Girmay vuelve a ganar antes de que el Tour circule por tierra

 La prueba entra este domingo en terreno gravel por los alrededores de Troyes con una etapa espectacular al incluir 32,2 kilómetros de tramos sin asfaltar con Tadej Pogacar señalado para volverla a liar

Clasificaciones Tour Francia 2024: etapa 8 y general tras la victoria de Girmay

Girmay celebra su victoria

Girmay celebra su victoria / AP

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

 Una vez subieron montañas. Les dijeron locos cuando en 1910 los inventores del Tour llevaron las bicis por el Tourmalet. Ya buscaron por aquella época la innovación, un aliciente nuevo para una carrera creada en 1903. Desde entonces, la prueba ha pasado por lugares a veces inciertos. Ha atravesado fronteras, siendo habituales los inicios desde el extranjero, este año desde Florencia y dentro de dos en Barcelona. Pero, hasta ahora, nunca, se había diseñado una etapa que incluyera tramos de tierra desde que se asfaltaron los caminos por los que los pioneros de la Grande Boucle ascendían los Pirineos.

Si hay una etapa diferente a las demás es la que se disputa este domingo, Troyes-Troyes, casi 200 kilómetros, que si no llevase al Tour por caminos agrícolas sería una más, un día cualquiera que hasta podía definirse en un esprint, como sucedió este sábado, con el segundo triunfo del corredor eritreo Biniam Girmay, esta vez junto al Memorial Charles de Gaulle, a un día de la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas, en Colombey les Deux Églises, donde falleció en 1970 el militar más famoso de la historia de Francia junto a Napoleón Bonaparte.

Medio pelotón coincide en que no será un día cualquiera, como este sábado tampoco fue una fuga más la del noruego Jonas Abrahamsen, que se pasó 168 kilómetros y tres horas en solitario, porque no será fácil viajar en bici por caminos que encandilarían a los participantes de la carrera siempre que pudieran hacerlo pedaleando sobre una bicicleta de gravel, la nueva modalidad ciclista, máquinas que se parecen a las de carretera, las que llevan los corredores del Tour, pero con ruedas gordas y que se mueven nerviosas, ágiles y alegres entre tierra y piedras.

Serán 32,2 kilómetros sin asfalto, algunos de ellos en repecho, donde alguno puede empezar a perder el Tour antes de claudicar en las montañas y que, de hecho, dará paso a un día intenso como sucede con otra experiencia que de vez en cuando práctica la prueba, seguramente el año próximo, cuando se saldrá de Lille, al norte del país, donde nació De Gaulle, homenajeado en un sábado de gloria. Las etapas de adoquines, los famosos pasos patentados por la París-Roubaix, acostumbran a provocar estragos, como ocurrió en 2022, de ingrato recuerdo para el entonces equipo Jumbo, hoy Visma, donde ya corría Jonas Vingegaard. El caos se apoderó de la escuadra neerlandesa. Primoz Roglic se caía para comenzar a anunciar la retirada que esperó a los Alpes y sólo la serenidad de Wout van Aert, pieza clave este domingo para la estabilidad de Vingegaard, salvó el día, mientras se exhibía Tadej Pogacar.

En 14 sectores de tierra puede ocurrir de todo, desde que se rompa la bici, como pasa muchas veces en la París-Roubaix, aunque allí el terreno es aún más agresivo, a que un cambio de ritmo de algún favorito ponga el Tour patas arriba, en zona gravel, en tramos cortos, de apenas 3 kilómetros, pero que parecen un día sin pan si las piernas no responden, si rebota todo y si se observa que a derecha e izquierda comienzan a pasar corredores.

De nuevo, aparece el nombre casi sagrado de Pogacar, como el más consistente entre los que pelean por la general que comanda, porque él ha ganado dos veces la Strade Bianche, la última vez en marzo cuando atacó a 81 kilómetros de la meta de Siena y llegó en solitario a la plaza del Campo con casi tres minutos de ventaja. Allí hay más tierra (‘sterrato’ como lo llaman los toscanos) pero todos saben que ahora deberán ir con cuidado por si a Pogacar se le ocurre una de las suyas o sigue la estela de especialistas del gravel como Mathieu van der Poel, calladito y tapadito hasta ahora.

Van Aert, que sabe lo que es ganar en Siena, será el ángel de la guarda de Vingegaard; Remco Evenepoel y Primoz Roglic deberán encomendarse a su inspiración, mientras que Carlos Rodríguez tendrá que pegarse como si utilizara pegamento a las ruedas de Tom Pidcock y Michal Kwiatkowski, vencedores de la Strade Bianche.

Día vibrante, único, sobresaliente, mágico y casi sobrenatural para disfrutar de una nueva experiencia en el Tour, en un domingo donde Pogacar puede volver a exteriorizar su alma caníbal mientras la carrera descubre nuevas rutas más allá de la épica del Tourmalet.