick Jagger, y a David Bowie, que confesó estar “apasionadamente enamorado de ella. Todos los hombres del mundo lo estábamos, y unas cuantas mujeres también". A mí, lo confieso, también. Su melancolía me sedujo y la he seguido durante años por el cine, la moda y hasta libros tan recomendables como sus memorias: ‘La desesperación de los simios y otras bagatelas’.

Crónicas teutonas (IV): ¡Adieu Françoise, hallo Berlín! (leer noticia)