Van Aert declara que es un salvaje

El prodigio belga gana su tercera etapa (la sexta del equipo Jumbo) al imponerse en la contrarreloj final

Su compañero Jonas Vingegaard, que conquistará mañana el Tour en los Campos Elíseos de París fue segundo y Tadej Pogacar, tercero

Van Aert, el gran protagonista del Tour

Van Aert, el gran protagonista del Tour / EFE

Sergi López-Egea

Sergi López-Egea

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de victoria porque de ellos será el reino del Tour. Bienaventurado Jonas Vingegaard, el que llora como un niño mientras abraza a Trine, su novia, y a Frida, la hija de la pareja, porque hoy ganará el Tour más bello en años en la avenida más ciclista del mundo, los Campos Elíseos de París. Bienaventurado Tadej Pogacar, que no se ha entregado ni un día desde que capituló, y no sin rabia, ante  su rival danés. Y bienaventurado Wout van Aert por ser el ciclista más salvaje del pelotón, en su victoria, la tercera, en la contrarreloj final de una ronda francesa para enmarcar.

La última etapa verdaderamente competitiva, 40,7 kilómetros de contrarreloj, fue un homenaje a los tres ciclistas que han hecho grande este Tour. Vingegaard (segundo en la etapa) no necesitaba demostrar nada más que llorar de emoción al acabar con una pequeña bandera danesa en la mano, tan discreta como es su figura y hasta homeanejeó a su compañero belga deándolo ganar. «Tengo claro que levantó el pie y se lo agradezco», confesó Van Aert.

Sufría Van Aert en la silla caliente mientras esperaba el desenlace de la contrarreloj. No podía exhibir entusiasmo porque si alguien lo ganaba era su compañero Vingegaard; seis victorias han logrado los chicos del Jumbo en este Tour. Y no era una crono fácil. Era una salvajada al estilo de lo que demuestra cada día Van Aert. Había bajadas peligrosas, cuestas que quitaban el hipo y hasta un túnel del que no se veía la salida. Era una contrarreloj digna del espectáculo maravilloso que ha sido este Tour, hasta el punto de que sea una lástima que todo este festival de gigantes daneses, eslovenos y belgas se acabe esta tarde en París, al caer la luz en la ciudad donde mejor brilla.

La plaza 22 de la general

Cuando pasen unos años nadie se acordará de los que ocuparon las plazas que van de la tercera a la 21ª posición, ciclistas buenísimos pero casi clandestinos en este Tour. Pero cuando lleguen a la 22ª posición de la general todos se detendrán porque en este puesto llegará mañana Van Aert a París. Y ojo entre los favoritos a anotarse el triunfo en el jardín mundial de los esprínters.

Porque sin Van Aert, Vingegaard no habría ganado el Tour enterrado la primera semana entre adoquines malvados hasta que llegó el belga a su rescate. Porque sin Van Aert, Primoz Roglic se habría hundido antes de resucitar en el Galibier e iniciar con Vingegaard la ofensiva que fulminó a Pogacar. Y sin Van Aert la fantástica etapa de Hautacam no habría acabado con una victoria del jersey amarillo.

Y es que se ha escapado cada día, se ha divertido yendo de amarillo y de verde, ha sido el mejor velocista, pese a no haber ganado ningún esprint, el mejor contrarrelojista,  el que no ha fallado ni un día y el que no se ha cansado hasta de dirigir a su equipo cuando el pinganillo con las órdenes sonaba entrecortado o él decidía colocarse los galones y todos lo escuchaban; Vingegaard el primero.

Van Aert parecía volar ayer para ganar una contrarreloj diseñada para que él declarara que es un salvaje; el ciclista perfecto, el que está todo el año ganando, el rey del ciclocrós, el astro de las clásicas y el que ha dejado hasta apagado a Mathieu van der Poel en el duelo entre enemigos irreconciliables. Hoy llegará vestido de verde como vencedor de la clasificación de puntos porque no se enteró en el Aubisque que si pasaba primero también ganará la montaña que de rebote e anotará Vingegaard.

Por eso fue una bendición que hoy ganase la contrarreloj, un premio que Vingegaard no necesitaba. Venció para dejar claro que el día que se olvide de venir al Tour a pasárselo bien, que es lo que ha hecho este año y el pasado (hoy lo recompensarán como el más combativo de la prueba), que tiemblen su jefe danés y Pogacar, porque tiene calidad para luchar por la victoria. Pero Van Aert solo quiere estar pendiente del reloj cuando disputa una crono. Y que no cambie porque para ganar el Tour ya están Vingegaard o Pogacar. Es el único ciclista que luce un patrocinador privado, en el casco concretamente, porque él es diferente. Él ha sido el tercer hombre en este Tour maravilloso. Bienaventurado sea el  más salvaje de los ciclistas del pelotón.