Investigación

Un atracador fugado de la cárcel acaba herido de un tiro tras un asalto frustrado a una mujer en Valencia

La víctima lo ahuyentó y salió corriendo hacia Guillem Sorolla, donde trató de refugiarse en un negocio hasta que salió de nuevo a la calle y se enfrentó a varios policías locales, a los que encañonó

La Policía Local desarma de un tiro a un presunto atracador en la calle Guillem Sorolla de València

Germán Caballero

Laura Ballester

La tarde empezó torcida para él, pero acabó teniendo una suerte casi mágica. Es la historia protagonizada por el atracador que, en la tarde de este viernes, acabó detenido y con solo una herida no grave de bala en una mano a pesar de haber encañonado a agentes de la Policía Local de Valencia con una pistola que, encima, era de fogueo. El suceso, adelantado en exclusiva por Levante-EMV, comenzó a gestarse unos minutos antes de las cinco de la tarde cuando el presunto atracador, español, de 50 años y en situación de busca y captura porque no había regresado a la cárcel tras un permiso, intentó asaltar a una mujer a la salida de un garaje en la calle Espinosa.

La víctima, lejos de ceder a sus pretensiones, se enfrentó a él y lo puso en fuga. La mujer alertó a otros viandantes mientras el asaltante salía corriendo hacia Guillem de Castro. Un taxista que pasaba en ese momento por la calle, avisado por la mujer, fue con su vehículo tras el fugitivo, quien cruzó Guillem de Castro a toda velocidad y se internó hacia el centro de la ciudad por la calle Guillem Sorolla.

Intentó esconderse en un estudio de tatuajes

A mitad de calle, se introdujo en un estudio de tatuajes, buscando refugio, y trató de colarse en las cabinas de atención al público, ubicadas al fondo del establecimiento, pero la inesperada salida de una de las trabajadoras, que le interpeló preguntándole qué deseaba, lo frenó en seco. Se sentó en una silla y dijo que quería realizarse un tatuaje. "Iba bien vestido y fue educado en todo momento. Es verdad que se le veía sudado, como si hubiese venido corriendo, pero su comportamiento fue correcto", afirma la mujer. Pero algo en su actitud le escamó, así que le instó a que se fuera.

En ese momento salió uno de los dueños. El desconocido obedeció. Se levantó de la silla, recorrió los dos metros escasos hacia la puerta de la calle, que estaba abierta, y entonces se detuvo. Estando de espaldas a ellos, le vieron hurgarse dentro de la camisa. Buscaba la pistola.

Justo en ese instante, el taxi que venía siguiéndolo pasó ante el establecimiento a baja velocidad y, al verlo de pie en la entrada, retrocedió un par de metros hasta quedar a su altura. El presunto atracador debió pensar que era su momento de suerte y trató de subirse al vehículo, pero el conductor lo evitó y lo señaló a los cuatro policías locales que ya llegaban corriendo desde la Avenida del Oeste tras ser advertidos de la presencia de un atracador en la zona.

Los agentes abrieron fuego al ser encañonados

El presunto delincuente buscó huir saliendo del estudio y girando a su izquierda, pero lo hizo con la pistola ya en la mano, justo cuando los agentes estaban a punto de alcanzarle. No solo no hizo caso al "¡alto, policía!" que los testigos escucharon varias veces, sino que llegó a apuntarles con su arma. Nadie sabía en ese momento que era de fogueo, ya que se trataba de una pistola simulada de buena calidad. Los policías respondieron disparando, primero al aire, y después, cuando los encañonó, a "puntos no vitales" del sospechoso, han incidido fuentes municipales. Y ahí sí le sonrió la fortuna.

De los "tres o cuatro disparos" que todos los testigos coincidieron en haber escuchado -también coinciden todos cuando los confundieron "con petardos"-, solo uno le impactó, y lo hizo en la mano izquierda. Tampoco eso le hizo soltar la pistola que llevaba en la derecha, pero sí salir corriendo, dejando tras de sí un reguero de gotas de sangre a lo largo de 200 metros, con los policías locales pisándole los talones.

Tras cruzar alocadamente de nuevo Guillem Sorolla, giró hacia la calle Sant Pere Pascual y ahí ya sí, cuando llevaba recorridos apenas 40 metros, justo a la entrada de vehículos al parking de la primera finca, el fugitivo se detuvo y amenazó con dispararse en la cabeza. Fue solo un momento. Enseguida obedeció a la orden de los agentes de que cesase en su actitud, arrojó el arma a un alcorque vacío y se rindió, tras lo cual fue detenido. Los policías le taponaron la herida y contuvieron la hemorragia hasta la llegada del equipo médico enviado por el Centro de Coordinación e Información de Urgencias (CICU) en una ambulancia del SAMU. Los sanitarios le prestaron la primera asistencia y, a continuación lo evacuaron al Hospital Clínico de Valencia, según fuentes municipales.

"¿A quién se le ha ocurrido tirar un petardo a estas horas?"

El atraco, de cuya investigación se ha hecho cargo la Policía Nacional, que envió al lugar a sus agentes del grupo de Atracos de la brigada de Policía Judicial y especialistas en inspecciones oculares de la de Policía Científica, sembró inicialmente el temor y la preocupación en este céntrico barrio, ya que numerosas personas escucharon los disparos y vieron la persecución y posterior detención del presunto atracador a manos de los policías locales.

Uno de los mayores sustos se lo llevaron las peluqueras que tienen su negocio casi enfrente del estudio de tatuajes donde había intentado refugiarse el recluso fugado. "Faltaban tres minutos para las cinco. La clienta que tenía esa hora cogida estaba fumando un cigarro en la acera de enfrente (justo por la que había pasado corriendo el atracador instantes antes) y como hacía un calor de muerte le dijimos que pasase ya a nuestro local. Justo estaba cruzando la puerta cuando escuché lo que creí un petardo, y salí gritando que a quién se le había ocurrido tirar un petardo en mitad de la calle a esas horas de la tarde sin respetar a los vecinos. Me quedé helada cuando vi a un hombre vestido con camisa beige de lino, bermudas y unas deportivas, con una pistola, ¡una pistola!, en la mano, y corriendo por la calle, perseguido por unos policías que le decían que se parase".

No lo dudó. "Me metí a toda leche dentro y les dije a mi jefa y a la clienta que había un tío con pistola y que se escondieran. Cerramos corriendo y nada, así estuvimos hasta que pasó todo. Ahora lo cuento riéndome, pero en ese momento, me habría encaramado a la lámpara de un brinco del susto", confiesa aliviada.