El Tourmalet

El Tour y el milagro de los cuartos de baño

Tourmalet por Sergi López Egea

Tourmalet por Sergi López Egea / REDACCIÓN

Sergi López-Egea

Voy a descubrir un secreto que sólo los que están muy puestos en este deporte llamado ciclismo conocen. ¿Sabían que el clásico ‘coulote’ y ‘maillot’ ya han pasado a la historia como tantas y tantas cosas en este deporte? Los corredores contemporáneos, los que disputan el Tour, aunque siempre continúa habiendo alguna excepción, ya no utilizan estas prendas. Ahora llevan un mono, un mono de trabajo, todo en la misma pieza, la parte de arriba, que cubre el tórax y las extremidades superiores, y la de abajo, un pantaloncillo ajustable que llega justo hasta la rodilla. Luego se acaban de uniformar con calcetines que casi alcanzan la rodilla; esos clásicos, los de toda la vida, que apenas cubrían el pie, también han pasado a mejor vida.

Viene a cuento de un par de cosas. Al margen que les dan mayor aerodinámica y menor peso a los ciclistas a la hora de vestir, resulta que es una delicia cuando hay que acudir al baño en competición, porque cuando se zampan de promedio una etapa de cuatro o cinco horas es muy difícil evitar que, por lo menos una vez, no tengan que acudir al lavabo. Otros deportistas alivian la vejiga en el tiempo de descanso, pero en ciclismo siempre hay que pedalear de forma continuada salvo que se afronte una bajada con tranquilidad lo que es prácticamente un espejismo en el Tour.

Una cremallera salvadora

La segunda es que el mono facilita la evacuación de líquidos mucho más rápido que antes porque en la época del ‘coulote’ y ‘maillot’, los que usaron DelgadoInduráinPereiroSastre Contador para ganar el Tour, había que hacer equilibrios y forzar las prendas para orinar. Ahora hay una cremallera por debajo del ombligo que se abre en un periquete y ¡zas! a hacer pipí de forma rápida para volver a subir a la bici y proseguir la marcha.

El reglamento indica que habría que dejar la bici en la cuneta, entrar en el bosque, lejos de miradas indiscretas, buscar un pino y volver a la calzada. Nadie lo hace porque significaría perder unas cuantas opciones de ganar el Tour y eso que ahora, con las prácticas contemporáneas del ‘fair play’, nadie ataca al rival cuando para a orinar como sucedía el siglo pasado. Más de un corredor se hizo las necesidades encima.

Trastada para los cicloturistas

Recuerda Delgado como en una ocasión Greg Lemond, con tres victorias en París, tuvo un apretón (apretón trasero). Al pobre Perico le tocó ir a rueda del corredor californiano y casi se asfixia. Y eso que corrían al aire libre y con viento a favor.

Lo de no utilizar ‘maillot’ y ‘coulote’ es una tremenda trastada para los cicloturistas de a pie, los que se pueden permitir el lujo de gastarse una parte de sus ahorros imitando a los profesionales, la misma bici, o casi, idénticas zapatillas que valen un pastón y, por supuesto, las prendas de vestir. El ‘coulote’ es una especie de faja que permite al deportista aficionado disimular los excesos con la alimentación y mostrar un aspecto de Tarzán muy alejado de la realidad ante el espejo. El mono de trabajo ciclista no tapa las vergüenzas de la cerveza y el jamoncito. A los profesionales les da igual, porque muchas veces presentan un cuerpo que da la sensación de que pase hambre, pero hambre de verdad.

Las corredoras profesionales

El cuarto de baño del Tour siempre está al aire libre, aunque alguna vez algún juez demasiado estricto imponga una multa por orinar ante los ojos del espectador que se encuentra en la cuneta lo que se considera una falta de decoro y educación. Los corredores reciben premios por las posiciones en las etapas, los pasos de montaña y de los esprints especiales. De ahí se quita la multa por si cae una sanción por orinar en público.

Las prendas ciclistas, además, son muy desconsideradas hacia las corredoras profesionales porque ellas todavía lo tienen más complicado. Por eso, al menos, el mono actual las beneficia, ya que con ‘maillot’ y ‘coulote’ prácticamente se tenían que despojar de todas las prendas habidas y por haber si entraban ganas de orinar en competición con los tirantes, cremalleras; vamos, que se te podía ir una victoria en un abrir y cerrar de ojos si no había forma humana de aguantar hasta la llegada a un baño cercano a la meta.

Luego están los que han aprendido -atención no es nada fácil y hay que practicarlo- a orinar sin bajarse de la bici; mantener el equilibrio para no darse un tortazo y superar la opresión del sillín es más complicado que descender de espaldas por una escalera a oscuras. El oficio de corredor es de lo más enrevesado entre los deportistas profesionales.