Incendios en Extremadura

Los vecinos realojados de Cáceres por los incendios: “Estamos muy bien atendidos pero no estamos en casa”

"Abandonamos todo y a correr", explican varios de los afectados desde el polideportivo de Almaraz

Imagen de puesto de mando de Miravete captada este sábado.

Imagen de puesto de mando de Miravete captada este sábado. / SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Gema Guerra Benito

Residentes de

Casas de Miravete, Higuera y Romangordo

 afectados por los

incendios

 se reparten entre Navalmoral de la Mata y Almaraz hasta que puedan volver a sus hogares. Acumulan inquietud, tensión y cansancio y coinciden en la gratitud a los pueblos de acogida.

Eleuteria Grande tiene 71 años y es hija de pastores de Casas de Miravete, emigró a Madrid con su familia pero cada verano regresa a la que dice que es su verdadera casa. Este domingo era una de las centenas de vecinos que han sido realojados temporalmente a causa de los fuegos que se reparten en Cáceres, en su caso el que se ha declarado junto al parque de Monfragüe. Han pasado cuatro días ya desde que dieron el aviso de madrugada desde la megafonía. Desde entonces comparte pabellón con sus convecinos en Almaraz. Deambula, como prácticamente hacen todos. Los más pequeños son los que ofrecen mayor sensación de normalidad, corren y juegan, como si no nada ocurriera. Los adultos, sin embargo, se reparten en corros reducidos y comparten las especulaciones, los vídeos o las novedades sobre si finalmente será mañana cuando regresarán a sus casas.

Como tantos otros, Eleuteria asegura que la situación que viven es insólita. “Nunca he visto cosa parecida”, asegura. Recuerda haber sido testigo de otros incendios pero ninguno que provocara que abandonaran sus hogares con prisas. Ella recoge las impresiones de lo que se vive en ese recinto en las últimas horas. Todos acumulan cansancio, nerviosismo e inquietud. Siguen en vilo aunque las noticias que les trasladan es que la evolución de los incendios es favorable. Salieron corriendo y muchos dejaron a los animales atrás. Afortunadamente, han podido volver aunque escoltados para asegurarse de que estaban bien.

Las llamas no llegaron a entrar en el pueblo pero eran visibles. “El fuego se veía desde las casas”, apostilla Paco, otro vecino de Casas de Miravete, también emigrado y también de vuelta en vacaciones. “Llegué un día y en unas horas ya estábamos aquí”, sostiene. Paco se muestra más combativo. Echa la mirada atrás y recuerda cuando había un retén en el alto de pico de Miravete, asegura que si hubiera estado, la situación no habría empeorado de esta forma. También denuncia la situación actual del campo. “Antes había más cortafuegos, ahora no puedes tocar nada”.

Cada uno reacciona a la situación como sabe. O como puede. De la misma forma, a unos kilómetros se encuentran también alojados vecinos de Romangordo y de Higuera, localidades aledañas a Monfragüe. “Ni en sueños me esperaba esto”, añade Emiliana Cerro, vecina de Higuera. Habla con calma y con estoicismo. Relata las horas en las que tuvieron que salir prácticamente con lo puesto. Comparte charla con Julia, otra vecina. “Y tienen ahí el periódico”. “Claro, lo compramos cada mañana”. Así, entre lectura y charla, entretienen las horas, como en Navalmoral. La sensación es unánime así que la reacción también lo es. Al contrario de lo que pueda parecer, se respira serenidad. Poco ruido, mucha sombra y un despliegue de medios entre Cruz Roja y Protección Civil. Todo un repertorio de camas plegables, mantas y sillas.

Fuera ya, a unos metros, en la puerta del pabellón, Arantxa, vecina de Romangordo, despide a su hijo pequeño. Muestra un vídeo en el que se aprecia el tono rojizo del cielo por las llamas junto al pueblo. Se emociona cuando recuerda. “Abandonamos todo y a correr”.

Si hay algo en lo que coinciden los vecinos de acogida es en halagos y en agradecimiento para los pueblos que les han abierto las puertas. Tanto organizaciones como los propios pueblos han volcado su solidaridad con ellos. Al menos en el pabellón de Almaraz, una mesa con artículos de todo tipo, desde productos de higiene hasta juguetes.

Al margen de la gratitud conjunta hacia Almaraz y Navalmoral, manifiestan su sinceridad. “Estamos muy bien atendidos pero no estamos en casa”, lamenta Luis, un vecino de 78 años de Higuera. “Entre los nervios del fuego no hemos dormido” y entre el agotamiento y la intranquilidad, “el día se hace muy largo”. Entereza tampoco les falta. Respira y lanza un “paciencia, que es lo que hay que tener”. “A ver si mañana tenemos suerte”, concluye. A ver si es verdad.