Vingegaard se queda sin equipo en el Tour

Una etapa condenada al esprint se convirtió en una pesadilla para el Jumbo

El jersey amarillo, que se cayó, perdió a Primoz Roglic y a Steven Kruisjwijk para los Pirineos, escaladores clave

Vingegaard, durante la etapa

Vingegaard, durante la etapa

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

De repente el cielo se cayó sobre la cabeza de Jonas Vingegaard para decirle que un Tour de Francia no se gana hasta París y siendo un poco generosos hasta el sábado en la contrarreloj final.

Cuando parecía que el Jumbo era un equipo intocable, el dream team de la Grande Boucle 2022, el mejor grupo de artistas para proteger a la estrella, el jersey amarillo, que hasta  se fue al suelo, perdió a dos piezas, que no solo eran esenciales, sino imprescindibles para que lo defendieran en los Pirineos que comienzan mañana.

Primoz Roglic, el eterno aspirante a la victoria en el Tour, el Raymond Poulidor del siglo XXI, el ciclista que gana la Vuelta con la sensación de que casi ni se despeina, ya no ha tomado hoy la salida, después de haber sido el artífice, casi el verdugo de Tadej Pogacar en la histórica etapa del pasado miércoles donde Vingegaard arrebató el jersey amarillo al astro esloveno. Roglic fue el que ejecutó a Pogacar con sus ataques, siempre seguidos por un demarraje de Vingegaard, en las cuestas del Galibier. Pero andaba tocado desde que se dio un tremendo trompazo en la etapa de los adoquines donde ya se despidió de cualquier alegría en la clasificación general. Y hace un año le sucedió algo parecido. Se estampó en la tercera etapa, aguantó lo que pudo y antes de empezar a subir a los Alpes se fue para Eslovenia a preparar la Vuelta. 

Hay corredores a los que se les atraviesa el Tour, como el alimento que se queda en el estómago y se resiste a bajar hasta los intestinos. Y ese es el caso de Roglic. Viene de jefe del Jumbo, acaba convertido en gregario de lujo de Vingegaard y lo abandona justo cuando empieza la sentencia definitiva de la carrera. Terrible para el jersey amarillo y el Jumbo, en la jornada más negra para ellos desde que el juego del Tour comenzó en Dinamarca.

Porque había otro corredor esencial, otro ciclista gafado siempre con las caídas, el que tuvo el Giro ganado en 2016 hasta que se cayó bajando el Agnello: Steven Kruisjwijk. Era el escalador resistente, el que actuaba en penúltimo lugar, el que debía incrementar el ritmo para cansar a Pogacar y el que debía dejar el volante del Tour a pocos kilómetros de la cima, justo en el instante en el que Sepp Kuus debía convertirse en el ángel de la guarda del jersey amarillo. 

Y por muy bueno que sea, que lo es, el corredor estadounidense afincado en Andorra, subir él solito a Vingegaard por los Pirineos es una misión imposible, aunque en vez de Kuss se llamase Tom Cruise.  Hoy , las caídas del Jumbo, en una etapa sin más historia que el triunfo al esprint del belga Jasper Philipsen, fueron la pesadilla.

Todos al suelo

Solo ellos prácticamente se iban al suelo, como si las ruidosas cigarras los empujasen  al suelo  con sus cánticos. Porque aparte de Kruisjwijk, Wout van Aert y Tiesj Benoot también se accidentado y hasta Vingegaard. Nadie se libró. «Yo también he perdido a dos corredores (ambos por covid y a su director). La semana que viene será muy interesante", recalcó Pogacar. Mañana toca descansar en Carcasona, sus alrededores y hasta en Narbona. Todo sea por el Tour.