Entrevista

Juan Carlos Alonso, coordinador del Madrid Orgullo: "Hay que volver a salir a las calles a defender nuestros derechos y a reivindicarlos"

El secretario general de la Aegal denuncia que el cartel del Ayuntamiento "no ha sido consultado con ninguna de las organizaciones que convocamos el Orgullo. Es propaganda, como la que hace Putin en Rusia"

Juan Carlos Alonso, coordinador del Madrid Orgullo.

Juan Carlos Alonso, coordinador del Madrid Orgullo. / ALBA VIGARAY

María G. San Narciso

No se le esperaba este año, pero Juan Carlos Alonso, coordinador del Madrid Orgullo (MADO) y secretario general de la Asociación de Empresas y Profesionales para Gays y Lesbianas, Bisexuales y Trans de Madrid (Aegal) -una de las asociaciones que lo organizan junto a la Federación Estatal LGTBIQ+ y el Cogam- ha querido estar para defender a las personas frente a la banalización, la estigmatización y la propaganda que sufre el colectivo. En esta nueva edición, que ha dado comienzo el viernes 28 y que durará hasta el 7 de junio, las y los organizadores ponen la mirada en la gente joven, para recordarles que los derechos cuesta mucho más conseguirlos que perderlos.

¿Por qué sigue siendo necesario celebrar el Orgullo?

La actualidad lo explica. Hace pocas semanas se celebraron unas elecciones que van a marcar la política europea en los próximos cinco años. El avance de la extrema derecha es terrible. Ya se está trabajando en alianzas conservadoras y ultraconservadoras que reflejan situaciones que hemos vivido en algunas comunidades en España con Vox: censura en obras de teatro, eliminación de textos LGTBI en las bibliotecas, o la modificación de algunas de leyes trans o LGTBI, como se ha hecho en Madrid y se está pretendiendo hacer también en la Comunidad Valenciana. Todo esto supone un retroceso.

Hay que volver a salir a las calles a defender nuestros derechos y a reivindicarlos. Preocupa especialmente que la extrema derecha haya crecido mucho en la gente joven, que es quien tiene que coger el testigo.

El lema este año es 'Educación, derechos y paz: Orgullo que transforma'. Muchos docentes y educadores están dando la voz de alarma por lo que ven en los centros educativos. ¿Qué se está haciendo mal?

No tiene nada que ver con los niños, ni con la gente más joven, sino con la educación sesgada que les imponen sus padres y determinados centros educativos. Frente a aquellas opiniones que piden que se hable de diferentes identidades, orientaciones o tipos de familia, hay otras que dicen que eso es adoctrinar. Pero adoctrinar es crear mentes más retrógradas basándose en principios ultraconservadores, donde se les omite la diversidad que existe en el mundo y que los menores entienden perfectamente.

Todo gobierno pretende controlar la educación porque eso es sinónimo de control de la ciudadanía. En este país hace falta un pacto de Estado real y duradero en el tiempo, y no leyes educativas que cambien cada cuatro años.

¿Ve posible el pacto de Estado cuando hay partidos de la derecha que consideran que la libertad de los padres de explicar a sus hijos qué es o no es una familia, o qué es un niño o una niña, va por delante?

Es muy difícil, pero la libertad y el derecho que va por delante es el del menor. Hay que garantizar, desde todas las instituciones, que tengan acceso a una educación libre, completa y diversa.

¿Notan, en general, más odio ahora que hace una década?

Sí. Hay una polarización en la sociedad que lleva al odio. Odian al gay igual que odian al que es ecologista, a la lesbiana o la feminista. 

Ese mensaje de que el colectivo era un lobby, que lanzó Vox, ¿ha penetrado también en parte la sociedad?

Evidentemente. Partamos de la base de que en España la palabra lobby tiene una connotación negativa, cuando no dejan de ser asociaciones que persiguen un objetivo. En Europa hay verdaderos lobbies que funcionan para constituir objetivos políticos, pero también para conseguir derechos o políticas verdes. Si nuestro lobby es para influir y conseguir una sociedad más diversa, soy el capitán si hace falta. Pero lo que nosotros somos es un colectivo de asociaciones, de oenegés y de personas que luchamos por nuestros derechos.

Uno de los mensajes que más se están escuchando por parte de portavoces del colectivo es que los derechos que se han conseguido pueden desaparecer en cualquier momento. ¿Es algo que se repite pensando en la gente joven?

Es que es así.

¿Hay miedo real de que esto pueda ocurrir?

No diría miedo, pero sí alerta. Un 11 de enero de 1979 se publicó en el BOE la modificación, que no derogación, de la ley de peligrosidad social y escándalo público, con la que los homosexuales que estaban en la cárcel pudieron empezar a salir. Fue gracias a las manifestaciones multitudinarias que hubo en todo el Estado. Empezó en Barcelona en el 77. Luego se sumaron Madrid, Sevilla, Valencia o Bilbao en el 78. 45 años después, la Asamblea de la Comunidad de Madrid ha modificado las leyes LGTBI y trans para quitar derechos. Entiendo que la gente más joven que ha nacido con ellos no tenga esa percepción, pero deben tomar conciencia de dónde venimos y lo que hemos sufrido.

La presencia policial es necesaria, pero hay veces que es excesiva en algunos lugares

¿Es Madrid es la capital del Orgullo?

El Orgullo nace a raíz de la manifestación. La primera fue en el año 1978. En los 90 empieza ya a haber un movimiento más organizado. Pedro Zerolo, que era un activista y un visionario, se dio cuenta de que participaban unos centenares de personas, pero luego todo el mundo seguía de fiesta en los bares de Chueca. Así que pensó que había que juntar los dos mundos. Decidimos que la manifestación en Madrid se hiciera el primer fin de semana de julio para dar visibilidad al resto de las convocadas en todo el Estado el 28 de junio y unirnos en una estatal. Se hizo con un objetivo que se cumplió: conseguir la ley de matrimonio igualitario en 2005. Desde entonces, Madrid es la capital del Orgullo.

¿En quién pensó cuando escuchó al alcalde decir que si se celebra el Orgullo es prácticamente gracias a alcaldes como Manzano, Gallardón o Botella?

Pensé en Pedro Zerolo. Y en muchos amigos y compañeros. Pero por mucho que él ya no esté, nadie nos va a quitar la verdad ni la historia.

Juan Carlos Alonso asegura que el colectivo está preocupado por la aceptación de la extrema derecha por parte de la gente más joven.

Juan Carlos Alonso asegura que el colectivo está preocupado por la aceptación de la extrema derecha por parte de la gente más joven. / ALBA VIGARAY

Una de las críticas que suele recibir el Orgullo es la amplia presencia policial que hay desde hace años. ¿Es necesaria?

Es muy gratificante que, año tras año, la Policía Nacional y la Municipal digan que ese fin de semana en el que menos intervenciones hay en Madrid, siendo tan multitudinaria la participación. Hace falta una presencia policial que garantice la seguridad y la movilidad por la cantidad de gente que hay. Pero la reflexión a esa pregunta ya la hizo el año pasado la presidenta de EPOA, la Asociación Europea de Organizadores del Orgullo. Hemos ido observando cómo en muchas ciudades, incluida Madrid, cada vez se aumenta más su presencia, lo cual reduce los espacios de visibilidad y de manifestación. No es a propósito, pero sí que es una consecuencia. Además, para alguna gente, ver tanta policía puede tener un efecto disuasorio.

¿Cuál es la solución?

Yo me retrotraería al momento que más gente hubo en Madrid: el WorldPride de 2017. El dispositivo policial fue excelente. El de ahora también es muy bueno, pero podemos aprender de aquello.

¿Cómo ha cambiado de 2017 a ahora?

Todo estaba más coordinado. Trabajamos con un dispositivo dos años, como se hace para otros eventos grandes de Madrid. Ahora solo hay una reunión pocos días antes del Orgullo. Se deja para última hora. Con todo, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y la oficina municipal hacen un trabajo maravilloso. Debería explicarse más por qué están. Pero sí que hay veces que es excesiva su presencia en algunos lugares.

Otra de las críticas que se le hace al Orgullo es que se está convirtiendo un poco en una fiesta privada; que hay muchos negocios detrás.

El Orgullo no es de nadie salvo de la ciudadanía. Todo el mundo es libre de participar, también las carrozas con sus patrocinios y su publicidad. Las marcas visibilizan y normalizan la diversidad al tiempo que es una vía de financiación de los colectivos, que trabajan durante todo el año, y que han visto recortadas las subvenciones nominativas directas de forma drástica.Todos los conciertos en la calle son gratuitos. El año pasado preguntamos cuánto se gastaba la gente y el abanico iba desde los cinco euros hasta los mil.

Todo en la vida es política. Decir lo de un Orgullo despolitizado es reducirlo a una fiesta. Y somos una reivindicación.

Es un negocio para los que hacen negocio del Orgullo, pero no para la propia organización, que no tiene ingresos directos más allá de los patrocinios, principalmente el institucional: el Ayuntamiento da medio millón de euros, IVA incluido, y la Comunidad 15.000 euros. En 2023 no llegó al millón en total, frente a los 564 millones de euros que dejó. ¿Dónde está el negocio? En la ciudad.

¿Cómo ha sido el trabajo de organización con el Ayuntamiento?

Bastante fluido. Ya está muy ensayado, aunque reivindicamos un comisionado o comisionada del Orgullo para reunirnos todo el año sin necesidad de darnos un atracón los últimos dos meses. Es un modelo que se probó durante el WorldPride y los dos años siguientes y funcionó. De hecho, creció exponencialmente. 

Hubo algunos problemas en el orgullo Vallecano con los permisos de conciertos. ¿Qué ocurrió?

Los hubo y los hemos denunciado. Son compañeros, aunque no formen parte de la realización del MADO. Tienen su Orgullo y eso me parece maravilloso. Qué bonito sería si hubiera uno en cada uno de los 21 distritos de Madrid.

¿Orgullos críticos?

Para mí forma parte del Orgullo porque la crítica lo es. Su forma de entenderlo es muy diferente a la nuestra, pero cuando me siento con ellos me doy cuenta de cosas que posiblemente estemos haciendo mal y debemos corregir. Tenemos que trabajar juntos. El enemigo no está dentro, sino fuera.

Lo que pasó con el Orgullo Vallecano fue un tema administrativo: no les permitieron realizar actividades en un lugar y, cuando presentaron la solicitud para hacerla en otro, les dijeron que estaban fuera de plazo. A nosotros nos ocurrió lo mismo un año y se llevó a un escenario alternativo. Es voluntad política.

Almeida también dijo esta última semana que no está con los que "patrimonializan el orgullo como algo suyo y de tinte ideológico". ¿Es posible un orgullo despolitizado?

Todo en la vida es política. Decir lo de un Orgullo despolitizado es reducirlo a una fiesta. Y somos una reivindicación. El Orgullo transforma, frena el avance de la extrema derecha o la modificación de leyes mientras consigue otras a favor de los derechos del colectivo y avances para las familias del arcoíris. Por eso invito al PP y a Almeida a que se sumen a la lucha.

El cartel del Ayuntamiento está ocupando buena parte del protagonismo este año. ¿Cuánta gente tiene que dar el visto bueno para que salga algo así?

Ese cartel no ha sido consultado con ninguna de las organizaciones que convocamos el Orgullo. Pese a que no es nuestro patrimonio, estaremos de acuerdo en que se pone coincidiendo con la fecha del MADO y que para eso tenemos reuniones. Sentémonos y pactemos una imagen. Vamos a llegar a acuerdos.

Todas esas organizaciones que dicen que lo han visto no tienen nada que ver con la organización del Orgullo.

Los comerciantes de Chueca...

Es una asociación. Es verdad que nosotros, como asociación empresarial, tenemos un socio que tiene una iniciativa de comercios en Chueca. Si el Ayuntamiento considera que eso es tener la aprobación de todos...

El cartel incluye elementos que remiten a la promiscuidad o a la pluma. ¿Eso es algo, 'per se', negativo?

Es totalmente negativo identificar el colectivo con la promiscuidad. Pueden decir que lo del preservativo es prevención, pero eso no ha pasado con otras fiestas ¿La gente en San Isidro no folla? ¿Ni en la verbena de la Paloma? ¿Solamente en el Orgullo? Igual por eso participan tanto, porque es el único momento al año en el que lo hacen.

Está claro que está estigmatizando. Y el trabajo de las asociaciones, día a día, en la prevención del VIH y de las infecciones de transmisión sexual es muy duro y serio como para banalizarlo en ese cartel. Tenemos muchos amigos que perdieron la vida por la pandemia del VIH.

¿Y la pluma?

La pluma no es nada negativa. La reivindicamos como una forma de libertad. El tacón es maravilloso, como la cultura del transformismo. Pero estás minimizando al colectivo. Se ha hablado mucho de que el cartel estigmatiza y banaliza el Orgullo a una fiesta, pero hay algo mucho más grave: es propaganda. Es la técnica que utiliza desde hace años Putin en Rusia, y que se ha utilizado en Polonia o en Hungría: identificar al colectivo con algo que parte de la sociedad ve como negativo para conseguir, en consecuencia, que la población no homófoba empiece a serlo. Y eso hay que pararlo de raíz.

No todo es fiesta, luz y alegría. Hay gente que no atreve a salir del armario, o que tiene que volver a esconderse cuando vuelve a casa

Hablaba en la rueda de prensa de toda esa gente del colectivo que ha sufrido problemas de salud mental.

No todo es fiesta, luz y alegría. Hay gente que no atreve a salir del armario, o que tiene que volver a esconderse cuando vuelve a casa. Si yo soy una chica, chico o chique en un pueblo pequeñito y de repente todo mi entorno ve que el Orgullo es eso... Pues claro que hace daño. No sé sé si es a propósito o no, pero el Ayuntamiento debería darse cuenta de que está haciendo propaganda.

Habla de los referentes. Supongo que por eso han elegido como pregoneros a concursantes de Operación Triunfo.

La razón principal es la necesidad de conectar la memoria con la gente más joven. Ellos y ellas viven con una absoluta normalidad sus orientaciones sexuales, identidades o expresiones de género. Es la juventud en la que creemos y queremos. Y existe. No todos son chavales con banderitas de España que parecen fotocopiados en 3D.

En la rueda de prensa de la presentación vino a decir que no todo el mundo esperaba que estuviera allí este año. ¿Por qué?

En febrero tuve una enfermedad muy grave y la recuperación va muy lenta. Estoy en una situación de baja efectiva por ansiedad y por depresión. No iba a estar en el Orgullo, y médicamente no puedo estar en casi nada, pero quise estar: para no esconderme y decirle a la gente que lo que importa son las personas.

Estoy cansado de que todos los años me llamen para decirme que van a quitar la bandera, o de las llamadas del domingo [la clausura] para preguntarme cuánta basura ha generado o cuál ha sido el impacto económico. Nos dejamos la vida. El año pasado trajimos a dos refugiadas de Ucrania para que pudieran contar el horror que están viviendo. Hace dos vino la comisaría de Igualdad, Helena Dalli. Hemos llevado al Ateneo un retrato de Federico García Lorca después de descubrir en sus propios archivos, tras meses de trabajo, el acta donde se le nombraba vicepresidente de Literatura. Toda esta situación te va desgastando.

Se está dejando la salud.

Literalmente. He perdido a mi padre. Mi madre aguantó para ver el WorldPride y se fue.

¿De que se siente más orgulloso de la edición de este año?

De haber llegado hasta aquí. Y del apoyo y el cariño recibido. Me siento muy orgulloso de mi equipo por poder alzar la voz de nuevo. Va a ser un Orgullo maravilloso.

El coordinador del Madrid Orgullo asegura que el cartel del Ayuntamiento de Madrid es dañino.

El coordinador del Madrid Orgullo asegura que el cartel del Ayuntamiento de Madrid es dañino. / ALBA VIGARAY