Vingegaard le roba la cartera a Pogacar en el Tour

 Fantástica reacción del doble vencedor danés de la prueba a un ataque feroz del jersey amarillo en el Macizo Central al que derrotó por primera vez en un esprint de la ronda francesa

Clasificaciones de la etapa 11 y general del Tour Francia 2024 tras la victoria de Vingegaard

Vingegaard, celebra la victoria

Vingegaard, celebra la victoria / EFE

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

El masajista de Jonas Vingegaard le entregaba el móvil detrás del podio. Apenas se había refrescado y aflojado las zapatillas. Marcaba el número de Trine, su mujer, que está en las últimas semanas de embarazo y por esto no lo está siguiendo en Francia. Nadie escuchó la conversación de la pareja, pero el doble vencedor del Tour, ganador de la 11ª etapa, en un esprint apretado con Tadej Pogacar, colgó y habló emocionado. “Esta victoria significa mucho para mí, por todo lo que he pasado estos últimos tres meses. He ganado la etapa por mi familia”. 

No es un tipo muy expresivo. Habla mejor sobre la bici, en un lenguaje de signos, el que transmite su pedaleo para demostrar dos cosas, que ha vuelto de verdad y que en una etapa maravillosa por el Macizo Central se ha colocado como una piedra en el zapato de Pogacar. Todavía no ha olvidado la caída en el País Vasco, porque temió morir y ese recuerdo aflora, sobre todo cuando afronta las bajadas. Ha reconocido que tiene miedo, pero ya no tanto como cuando Pogacar, hace una semana, lo dejó colgado en el descenso del Galibier.

El Tour, de repente, sin respirar, en las traicioneras subidas del Macizo Central, cortas pero explosivas tal cual un trueno de verbena, recobró la salud y se sumergió en un túnel del tiempo, como si fuese una vieja serie televisiva que permitía a los protagonistas regresar al pasado; en su caso, y en el de Pogacar, volver a los dos últimos Tour. Ellos dos delante y el resto persiguiéndolos en la lucha por ser el tercero de la general, aunque todavía Remco Evenepoel se mantenga el segundo de la clasificación, aunque seriamente amenazado.

Pogacar descubrió después de un poderoso ataque a 31 kilómetros de meta, en el Puy Mary, que este Tour no será el paseo militar del Giro. Abrió 30 metros de distancia con Vingegaard y parecía que se iba a producir la misma secuencia del Galibier, que su rival danés no lo vería hasta la meta. Qué error, porque Vingegaard no se dio por vencido, en un duelo fantástico al estilo Eddy Merckx y Luis Ocaña en 1971. 

Vingegaard tenía miedo en la bajada porque cuesta olvidar lo de Álava. Y Pogacar lo sabía. Corrigió un aspecto técnico importante en diferencia a lo que sucedió en el Galibier. Allí, el astro danés afrontó la cita con un monoplato que podía restarle efectividad en subida y bajada. Aquí se dejó de inventos y corrió por el Macizo Central con los dos platos de toda la vida. Se le fue en la bajada, pero en las rectas largas lo veía, como a Primoz Roglic -se cayó en la última curva de la etapa-que venía por detrás y lo ayudó en el terreno en descenso que ahora penaliza al danés.

Dos puertos para el espectáculo

Quedaban dos puertos, pequeños pero matones. Los espectadores de la meta de Le Lioran, una estación de esquí que acogía al Tour por tercera vez, se frotaban las manos y gritaban como goles en un partido cada vez que Pogacar aceleraba o Vingegaard reducía la distancia. Era una lucha de titanes, dos fieras sobre una bici, un espectáculo de primer nivel ciclista. Hasta que Vingegaard capturó a un Pogacar que no hacía otra cosa que mirar para atrás, temeroso de la reacción del único mortal que le puede privar de la victoria en Niza.

Solos se presentaron en la meta donde sorprendentemente Vingegaard derrotó al jersey amarillo, en la ‘foto finish’, y demostró que ya ha recuperado la fuerza que lo empujó hacia lo más alto del podio de París los dos últimos años. Nunca había superado al fenómeno esloveno en circunstancias parecidas. 

Evenepoel minimizaba pérdidas al ampararse en su carácter aguerrido y Roglic era primado con el mismo tiempo que su rival flamenco ya que, al no ser llegada en alto, las caídas en los últimos 3 kilómetros no cuentan.

“Vingegaard está muy fuerte porque ha logrado vencerme en el esprint. Es una alegría verlo de nuevo asíí”, dijo Pogacar con deportividad, aunque seguro que hubiese preferido otro resultado, en una etapa aciaga para los españoles, sobre todo para un Pello Bilbao, enfermo, que llegó a 38 minutos de la pareja dominadora. Hay Tour. Nada está decidido.