La Scala vuelve a abrir el telón

Los clubes de Milán tratan de recuperar su lugar en Europa sin sus históricos propietarios y tras más de una década desaparecidos de la élite

Milan o Inter volverán a una final de la Champions tras una crisis que los condenó a la irrelevancia

Rui Costa y Materazzi, en una foto legendaria de los cuartos de final de la Champions League 2004-05

Rui Costa y Materazzi, en una foto legendaria de los cuartos de final de la Champions League 2004-05 / EFE

Adrià Soldevila

Adrià Soldevila

Hubo un tiempo en el que los equipos italianos eran los más temidos de Europa. Físicamente robustos, tácticamente inalterables, defensivamente infranqueables y con esos goleadores que se hinchaban a marcar finalizando las maravillosas jugadas de los ‘trequartistas’ tradicionales del calcio. Desde 1989 hasta 2010, los italianos dominaron el fútbol. Siete veces levantaron la Champions League en esas 22 temporadas, una más que los clubes de la liga española. En esas dos décadas, los ingleses únicamente ganaron tres copas de Europa. Y el Bayern consiguió una. El acento italiano era el más distinguido del continente, sobre todo el de un Milan que se llevó cinco de esas siete ‘Orejonas’. Las otras dos fueron para la Juventus de Turín y el Inter de Milán, quien precisamente cerró esa gloriosa etapa italiana en 2010 con el último título con sabor a carbonara.

Hace más de una década que los equipos italianos no conquistan la Champions. Siete de los últimos once trofeos se los ha llevado la Liga española, por tres de la Premier League y dos de la Bundesliga. Únicamente la Juventus, que en Italia sumó nueve ligas consecutivas antes de la resurrección de los equipos milaneses, ha llegado a disputar dos finales en esta última década. Pero los equipos de Milán habían desaparecido del mapa. Desde el último título del Inter, con José Mourinho arrasando al Bayern en el Santiago Bernabéu, lo que le valió su fichaje por el Real Madrid, ni Milan ni tampoco Inter han estado en las fases finales. De hecho, no pisan las semifinales de la Champions League desde, precisamente, la última vez que la ganaron. En el caso del Milan, desde la temporada 2006-07, cuando pudieron vengarse del Liverpool por la remontada sufrida dos años antes en Estambul, una preciosa final que se acabó decidiendo por penaltis marcharse los ‘Rossoneri’ con un 3-0 al descanso.

Aquel Milan de Dida, Cafú, Nesta, Maldini, Serginho, Pirlo, Gattuso, Seedorf, Kaká, Inzaghi y Shevchenko ya no existe. Como tampoco existe el fantástico Inter de Júlio César, Zanetti, Lúcio, Samuel, Maicon, Cambiasso, Motta, Sneijder, Eto’o, Milito y Pandev. Aquellos equipos sembraban el caos en Europa y provocaban pánico en los sorteos, hasta que de la noche a la mañana se desvanecieron. No aparecieron más entre los mejores de Europa. Se apartaron y dejaron de competir, no solamente a nivel deportivo, sino también en el mercado de fichajes. Milán se hundió frustrada por el duelo Messi-Cristiano y dejó de existir a nivel futbolístico. Hasta el punto de que sus históricos propietarios, Silvio Berlusconi y Massimo Moratti, abandonaron el barco cansados de tanto fracaso y dejaron a sus clubes en manos extranjeras. Quién lo hubiera imaginado a finales del siglo pasado.

Sin Silvio ni Massimo

Milan e Inter son dos clubes distintos a los que conocíamos. Florentino Pérez y Joan Laporta ya no se sientan en la mesa con Berlusconi y Moratti. Las comidas de directivas ya no son los mismo sin los propietarios que llevaron a los clubes de la Lombardía a lo más alto del deporte mundial. Durante mucho tiempo Milán fue distinguida por la moda y por el fútbol. Ahora solamente le queda la moda. El prestigio de su fútbol cayó en picado en la década de los 2010, los colores rossoneri y nerazzurri dejaron de inundar sus calles. Ya no había motivos para sentir orgullo milanés. Y asqueados por la escasez de títulos y por la mala fama generada por sus últimos años de pésima gestión, Berlusconi y Moratti decidieron apartarse.

Lautaro Martínez y Lukaku, la dupla goleadora de un Inter que sueña con levantar la Champions

Lautaro Martínez y Lukaku, la dupla goleadora de un Inter que sueña con levantar la Champions / EFE

En 2013, tres años después de conquistar Europa, a Moratti le brillaron los ojos con una oferta de 300 millones del magnate indonesio Erick Thohir por el 70% de las acciones del Inter. Las vendió. Decidió ceder la propiedad del histórico club tras 60 años de vínculo entre su familia y la entidad ‘nerazzurra’. Angelo Moratti, el padre de Massimo, fue presidente entre 1955 y 1968, 13 de los mejores años de la historia del club. Aquel ‘Grande Inter’ levantó dos Copas de Europa, juntó a Giacinto Facchetti y Sandro Mazzola y fichó a golpe de talonario a Luis Suárez Miramontes de un Barça que se hundía económicamente tras la debacle europea en Berna (1961) y la construcción del Camp Nou. Angelo Moratti llevó al Inter a la gloria, de la misma forma que lo hizo su hijo Massimo en 2010, poniendo la guinda a cinco Scudetti consecutivos con la Liga de Campeones de Madrid.

Con esa venta, el Inter entró en depresión. Cedió el liderazgo en Italia en favor de la Juventus y se borró de Europa. La gestión deportiva fue un fracaso y, tres años después de la compra, Thohir dio un paso al costado y Moratti huyó definitivamente, quitándose de encima el 30% de las acciones que le quedaban. El grupo chino Suning se quedó con la mayoría accionarial y dejó a Thohir con poco más del 30% de la propiedad, aunque en 2019 completó su salida vendiéndole las acciones al grupo singapurense LionRock Capital. Hoy, el Inter es propiedad de Suning Holdings Group (68,55%), LionRock Capital (31,05%) y de la fábrica de neumáticos Pirelli (0,37%), además de otros pequeños accionistas minoritarios. Su economía está saneada e incluso consiguieron levantar el Scudetto once años después.

Los mismos pasos de Moratti siguió su amigo Berlusconi. Tras casi una década deambulando por la Serie A y sin presencia en las fases finales de la Champions, ‘Il Cavaliere’ se cansó. La grada estuvo cinco años pidiendo cambios, protestando contra la propiedad, contra los fichajes e incluso encerrando a los jugadores y al entrenador en el aparcamiento de San Siro hasta conseguir hablar con los capitanes. Los ultras de la Curva Sud lo hicieron más de una vez tras partidos lamentables en casa, sobre todo a mediados de los 2010. El Milan quebró por la mala gestión de Berlusconi –y de su íntimo Adriano Galliani– y se vio obligado a malvender a sus estrellas. Pirlo se fue a la Juventus y el PSG se llevó a Thiago Silva y Zlatan Ibrahimovic. Galliani no supo sustituir a los veteranos y empezó un carrusel de fichajes de perfil bajo que acabaron no solamente con las aspiraciones del equipo sino con la paciencia de los aficionados. En abril de 2017, Silvio Berlusconi cerró el ciclo que había iniciado en 1986. Fueron 31 años. 20 de grandes éxitos y un declive que duró una década. Demasiado tiempo para un club como el Milan, el segundo con más Copas de Europa. Por 740 millones, los nuevos propietarios llegaban de China. Li Yonghong se hizo con el club, pero tampoco logró que levantara el vuelo.

Theo Hernández y Rafael Leão son las grandes esperanzas del Milan para lograr el pase a la fina

Theo Hernández y Rafael Leão son las grandes esperanzas del Milan para lograr el pase a la fina / AFP

De la misma forma que le sucedió a Thohir con el Inter, a Yonghong le quedó demasiado grande la entidad. Un año después dejó de pagar a sus prestamistas y el grupo estadounidense Elliott Management se quedó el club sin ni siquiera despeinarse. Inyectó capital, rebajó la deuda y devolvió la estabilidad, algo que parecía imposible. Igual que sus vecinos, el Milan ganó el Scudetto. Lo hizo la temporada pasada, también tras once años sin conseguirlo. Este verano, el fondo norteamericano RedBird compró el Milan por 1.200 millones de euros.

Este miércoles –y también el martes 16–, San Siro vivirá su renacimiento. Sus ‘hijos’ vuelven a estar a las puertas de una final europea. Uno de los dos estará en Estambul como finalista. Parece que todo vuelve a ponerse en su lugar.