Romain Bardet brinda a los franceses el inicio más feliz de Tour

El veterano ciclista ataca a 50 kilómetros de meta, encuentra la compañía de su gregario neerlandés Frank van den Broek y conquista el primer jersey amarillo

Bardet, a la derecha, ganador de la primera etapa

Bardet, a la derecha, ganador de la primera etapa

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Tiene 23 años y es una joya, el corredor que cualquiera querría tener en su equipo. ¡Es el Tour! El que este sábado ha descubierto a Frank van den Broek, de la escuela neerlandesa, como si fuese un pintor del ciclismo. Y al que obsequia con el jersey amarillo al líder de su equipo, a Romain Bardet, ídolo de toda Francia, el hijo que querrían tener los aficionados a este deporte en su país. Y los que gritan en Rímini, donde acaba la primera etapa, felices por apagar a las voces locales, satisfechos porque el viaje a Italia desde Francia ha valido la pena.

Ni Tadej Pogacar, ni Jonas Vingegaard, ni siquiera Wout van Aert, tercero en la meta, pese a la furia de un Visma que en este Tour viste de azul, por si acaso era el amarillo, color gafado en los escenarios, el que les había hecho vivir un inicio de temporada con más golpes que en los autos de choque. 

Bardet, primer maillot amarillo del Tour 2024

Bardet, primer maillot amarillo del Tour 2024 / -

El héroe fue Bardet, el que ya ha anunciado con 33 años, seducido por la magia del gravel, que es el último Tour que disputa. Y porque él es, también, el último francés que subió a lo alto del podio final de la carrera; segundo en 2016 y tercero en 2017, en los años en los que hacía soñar a los suyos que podía relevar a Bernard Hinaut para olvidar de una vez una sequía apocalíptica que se remonta a 1985; nada menos que 39 años sin que un francés acabe el Tour de amarillo.

Bardet no está para estas gestas. Lo suyo es una aparición, en plan divino, y acompañado de un ángel de la guarda que se llama Van den Broek, porque siempre una hazaña se hace mejor en equipo que en solitario, cuando el gregario tiene fuerzas. Van den Broek supera las colinas de los Apeninos en la fuga buena del día. Atrás nadie se pone de acuerdo. Hay demasiado miedo a Pogacar, que decide tomarse el inicio del Tour en calma y hasta disfrutar con la piel de gallina cuando pedalea en circuito neutralizado por el puente Vecchio y las maravillas de Florencia.

Gloria en la ciudad de Fellini

Así que el DSM, el conjunto de Bardet, comprende que a río revuelto hay que pescar la etapa, en una Italia calurosa, más de 33 grados todo el día, sol de justicia al inicio y nubarrones aliviadores al final. Una cosa es que el Tour viaje a Italia y otra que no haya que disfrutar con el triunfo de un francés. Quedan 50 kilómetros para Rímini, la eterna ciudad de Federico Fellini, cuando Bardet ataca y su compañero neerlandés, que va por delante, lo espera. Una pareja contra todos, contra un pelotón del que tiran en ocasiones los ciclistas del Visma, del EF y del Ineos, contra el UAE y contra los repechos de San Marino, por donde nunca había circulado el Tour.

Bardet resiste mientras Van den Broek demuestra que tiene genio para convertirse en figura, el que no se arruga, el que, de hecho, se gana el jersey amarillo que se enfunda su jefe Bardet. ¡Gloria para los corredores inconformistas! Sabe Bardet que el amarillo es una prenda circunstancial, como el traje que el novio sólo se pondrá en el día de la boda. Pero han valido 12 años de profesional para conquistar lo más deseado para cualquier ciclista… sobre todo si se ha nacido en las tierras de Francia.

Sonríen los seguidores franceses, los que se han comido un atasco de 200 kilómetros para llegar a Rímini por una autopista infernal que no se movía ni por un milagro. Lo hacen después de haber sufrido en la victoria agónica de su paisano, porque el Visma tiraba con furia para que Van Aert ganase la etapa y se vistiese de líder como hizo en 2022. 15, 10 y al final sólo 5 segundos que le valen al corredor del Macizo Central para ganar su cuarta etapa del Tour y suceder al ausente Julian Alaphilippe como nuevo francés al frente de la general.

“El ‘maillot’ amarillo es un broche para mi carrera. Había estado cerca en otras ocasiones. Esta vez saqué mi instinto para conquistarlo”. Y para hacer muy felices a los suyos en tierra italiana y por los parajes en los que entrenaba Marco Pantani.