Tenis - Australian Open

Lleyton Hewitt, el adiós del guerrero 'aussie'

Su espíritu combativo y su garra le convirtieron en uno de los mayores competidores de la historia. Este enorme campeón pone fin a una carrera labrada en el trabajo duro, la constancia y el espíritu de superación

Hewitt, el héroe australiano

Hewitt, el héroe australiano / sport

Neus Yerro

Lleyton Hewitt, el jugador que uno siempre desea tener en su equipo, está a punto de despedirse. Ya anunció que el Open de Australia 2016 sería su último torneo. Y ese momento ha llegado. Hace 20 años se convirtió en el más joven en clasificarse para el primer Grand Slam de la temporada: tenía 15 años y 11 meses. Cayó en primera ronda pero no tardó mucho en dar muestras de su potencial: con 16 años y 10 meses ganaba el primero de sus 17 títulos. En su casa, Adelaida, el campeón con peor ranking (550) de la historia. Ganó 350 plazas del tirón.

Se convertiría en el rey de las pistas rápidas gracias a sus cualidades: jugador de fondo de pista preciso, rápido, gran defensor y mejor atacante con ángulos imposibles desde cualquier punto de la pista, obligaba al rival a jugar siempre una bola más ¿les recuerda a alguien?

Habría podido ser perfectamente el ‘maestro’ o la inspiración de Rafa Nadal –a quien admira enormemente– o David Ferrer. Un gladiador como ellos. Dotado también de una fuerza mental extraordinaria. Sus “¡C’mon!” resuenan todavía en todos oídos del planeta. Muchos, espectadores y rivales, no lo soportaban. Pero era la seña de identidad de un tenista comprometido con su profesión y con un hambre de victoria sin igual.

FIEL A SÍ MISMO. “Creí que iba a dominar el circuito durante muchísimo tiempo”, admitía Pete Sampras en su biografía (‘A Champion’s Mind: Lessons from a Life in Tennis’, publicado en 2009), “porque su juego se adaptaba bien a todas las superficies pero sucedieron muchas cosas. De repente Roger Federer progresó y también lo hizo el juego. Los rivales eran más agresivos y eso no gustaba a Lleyton. Hewitt fue víctima de su tiempo”.

El guerrero ‘aussie’ ha sido fiel a sí mismo y a su estilo durante su carrera. No podía ser de otro modo. “El ansia de victoria es algo innato en mí. Soy un competidor. Y estoy orgulloso de haber dado el máximo de mí mismo en todo momento”, admite Hewitt.

“Es una sensación extraña pero estoy tratando de disfrutarlo al máximo”, confiesa a 48 horas de su debut frente a un compatriota, James Duckworth, de 23 años, a quien ha estado asesorando las últimas temporadas y con quien ha coincidido en el equipo de Copa Davis. 

“Estoy nervioso, como todos. Da igual si es tu primer o tu último Grand Slam, los nervios antes del debut están siempre ahí”, prosigue, “pero intento no pensar en que va a ser mi último torneo. Aunque lidiar con ello no es fácil”.

Su capacidad de trabajo es digna de mención. Para prepararse Hewitt se sometió a un intenso trabajo físico: seis horas diarias, seis días a la semana desde principios de noviembre. Como si su carrera profesional no concluyera un mes más tarde. 

“Si no hubiera tenido la motivación para seguir empujándome, para trabajar en el gimnasio y en pista no habría seguido jugando. Pero el trabajo duro que nadie ve porque allí no hay cámaras ni público, ese llevarme al límite a mí mismo es lo que más voy a echar de menos”, sentencia. A lo largo de su carrera lo ha dejado claro. Cualquier otro, después de tantas lesiones, habría arrojado la toalla. No Lleyton. El hombre que se deja hasta el último aliento en la pista. Un regalo para el espectador.

CAPITÁN AUSTRALIANO. Pero no le perderemos de vista. Ni mucho menos. Porque Hewitt tiene ya un trabajo que le espera y que puede facilitar la transición: la capitanía de Copa Davis. “Estaba destinado a suceder ¿no?”, pregunta en voz alta con una enorme sonrisa.

Y es que Lleyton es feliz. Y está tranquilo consigo mismo. Y el circuito le rinde tributo. “Odiaba perder. Se le recordara como un competidor excepcional”, dice Andy Murray. Aunque es Federer quien más halagos le dedica: “Lleyton me mostró el camino. Se convirtió en mi mayor desafío: entender cómo podía ser tan sólido física y mentalmente siendo tan joven porque yo no lo era. Me fascinaba verle. Y me hizo mejor jugador”.