En el corazón de la bestia

El Roma-Lazio, o el Lazio-Roma, se ha producido y mitificado en tantísimas ocasiones que ha dejado un rastro infinito de recuerdos y desavenencias

Roma y Lazio disputan uno de los derbis más calientes de todo el fútbol italiano

Mourinho, entrenador de la Roma

Mourinho, entrenador de la Roma / EFE

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El periodista Enric González, que estuvo afincado como corresponsal en Roma durante años, escribió una vez que la capital de Italia es una ciudad que lleva a engaño: “Tiene la piel suave y la voz dulce, pero a veces muerde”.

De su rostro amable, incluso exquisito, hablan las infinitas obras de arte y monumentos icónicos que se esparcen como polvo dorado por casi todas sus calles. Pero si alguien quiere, también puede ver los colmillos de la bestia. Solo tiene que esperar a que llegue la tarde del derbi y entrar en ese corazón en llamas en el que se convierte el Stadio Olimpico.

El Roma-Lazio, o el Lazio-Roma, se ha producido y mitificado en tantísimas ocasiones que ha dejado un rastro infinito de recuerdos y desavenencias. Parémonos ahora en uno de esos episodios, con el fin de retratar uno de los rasgos más pronunciados de la ciudad: el lirismo.

En 2001, después de que la Roma de Totti, Batistuta y Cafú se proclamara campeona de liga (desde entonces no ha vuelto a conseguirlo), los aficionados ‘giallorossi’ dieron la bienvenida a sus jugadores en un choque contra el eterno rival desplegando desde la Curva Sud una pancarta enorme con el siguiente mensaje: ‘Mira a lo alto, solo el cielo es más grande que tú’.

La escena, cargada de poesía, más propia de una noche en la ópera que de una jornada en el estadio, ponía los pelos de punta. Pero de la emoción se pasó rápido al sarcasmo cuando los ultras de la Lazio, que se habían informado en la previa para reaccionar con agilidad, desplegaron otra en la Curva Norte con un mensaje igual de claro: ‘Tenéis razón, el cielo es blanco y celeste’. Hacían, por supuesto, referencia a los colores de su club.

Aunque los romanos, como vemos, van sobrados de literatura y reflejos, lo cierto es que si este clásico tiene fama de ser uno de los más calientes de Europa no es precisamente por lo bien que escriben los que lo presencian en directo, sino por la alta tensión que se respira en él. Un sentimiento que ha estado ahí desde el principio.

Todo este odio viene, como no podía ser de otra manera, de un personaje que no destacó precisamente por tener un gran control de sus emociones: Benito Mussolini. A sabiendas de que el fútbol profesional de su país había nacido claramente inclinado hacia el norte, con la tormenta de éxitos de Pro Vercelli, Genoa, Milan, Inter o Juventus, el dictador empezó a masticar la idea de que algún día un equipo de la capital fuera capaz de sentarse en el trono.

Puro centralismo. Para ello, puso el asunto en manos de Italo Foschi, uno de los secretarios del Partido Nacional Fascista, que movió hilos para que los distintos conjuntos de la urbe unieran fuerzas y solo quedara uno. Así, en 1927, fruto de la fusión entre Roman, Alba Audace y Fortitude, nació la AS Roma. Quien no tendió la mano en ese pacto fue la SS Lazio, a la que entonces dirigía Giorgio Vaccaro, otro general fascista con suficiente poder para que lo dejaran seguir comiendo aparte.

A nivel social, sin embargo, esa decisión condicionaría todas las generaciones futuras. En el aire quedaba una duda por resolver: ¿quién era realmente el principal equipo de la ciudad? En el césped y, sobre todo, en la grada, llevan décadas dándose de hostias para tratar de aclararlo.

A una facción de los seguidores ‘biancocelesti’ se les relaciona con la extrema derecha, en parte porque de la masa social de la entidad surgieron en su día los Commandos Monteverde Lazio, uno de los primeros grupos ultras italianos, acostumbrados a escampar su racismo, homofobia y antisemitismo por los campos sin demasiadas manías, y que después se reconstituirían en los Irriducibili.

En esa metamorfosis, participaría como un hincha más Paolo Di Canio, fascista declarado, que más tarde sería emblema del primer equipo. Aunque al lado de esa clase de ogros cualquiera parece un monaguillo, la verdad es que la hinchada de la Roma tampoco se sitúa exactamente en el polo opuesto; mucho más dispersa políticamente, tuvo épocas en las que celebraba las victorias de los suyos con banderas rojas, pero más adelante, con el aterrizaje definitivo de la violencia en los fondos, también saldría retratada con tonos bastante más oscuros.

A todo esto, este domingo se escribe otro capítulo de la saga. Aunque la Roma esté por delante en número de victorias en derbis, el palmarés total de los dos está detenido en el mismo dígito: 16 entorchados para cada uno, sumando nacionales e internacionales. La pregunta de quién es el mejor equipo, como imagináis, sigue lejos de resolverse.