Nuevos referentes

La 'generación Lamine Yamal' pide paso: "Nos tratan como a intrusos, pero, reviente a quien reviente, somos de aquí"

Casi el 41% de los nacidos entre 2006 y 2015 son extranjeros o descendientes de migrantes

Jóvenes de Vic siguen en un bar de Vic la vitoria de la España de Lamine Yamal ante Francia..

Jóvenes de Vic siguen en un bar de Vic la vitoria de la España de Lamine Yamal ante Francia.. / ZOWY VOETEN

Núria Marrón

No solo es Lamine Yamal. También son Victoria Flores, Mohamed E., Stella Alais, Ingrid Borikó y tantos y tantos otros nombres. En la Cataluña de los 8 millones de habitantes, hay una generación calentando en el banquillo que empieza a pedir paso. Son los rostros de una sociedad compleja y cada vez más diversa –de los chavales nacidos entre 2006 y 2015, el 12,4% son extranjeros y el 28,5% de los nacidos aquí tienen al menos un progenitor de fuera de España– que protagoniza una revolución demográfica desde los barrios populares, al tiempo que surfean una realidad no sin dificultades materiales ni reveses racistas. "A menudo se nos trata como a intrusos, pero nosotros también somos el futuro de Catalunya", sintetiza Victoria Flores, de 19 años.

"Los profesores decían que no podría aprobar el Bachillerato, pero cambié de centro y ahora estudio Psicología"

Victoria Flores. 19 años. Estudiante de Psicología

La historia de Victoria, por ejemplo, no le resultará ajena a ninguno de los chavales de esa nueva realidad bautizada como 'generación Lamine Yamal'. Ella, por ejemplo, llegó de Venezuela con 12 años. Junto al duelo migratorio por dejar atrás a familia y amistades, se encontró en una escuela donde las compañeras la marginaban –"primero jugaban al reto de hablar catalán todo el día y, cuando lo aprendí, se pasaron al inglés"– y el profesorado le decía que no cursara Bachillerato porque era "demasiado difícil" para ella. Por suerte, acabó cambiándose de centro y ahora estudia segundo de Psicología.

Victoria Flores, venezolana de 19 años, estudia Psicología.

Victoria Flores, venezolana de 19 años, estudia Psicología. / JORDI OTIX

Dificultades escolares

Su relato le resuena sobremanera a Mohamed E., a quien, al poco de llegar, una profesora lo insultó y en Bachillerato, siendo ya el único "no-blanco" de la clase, tuvo que pedir varias veces que le revisaran los exámenes porque, afirma, le puntuaban a la baja. De hecho, las de Victoria y Mohamed no son vivencias aisladas. A estas alturas, ya empieza a haber una nutrida literatura sobre las dicultades del alumnado de origen migrante.

Por un lado está la segregación escolar, que Catalunya no logra revertir. Pero luego hay razones más finas. Por ejemplo, en el estudio 'Per què hi ha més abandonament escolar entre els joves d'origen estranger?', de la Fundació La Caixa, se apunta a que, aunque el 75% de los chavales aspiran a una titulación superior, uno de cada tres sufre abandono temprano por, según los alumnos, la poca confianza que sobre ellos depositan los profesores. Cabe decir que, según otro informe –esta vez de Esade–, cuando se quita de la ecuación el factor socioeconómico, desaparecen los dos cursos de diferencia que en matemáticas separaba al alumnado extranjero del autóctono en las últimas pruebas PISA.

Racismo cotidiano y estructural

Pero no todo sucede, lógicamente, dentro del aula. Fuera pasan muchas cosas a la vez y, en ocasiones, de signo opuesto. Por un lado, está claro que, si los menores de 15 años de origen extranjero ya son el 41,7% en su franja de edad, la diversidad aumenta en todos los frentes. "Por supuesto que todos sufrimos comentarios racistas, algunos con envoltorio de broma, pero también creo que los menores de 20 años ya hemos crecido con este cambio en marcha y tratamos de llevarnos bien entre todos", apunta Mohamed, de Premià.

"Creo que los menores de 20 años ya hemos crecido con la diversidad y tratamos de llevarnos bien entre todos"

Mohamed E. 19 años. Futuro estudiante de Antropología

El racismo, no obstante, es a menudo un monstruo insomne que irrumpe con diferentes caras e intensidades. Mohamed, por ejemplo, cuando va en el tren mete sus manos en los bolsillos ante las miradas de alerta que siente a su alrededor. "Es fuerte, pero así ya ven que no voy a robar nada", dice en alusión a esa fabulosa campaña de difamación que sufren las personas de origen migrante. "Cuando eres marroquí, sabes que lo que hace uno es como si lo hiciéramos todos". "A mendo sientes que sobras", añade Victoria.

Ingrid, que ha acabado segundo de Bachillerato, también cruzó la secundaria entre comentarios que la exotizaban y la sexualizaban por ser afrodescenciente. "Me han tocado sin consentimiento y se han burlado de mi pelo afro, elemento clave en mi identidad, y eso te puede llegar a hundir. También me han dicho frases del tipo 'las negras tienen pinta de ser salvajes en la cama'".

Stella Alais, politóloga de 23 años y técnica de la Comunalitat La Florida s'aveïna.

Stella Alais, politóloga de 23 años y técnica de la Comunalitat La Florida s'aveïna. / EL PERIÓDICO

Acceso a la vida adulta

Por supuesto, el camino tampoco se allana en el traspaso a la vida adulta. "El primer empleo fui a pedirlo a una panadería y me dijeron que no contrataban a gente negra", explica Stella Alais, de 23 años y politóloga, que habla del "sobreesfuerzo" que tiene hacer una joven como ella, mujer afrodescendiente, "para ser merecedora de conseguir trabajo fuera de los espacios de cuidados que parece que el mercado laboral tiene reservados para ti". También con callo ante el racismo cotidiano, ella señala con fuerza el estructural, "como la ley de extranjería o las trabas al empadronamiento, trámite que da acceso a derechos básicos como la sanidad o la educación".

"En secundaria se me ha sexualizado y se han burlado de mi pelo, lo que te avergüenza y te puede hundir"

Ingrid Borikó. Ha acabado Bachillerato

Por todo lo contado, el consenso es que se sienten un poco en tierra de nadie, aunque tienen claro que su futuro está en Catalunña. "A pesar de hacernos sentir constantemente intrusos, cuando me preguntan de dónde me siento, contesto como acto político que catalana y española, y que reviente quien reviente", apunta con cierta ironía Stella.

Ingrid Borikó Senobua ha acabado el bachillerato.

Ingrid Borikó Senobua ha acabado el bachillerato. / MANU MITRU

Desafíos

Es obvio que los desafíos para esta generación no son pocos. Andreu Domingo, sociólogo y subdirector del Centre d'Estudis Demogràfics, apunta en tres direcciones. De entrada, "el momento económico, con el crecimiento de las desigualdades, pone en peligro la movilidad social", también la de los jóvenes autóctonos, que pueden vivir peor que sus progenitores. Luego está el "peaje" que para la 'generación Lamine Yamal' supone la xenofobia. "Viven una situación única respecto a sus padres y sus congéneres autóctonos, con los que comparten expectativas" a pesar de no partir de la misma situación socioeconómica.

"Además, está el discurso de la meritocracia, que dice que tu futuro depende de tu talento y no tiene en cuenta todos los prejuicios que pueden frustrar tu aspiraciones". "Sin embargo –añade el investigador–, cabe decir que son una generación muy enfocada a mejorar su situación, tanto por ambición propia como para responder a las expectativas familiares".

Las chicas y chicos que aparecen en este reportaje son muy conscientes de todo ello. "Parece que nadie quiera ver que la sociedad ya es diferente y que se necesitan cambios, pero tarde o temprano se tendrán que hacer", dice Ingrid. "Es necesario que lleguemos a espacios de liderazgo y poder para incidir en las políticas públicas", reclama Stella. Y en una línea parecida tercia Victoria: "En realidad, creo que somos muy necesarios porque aportamos una experiencia y una mirada que será vital para gestionar las sociedades complejas y diversas del futuro. Si no has vivido determinadas cosas, ni las ves".

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