Ciclismo

El Tour llega la entrañable Francia de toda la vida

Si hay una etapa diferente a todas en este Tour es la que está programada para este domingo, 7 de julio, día de San Fermín, de san Induráin como algunos lo citan en carrera

Tourmalet por Sergi López Egea.

Tourmalet por Sergi López Egea. / REDACCIÓN

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Siempre he sido un enamorado de Francia desde que empecé a descubrir el país en 1991, en un Tour de difícil olvido porque fue el primero de los cinco triunfos de Miguel Induráin. Cuando viajas por lo que ellos denominan el Hexágono te das cuenta de que una cosa es París y otra lo demás, un territorio variopinto donde el sur y el norte, al igual que el centro nada tienen que ver. Los bretones en nada se parecen a los occitanos y estos son como la noche y el día si se les compara con un alsaciano; eso sí, a todos les une una pasión que se denomina Tour de Francia.

Va más allá de cualquier cultura sea artística o deportiva. Y ya no digamos ideológica ahora que el Tour entra en su país de origen en plena recta final de las elecciones legislativas. Por cierto, para llegar a Italia fue necesario atravesar en coche la costa mediterránea francesa donde llamaba la atención la publicidad de los partidos políticos, todos anunciándose en unas pizarras de hierro con diferentes números, asignado cada uno de ellos a una formación. Y, entre los diseños, el más sorprendente fue el del Nuevo Frente Popular con una composición de colores, cada cual identificativo a un partido del bloque, pero que tal como los han colocado formalizan la bandera republicana española.

Ciclismo y elecciones, en un mismo día

Si hay una etapa diferente a todas en este Tour es la que está programada para este domingo, 7 de julio, día de San Fermín, de san Induráin como algunos lo citan en carrera. El resto son las habituales, contrarrelojes (dos están previstas), montañas por doquier, algún esprint como el que se vio el lunes en Turín, y varias jornadas para que los actores de reparto de la carrera se escapen con permiso de los primeros protagonistas y realicen alguna fuga con el premio de una victoria; el podio, la gloria del día, las entrevistas, la portada de ‘L’Équipe’ y la copa de champán por la noche con los compañeros, directores y auxiliares.

El 7 de julio, en Troyes, desde donde se sale y se llega, los ciudadanos están llamados a las urnas en pleno festival de Tour, en una etapa con 34 kilómetros de tierra -gravel como se denomina ahora- que puede marcar mayores diferencias que una contrarreloj o un día salvaje por los Pirineos o los Alpes.

El Tour bloquea carreteras, la propia de la competición y las de acceso, en ocasiones, hasta el día anterior y si no desde primera hora de la mañana. No pasa nadie, hasta los vecinos tienen vetada la movilidad motorizada a sus viviendas. Pero, si hay una cita con las urnas, qué ocurre. Por mucho Tour en plena ebullición hay que ir a votar y un colapso de carreteras es una dificultad añadida, sobre todo cuando se vive en zona rural y hay que desplazarse a la ciudad a depositar la papeleta.

Más libertad de movimiento

En Troyes, las carreteras del Tour se cerrarán con el tiempo justo para que pase el pelotón, se dejará a la gente ir a los colegios electorales, si es en coche, estupendo, y el horario de votación se ampliará, que Francia, Europa y todos, se juegan mucho con lo que ocurra en el país y no es plan que las bicis, por muy famosos y rápidos sean los que pedalean en ellas, entorpezcan la segunda vuelta de la votación.

Francia es un país afectuoso, donde hasta empiezan a dejar abiertos los restaurantes (casi) en hora española, lo que es de agradecer para los enviados especiales que cierran hambrientos la sala de prensa. Cuidan a las ciudades con mimo y, al igual que sucede en España, la excelencia de los carriles bici, a favor o en contra, sirve para adivinar la línea política de los alcaldes o alcaldesas, aunque los que no son partidarios de animar a moverse en bici por su ciudad suben igual al podio del Tour a entregar los premios.

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